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La mafia que maneja la Sierra Nevada: Los Pachencas y la Oficina Caribe

La violencia ha vuelto a la Sierra Nevada de Santa Marta, según cálculos de la Fundación Paz y Reconciliación, al menos el 60 por ciento de la zona rural de la ciudad de Santa Marta y por lo menos el 30 por ciento de la zona urbana están extorsionadas, es casi un impuesto que pagan comerciantes, personas del común y hasta vendedores ambulantes. En los otros municipios de la Sierra la situación es mucho peor.

Ariel Ávila, Ariel Ávila
12 de septiembre de 2018

Hace algunos años el Clan del Golfo derrotó, en la Costa Atlántica, a todos sus competidores: Rastrojos, Paisas y demás carteles pequeños. Sin embargo, muchos sobrevivieron y se aglutinaron en una organización criminal, que extrañamente las autoridades no registran, no la persiguen y ni siquiera la nombran: “La Oficina del Caribe”. Esta ‘oficina’ tiene un brazo armado que logró ganarle al Clan del Golfo el control de la Sierra Nevada de Santa Marta hace algunos años.   

En toda la región se escucha hablar de los Pachenca y de Jesús María Aguirre Gallego, alias Chucho Pachenca o Chucho Mercancía. Maneja una estructura criminal de al menos 150 hombres en armas permanente y otra red criminal de pequeños grupos, de por los menos 350 personas. Todos saben dónde está, por dónde se mueve, cuáles son sus finanzas, quiénes son sus subalternos y cuáles  sus vínculos con el narcotráfico. Pero no los persiguen, no aparecen en registros oficiales y ni siquiera hay operaciones en marcha.

Luego de una dura pugna con el Clan del Golfo -guerra que dejó en 3 meses unos 150 muertos y que ubicó a Santa Marta entre las 50 ciudades más violenta- la Oficina Caribe logró vencer militarmente y retomar el poder que ha sostenido desde 2012. Esa guerra la lideró alias Chucho Pachenca, quien fue nombrado jefe de la Oficina Caribe y bajo su mando se encuentra todo el territorio que hizo parte del Frente Resistencia Tayrona de las antiguas AUC. Además hoy día la Oficina Caribe son los Giraldos. Los herederos de Hernán Giraldo Serna, es decir, varios de sus sobrinos, tíos, primos, yernos. También otros cercanos que hicieron parte de esa estructura inicial en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Por la Sierra Nevada han pasado verdaderas organizaciones criminales. Por allá pasó el Cartel del Norte del Valle, la Oficina de Envigado, los Paisas, el Clan del Golfo en sus diferentes denominaciones (los Urabeños, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, los Úsuga) y dos estructuras nuevas fundadas por lugartenientes de Hernán Giraldo: el bloque Nevado y el bloque Cacique Arhuaco, los Mellizos y los Rastrojos. Todas estas estructuras en las cuales ha estado de por medio un familiar cercano ya sea hijo o sobrino de Giraldo.  

Ahora, a este dominio de los Pachenca se le agrega un nuevo ingrediente: los Ex975, es decir, los que salieron de los pabellones de Justicia y Paz. Muchos de ellos han retornado al territorio y de alguno de ellos no se tiene precisión de sus actividades. Algunos han hecho varias reuniones con líderes con el fin de incentivar la producción agrícola y comercial de la región, pero de otros se sabe que están comprando armas, radios de comunicación, además ha aumentado la extorsión y el sicariato.

Los Pachenca tienen presencia desde Mingueo (La Guajira) hasta el puente el Doctor (límite con Ciénaga, Magdalena) y desde ahí toda la parte alta que cierra con el resguardo Kogui-Malayo-Arhuaco. Esto hace que tengan control y manejo de los barrios periféricos con modelos de seguridad privada (serenos) y en la zona rural de Santa Marta con presencia de hombres portando armas de largo y corto alcance.

En zonas urbanas tienen redes de mototaxis que actúan a favor de ellos, en trabajos específicos, por ejemplo: rutas establecidas donde solo pueden ingresar motos autorizadas y personas (encargados) de algunos barrios o zonas que dan cuenta de las diferentes acciones policivas contra la organización.

Sin embargo, su mayor fortaleza está en el vínculo con algunas instituciones de seguridad que les han permitido pasar desapercibidos, garantizar el negocio, y aumentar el miedo que inducen para que nadie hable de ellos. Para las autoridades todo está controlado, pero la realidad subyacente es totalmente contraria.

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