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La 'app' de la alcaldesa: ¿autoritarismo o improvisación?

En el debate sobre cómo dar uso correcto a la tecnología en medio de la pandemia lo que queda en evidencia es el enorme reto de planeación que enfrenta la Administración Distrital.

Eduardo Behrentz, Eduardo Behrentz
2 de junio de 2020

Un intenso debate en redes sociales y medios de comunicación forzó a la alcaldesa de Bogotá a reversar su decisión de hacer obligatorio el reporte de datos personales y de patrones de actividad para aquellos ciudadanos que pretendan movilizarse en tiempos de emergencia.

La versión original del Artículo 2 del Decreto 131 de 2020 reza “…todas las personas que desarrollen las actividades antes mencionadas deberán estar acreditadas o identificadas en el registro de movilidad segura en la plataforma…”. Más aún, especifica que “… autoridades de Policía podrán verificar en cualquier momento la debida inscripción…” al mismo tiempo que “…imponer las sanciones correspondientes en caso de que no se haya hecho el registro respectivo”.

Aquí no hay error de redacción ni lugar a interpretaciones. La intención clara y manifiesta era contar con una inscripción obligatoria para hacer seguimiento a los ciudadanos. De esta forma, entendiendo valiente y apropiado reconocer los propios errores y ajustar el curso de manera conforme, creo que los bogotanos merecemos más de nuestros gobernantes.

Aquí hubo una falla de principios y de intenciones, no un simple problema de edición de un texto como han intentado explicar desde la alcaldía. No traten de confundirnos. Nos pueden decir la verdad. No somos unos niños pequeños que requieren de una Mamá Estado que nos trate de forma condescendiente y nos dicte instrucciones de todo lo que podemos hacer, con quién, y a qué hora.

Del mismo modo, deben saber que la emergencia no lo justifica todo. Y las formas y los métodos son, quizás, la mayor diferencia entre estadistas y tiranos. El fin de protegernos no puede contaminarse con medios que atentan contra las libertades individuales. Aquí el referente ético no es Nicolás Maquiavelo sino Viktor Frankl, quien alguna vez dijo: “La sabiduría es conocimiento y algo más: conocimiento y la toma de conciencia de sus propios límites”.

En una discusión complementaria, la señal de que la Alcaldía Mayor actúa de forma errática en temas trascendentales de la emergencia no podía llegar en peor momento. Con más de 30.000 casos totales y más de 1.000 muertes, Colombia alcanzó el top 30 de los países mayormente afectados por el virus. Más aún, para el indicador de casos nuevos diarios, ya estamos en el top 15 del mundo, superando a países como Turquía y Ecuador, y cuadruplicando la tasa actual de contagio de España e Italia.

Bogotá es responsable de una tercera parte de estas cifras, las cuales mostraron un fuerte incremento desde la semana pasada. Y todo esto en el complejísimo contexto de contracción económica y creciente desempleo, que son consecuencia directa del manejo dado a la pandemia. Cocinamos la tormenta perfecta.

Para completar el coctel, hoy sabemos que las cuarentenas generalizadas (la opción favorita de tantos gobiernos locales) no tienen el mismo efecto en nuestras sociedades al compararse con otras economías y formas de gobierno.

Basta con analizar Perú, país hermano y parecido, en donde las medidas restrictivas empezaron antes y han sido más fuertes que en Colombia. No obstante, allí cuentan más de 170.000 casos y más de 4.500 muertes, ocupando además el quinto lugar a nivel mundial en la tasa diaria de contagio. Chile, otro referente significativo, muestra guarismos similares. Solo resta esperar que no sigamos nosotros.

Ojalá este paso en falso sirva como llamado de atención para la Administración Distrital. Necesitamos a los mandatarios concentrados en su tarea. Estamos en sus manos (no hay otras) y urge un liderazgo más comprometido con las acciones que con las palabras.

Por favor, entérense de que se viene lo peor y lo más difícil de administrar, no solo en las contingencias propias de una emergencia sanitaria sino también en la protección de nuestro débil tejido social y productivo. Y recuerden que no hay salvación del implacable juicio de la historia.

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