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La 002

La arrogantemente llamada 'ley 002' es una prueba de que las Farc pretenden negociar de poder a poder, en busca de la beligerancia

Semana
29 de mayo de 2000

El país recibió con sorpresa e indignación el grotesco anuncio de la ley 002 de las Farc, mediante el cual se informa que se exigirá dinero, y de no ser pagado, se secuestrará a todo colombiano o dueño de empresa de determinado poder económico. Debo confesar que yo me indigné igual, pero no me sorprendí tanto. Porque desde años atrás las Farc han venido haciendo precisamente eso: chantajear y secuestrar a los colombianos. Lo sorprendente no sería entonces que siguieran haciéndolo sino que, obedeciendo al clamor nacional, dejaran de hacerlo. Quizás lo novedoso de la infame 002 estuviera en volcar la fórmula en un comunicado al que arrogantemente se bautizó como ‘la ley’ 002, como una prueba de que las Farc pretenden negociar de poder a poder, en busca de la beligerancia. Y que el anuncio fuera hecho precisamente por el ‘Mono Jojoy’, que entre todos los miembros de la cúpula de las Farc, es el que mayor repulsión produce entre los colombianos cuando aparece en las pantallas de la televisión. (‘Jojoy’ parece calcado de una caricatura de guerrillero de Antonio Caballero, con todas sus contradicciones. Hoy anuncia que chantajeará y que secuestrará, pero mañana reconocerá que las Farc sí han cometido desafueros —y que perdonen—, como el de reclutar menores que supuestamente comenzarán a ser devueltos. Pero claro, cuando se está, como las Farc, sembrando el terror por toda Colombia, problemas de imagen como el que automáticamente produce ‘Jojoy’ cuando aparece por televisión, son lo de menos). El anuncio del comunicado se convirtió en una especie de despedida con bofetada para Víctor G. Ricardo. Y sobre esta renuncia debo confesar que me sorprendieron las voces de apoyo de los colombianos a la labor del Alto Comisionado, en contraste con las opiniones que hace unos meses se escuchaban sobre este mismo funcionario, a quien necesariamente muchos llegaron a culpar de los avances militares y políticos de las Farc, un costo inevitable de quien asume ese papel de mediador. La opinión favorable a la labor del Alto Comisionado demuestra que los colombianos habían venido perdonando a Víctor G., a medida que lenta pero gradualmente el país se iba convenciendo de su estrategia de perseverar a toda costa en el proceso de paz. ¿Aciertos de Víctor G.? Muchos. Logró llevar el proceso con las Farc a lo que parece ser un punto irreversible, corriendo enormes riesgos institucionales y personales. ¿Defectos de Víctor G.? Algunos. En su afán de construir una disciplina de confianza para adelantar el proceso con la guerrilla muchas veces pareció que el Comisionado se dejaba manosear de las Farc. Quizás por ello había como la idea de que el Alto Comisionado para la Paz lo era solamente para la paz con las Farc, a costa del proceso con el ELN. Pero detrás de las frases de cajón como la de que el funcionario se retira “por haber cumplido un ciclo”, la verdad es que a Víctor G. se le había cerrado el círculo de la maniobrabilidad. Por un lado, su relación con los militares estaba prácticamente cancelada, precisamente ahora que al colocarse encima de la mesa el tema del cese al fuego y el cese de hostilidades, la coordinación con la cúpula del Ejército era vital. Pero por el otro, el anuncio del despeje para el ELN produjo necesariamente un enfrentamiento de Víctor G. con las Farc, reflejado en el anuncio de Raúl Reyes de que debería entenderse que esta zona de despeje lo era también para las Farc, y que podrían utilizarla a sus anchas. A la era Víctor G. la sucede una muy distinta al mando de Camilo Gómez, hombre de la entraña del Presidente, de discreto perfil, trabajador incansable, a quien corresponderá la misión de lograr que el protagonismo que ejercía el Alto Comisionado vaya disolviéndose hasta hacer tránsito al protagonismo de la mesa de negociación, ahora adicionada por el gobierno con tres nuevos miembros. Haber logrado la aceptación de Alfonso López me parece un cabezazo de Pastrana, que por ese mismo motivo ya tiene a muchos envidiosos diciendo que este ex ministro liberal, hijo de un ex presidente liberal, no representa al Partido Liberal (!!!) . Luis Guillermo Giraldo, excelente interlocutor, vehemente a morir en la defensa de sus posiciones, está llamado a cumplir más el valioso papel de contraparte que el de mediador. En cuanto a monseñor Giraldo, mediador por excelencia, sereno y cauto, le aportará a la negociación su perfil de hombre que escucha mucho y habla poco. Entretanto, y para no ahogarnos en el pesimismo, tratemos de no preguntarnos cuál fue la ley 001, y todavía menos, cuál será la 003. Entretanto... ¿Qué se ha hecho María Emma Mejía?