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Alianzas para perpetuar la miseria

Antonio Quinto Guerra, el Roberto Gerlein del Concejo de Cartagena, un político conservador que lleva más de dos décadas ocupando un sillón en ese recinto, y a quien no se le conoce una sola propuesta seria para sacar de la pobreza a la Heroica es, del abanico de aspirantes, el más opcionado para llegar al Palacio de la Aduana.

Joaquín Robles Zabala
27 de febrero de 2018

Cartagena de Indias cumplirá el próximo primero de junio 485 años de fundada. Barranquilla, por su parte, celebrará 205 el 7 de abril. La distancia entre ambas ciudades, vía al mar, no supera los 135 kilómetros, pero las diferencias de desarrollo saltan a la vista. Cartagena ha tenido ocho alcaldes en siete años, mientras que Barranquilla ha elegido dos dentro del marco de la normatividad electoral. Y no es que el clan de los Char, que ha administrado la ciudad en la última década, no robe. “Claro que lo hacen a través de la contratación de servicios y otras triquiñuelas, pero algo construyen”, ha expresado un grupo de extrabajadores de las antiguas empresas públicas de Barranquilla. En Cartagena, por el contrario, aseguran los lustrabotas del palito de caucho, roban y no hacen nada. Esta percepción ciudadana no es nueva: Cartagena es la segunda ciudad de Colombia con el mayor índice de pobreza, según un informe de octubre de 2016 de la Red de Ciudades Cómo Vamos. De las 11 urbes colombianas analizadas, entre las se encuentran Bogotá, Manizales, Bucaramanga, Cali, Medellín, Ibagué, Jumbo, Barranquilla, Pereira, Cúcuta y Cartagena, La Heroica se establece con un 26 por ciento de pobreza, superada solo por la capital nortesantandereana, con 32,9 por ciento, y seguida por La Arenosa, con 22 por ciento.

Mientras que la pobreza en Barranquilla se ha contraído un dígito en los últimos 12 meses, en Cartagena, por el contrario, se mantiene en ascenso. Un promedio de 270.000 personas vive en condiciones de pobreza, y unas 50.000 en la indigencia. Lo anterior, no es solo el resultado de los altísimos niveles de corrupción que el país conoce, propiciados por los clanes familiares que la administran, sino también por la desidia de una ciudadanía profundamente conservadora, incapaz de romper ese cerco político de la dependencia administrativa y las migajas representadas en los subsidios.

El mejor subsidio para un ciudadano es un buen empleo, solía decir un antiguo profesor de derecho laboral de la Universidad de Cartagena. El promedio de desocupación de la ciudad es proporcional al promedio de pobreza e indigencia, aunque la tasa de desempleo del Dane la ubique en un 10,5 por ciento. Es decir, que solo 40.000 personas, aproximadamente, se encuentran en este momento sin empleo en la Heroica.

La cifra, por supuesto, es mentirosa si se compara con los casi 45.000 cesantes, o empleados que quedaron sin trabajo, o los más de 350.000 inactivos, referencia que incluye a estudiantes y profesionales que no laboran. A estos habría que agregarles los 200.000 que el Dane les ha dada la categoría de empleados, pero que en realidad se insertan en el abanico de los llamados ‘cuenta propia’, que llevado a un lenguaje estándar referencia aquellos trabajos que desempeñan los vendedores de tinto en las calles y los que promocionan todo tipo de productos en los buses, pasando por las señoras que se internan en casas de familia por una remuneración salarial que no supera los 400.000 pesos mensuales.

