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La dignidad de Ingrid

Yolanda debe saber que los colombianos la estamos acompañando, como a todas las madres e hijos que atraviesan por este infierno

Semana
29 de julio de 2002

El video de Noticias Uno en el que aparece Ingrid Betancourt al lado de Clara Rojas dando sus primeras muestras de supervivencia después de su secuestro, debe sacudir al país: pocos documentos como este son tan reveladores de la huella profunda, de la soledad, de la desesperación, de la sensación de abandono, de la rabia y del miedo que un secuestro produce en un ser humano.

Y en este contexto, tanto Ingrid como Clara entregaron su propio mensaje personal. La primera conserva su templanza, su terquedad, toda esa valentía que la ha caracterizado en la vida política. La segunda no puede ocultar su derrumbamiento en su rostro demacrado por la desesperanza total.

Dos caras del secuestro.

Dos tragedias nacionales.

Todo resulta patético: el entorno selvático que las rodea, los zancudos que las embisten y que prácticamente se salen de la pantalla de televisión, las chaquetas verde oliva proveídas por sus captores guerrilleros, mientras Ingrid intenta transmitir un mensaje al país y a su familia que no permita que algún día la acusen de que su secuestro doblegó su dignidad.

Se necesita ser muy valiente para decir lo que dijo acerca del canje: cualquier otro, en su condición de secuestrado, habría podido caer en la tentación de suplicar por la aplicación de esta fórmula. Pero no Ingrid. Claramente afirmó que ella dejaba esta decisión en manos del gobierno y que jamás presionaría en este sentido por cuenta de su condición de secuestrada.

Pero sí pidió una política sobre secuestrados que no sea sencillamente la de dejar pasar el tiempo mientras cientos de personas privadas de su libertad languidecen en la lejanía de sus hogares.

Y esa propuesta de Ingrid merece toda la atención del próximo gobierno. De alguna manera habrá que introducirla en la agenda de las Naciones Unidas, que por petición del presidente Alvaro Uribe podrían estar dispuestas a desempeñar un papel protagónico en los próximos meses.

En el video, Ingrid también arremete contra el gobierno de Andrés Pastrana, al que culpa drásticamente de su suerte. Lo acusa de haber discriminado entre los distintos candidatos en la asignación de escoltas, en la que ella resultó desfavorecida. Aclara que su ida a San Vicente del Caguán no tenía como propósito el de "hacerse secuestrar", como muchos lo creyeron en un comienzo, con el fin de explotar políticamente el hecho, sino el de adelantar una labor humanitaria con el alcalde del municipio, a quien ella ayudó a elegir, abandonado a su suerte después del retiro de las Farc de la zona. Y que si el gobierno hubiera accedido a su petición de que la montaran en un helicóptero militar que le hubiera evitado el viaje por tierra a San Vicente, nada de esto habría ocurrido.

Pero también hay que ver las cosas del lado del gobierno. Si Pastrana accede a trasladar de un lado a otro a candidatos presidenciales en helicópteros oficiales no se habría demorado la delicada acusación contra el Presidente de parcialidad política.

Y lo cierto es que ni una escolta de 20 personas habría evitado que la guerrilla se llevara a Ingrid, después de la advertencia de las autoridades de que este viaje era muy peligroso y que debería cancelarlo.

Pero al lado de la dignidad enorme de Ingrid en su cautiverio, hay otra persona que merece una gran admiración por el mismo motivo: su madre. Yolanda Pulecio, quien desde luego tiene el alma en vilo por el secuestro de su hija, debe saber que los colombianos la estamos acompañando de corazón, al igual que a todas las otras madres y a los hijos de Colombia que están atravesando por este infierno. No la culpo de que en ocasiones sienta que está rodeada de indiferencia, pero ella es pariente.

Incluso quienes hemos disentido políticamente de Ingrid o de sus métodos la hemos extrañado profundamente y aspiramos a verla de regreso muy pronto

-como a todos los demás secuestrados, civiles, soldados o policías-, "dando lata", como sólo ella sabe hacerlo, para sacar de quicio a quienes no se la resisten por su franqueza y desparpajo.

Yolanda: la dignidad de Ingrid es un ejemplo para todos los colombianos. En un momento de desconsuelo como el que usted atraviesa, ver a su hija todavía firme en sus convicciones y reflejando en su rostro esa gran decisión de no dejarse derrotar de los zancudos, de la selva, de la chaqueta verde oliva, de la soledad y sobre todo de su cautiverio, debe servirle de motivo para sacar fuerzas de algún lugar. Y no hay de dónde más: de su corazón de madre.



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