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Humoristas al poder

Para las payasadas que se observan en el Congreso, mejor acudir a payasos profesionales.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
4 de mayo de 2019

Mi gran preocupación de la semana surgió cuando un amigo me comentó que todo está dado para que el próximo presidente de Colombia sea William Vinasco Ch.

-¿William, el narrador? –le pregunté aterrado.

- Bueno: es un decir -matizó con algo de suficiencia-: William Vinasco o Jorge Barón, o alguien así: la cosa está para que se nos encarame un outsider de esos…

La afirmación me impactó, no digo que no, especialmente porque, en asuntos de idiomas, tengo la misma pronunciación de Uribe cuando habla inglés, y la misma comprensión de Macías cuando le hablan en español. ¿Qué diablos es un outsider?, me pregunté: ¿un reino de Games Of Thrones? ¿Una banda de música vieja? ¿Los rivales de The Platters, por ejemplo?

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- ¿Jorge Barón? –me sorprendí-: ¿Pero en qué anda Jorge Barón?

- Es un decir: no digo que él, sino como él… Un outsider.

- ¿Pero Jorge Barón? –insistí- ¿Y en la posesión le dará la patadita de la suerte el presidente saliente?

- Me refiero –explicó, didáctico- a que todo está dado para que suba cualquier tipejo de la televisión que no sea político y prometa salvar al país de los políticos: mire a Beppe Grillo en Italia… Y en Ucrania también acaba de ganar un humorista…

- ¿Y por qué no alguien como Alejo Palacio? –propuse sin oírlo-: es la sangre nueva de los presentadores y está muy de moda por La Voz Kids. Y jala los votos de la costa.

Me miró como si no hubiera comprendido nada.

–Es un decir –me excusé.

Un outsider, según averigüé, es alguien que proviene de afuera, como su nombre lo indica: out, que significa proviene; sider, de afuera. Lo que planteaba mi amigo es que el terreno está abonado para que prospere la aventura de un antipolítico como protesta al caos que nos abruma. Miren las noticias más recientes: Uribe grita a Petro “¡sicario!” ante el desconcierto de quienes inicialmente creíamos que el expresidente estaba pidiendo la presencia efectiva en el Congreso de Popeye, su militante de causa: de que lo estaba llamando.

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Petro, por su parte, no cohesiona al país, sino todo lo contrario: lo polariza aun entre seguidores de J. Balvin y el Joe Arroyo. Sus furiosas huestes acuden al insulto como técnica de seducción a los votantes de centro, único sector del que podrían obtener simpatías para crecer. Hace poco me quejé del lamentable ministro de Defensa ante un compañero de oficina petrista:

-¿Y usted de qué se queja si votó en blanco? –me increpó.

-Pe… pe...

-Pero nada: miserable, cohonestador del paramilitarismo, fascista…

Y en el Congreso el espectáculo produce sorna. Para votar las objeciones a la JEP hubo más dilataciones que en un parto, más trabas que en el Bronx. Ernesto Macías reinventó las matemáticas. Para alterar la votación, las senadoras Maritza Martínez y Ana María Castañeda huyeron por la sombra, y abandonaron su cartera y el celular en la curul, asunto verdaderamente temerario dado el nivel de robos que existe en la corporación.

Y, en general, abunda la sensación de desgobierno. Uno mira cualquier noticiero y se siente observando un partido de Santa Fe. El DT Gerardo Bedoya debería autoproclamarse presidente interino de Colombia.

Pero Gerardo Bedoya no será el outsider que castigue a la clase política en el 2020, sino un hombre espectáculo de los que sale en televisión en horario triple A. Puede ser Ariel Armel, del Boletín del Consumidor. O William Vinasco, o Jorge Barón, o, ténganse ahora sí, el Cantante del Gol, que gritaría “¡Tú, tranquilo!” para promover la confianza inversionista, y llevaría como fórmula a Javier Hernández Bonnet. Carlitos Calero regresaría al cuerpo diplomático.

Mi desconsuelo bordeaba la depresión, cuando recordé que mi amigo citaba el caso del humorista en Ucrania. Efectivamente, el cómico Volodymir Zelenski obtuvo la Presidencia, como lo hizo hace poco el comediante Jimmy Morales en Guatemala.

Entonces un relumbrón de esperanza me iluminó por dentro. Para las payasadas que se observan en el Congreso, es mejor acudir a payasos profesionales. Si nuestros políticos son un chiste, requerimos que los humoristas se tomen el poder. Ha llegado nuestro momento. Enfrentemos unidos esta coyuntura sin egos ni divisiones. Conformemos una alianza con lo mejor del humor criollo: una alianza amplia e incluyente en que quepan Cejas Pobladas, la genial Alejandra Azcárate y el senador Macías.

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Demostremos con Suso, el Paspi, que Uribe no es el único antioqueño pintoresco de la política criolla; que Carlos Molina, alias Cerdo en La Tele Letal, es más compasivo que Guillermo Botero. Pidamos a Juanpis González que resucite la reforma tributaria de Duque para clavar a la clase media, y lance el programa social Cero Ñeros. Convoquemos a Vladdo, a Matador, a Antonio Sanint, a los que sean. No serán el senador Zarabaín. Pero legislarían con idéntica gracia.

Llamé a mi amigo para comentarle la idea, pero no me contestó. Al parecer estaba viendo Game of Thrones: el capítulo en que los Outsiders vencen a los Platters.

* #HumoristasAlPoder 

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