Ese alto índice de pobreza que desborda la urbe de don Pedro de Heredia es el primer síntoma de los altos niveles de desigualdad social. Cartagena es, así mismo, la tercera ciudad colombiana más desigual en la distribución de sus ingresos. Y Colombia se alza con el tercer puesto del ranking en América Latina. Según la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), la desigualdad que refleja Cartagena puede ser, incluso, superior a las cifras publicadas por el Departamento Administrativo de Estadísticas, Dane. En este mismo sentido se podría hablar del desempleo, que cada trimestre se dispara como una bala, a pesar de ser la Heroica una de las ciudades con uno de los mayores ingresos del país y tener el honorífico título de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Pero ninguno de los ingresos económicos que recibe el distrito cultural de Cartagena se ve reflejado en el desarrollo de sus ciudadanos. Por el contrario, la profundización de la pobreza es el mejor ejemplo que define el desastre de sus sucesivas administraciones. Los últimos ocho alcaldes elegidos y encargados en menos de siete años, no solo nos dejan ver que la podredumbre administrativa se ha convertido en un cáncer de difícil erradicación, sino que, también, no se vislumbra a corto plazo una fuerza política que erradique de raíz esa hierba mala que ha crecido y ha echado profundas raíces en la administración de la ciudad y en la gobernación de Bolívar, la cual, desde hace algunos años, huele igualmente a podrido. Por ahí han pasado los peones de Enilce López, alias La Gata, los del ‘Turco’ Hilsaca y los delegados del infaltable clan de los García.

Quizá esto explique el poco entusiasmo de los cartageneros ante las elecciones atípicas con las que se busca elegir a un nuevo alcalde de la ciudad, sacado de un abanico de aspirantes ligados, mayoritariamente, a los viejos y corruptos partidos, manejados por los corruptísimos clanes que cada cuatro años ponen a consideración de los ciudadanos a un puñado de títeres para que les hagan la vuelta de administrar lo que consideran que por herencia política les pertenece: la bella y siempre visitada ciudad del eterno folletín, que le dio muerte a las águilas raudales de Luis Carlos López y creo una caterva de aves de rapiña que se roba hasta un hueco en las murallas.

Según un informe publicado recientemente por el portal de noticias Lasillavacía, solo dos participantes de esa carrera hacia el Palacio de la Aduana tienen posibilidad de llegar a la administración de la ciudad. Uno de estos es Antonio Quinto Guerra, un político conservador que lleva más de dos décadas en el Concejo de la ciudad y todavía no se le conoce una sola propuesta seria para sacar del pantano de la pobreza a la Heroica. En términos analógicos es el equivalente al senador Roberto Gerlein, quien lleva más de 40 años calentando la silla que representa su curul sin haber hecho propuestas para transformar los destinos del país. Quinto Guerra es un curtido maestro de las alianzas políticas, quien, en las elecciones a la alcaldía de 2014, de acuerdo con una nota de la revista SEMANA, recibió el apoyo político y financiero de un sinnúmero de personajes cuestionados por su relación con el paramilitarismo. El listado de este apoyo lo encabezaba Vicente Blel (investigado y condenado por asociación con paramilitares), Libardo Simancas (exgobernador, ficha política de La Gata y condenado por parapolítica), Daniel Vargas (exgobernador, condenado por extorsión), Joaco Berrío (separado de la gobernación de Bolívar por corrupción) y un gran número de políticos como Vicentico Blel (hijo de Vicente y hermano de Nadia), Alfonso ‘el Turco’ Hilsaca (señalado de asesinar, en asocio con un grupo de paramilitares, a cuatro trabajadores sexuales frente a la popular Torre del Reloj de Cartagena), Javier Cáceres (expresidente del senado, condenado por asocio con paramilitares y quien tiene otras investigaciones en curso) y Salim Antonio Guerra, miembro activo de Cambio Radical y una cuota política del nefasto clan de los García.

El otro candidato con opciones de llegar al Palacio de La Aduana, según la nota del portal de noticias, es Andrés Betancourt, otro curtido exconcejal de la ciudad, señalado, al igual que Quinto Guerra, de ser uno de los responsables del descalabro administrativo por el que atraviesa Cartagena, quien recibió el apoyo de la cuestionada senadora Daira Galvis, a quien se le señala a su vez del desorden administrativo que tiene a la Universidad de Cartagena sumida en una profunda crisis económica. Al lado de Betancourt se encuentra el gobernador de Bolívar Dumek Turbay y su pariente el senador Lidio García Turbay, y la también cuestionada representante Karen Cure, de Cambio Radical, y cercana a Enilce López.

Visto el panorama político de la ciudad desde esta perspectiva, la conclusión a la que se puede llegar es que sea quien fuere que gane la alcaldía de la ciudad, el futuro de la Heroica sigue siendo incierto, pues las alianzas descritas arriba están hechas, exclusivamente, para robar.

Twitter: @joaquinroblesza
E-mail: robleszabala@gmail.com
*Magíster en comunicación.

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