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La película

Años después YC fue sacada a empellones de su casa y asesinada en la calle con un tiro en la nuca.

Yezid Arteta
12 de diciembre de 2014

Recuerdo que cuando los liberales de Turbay Ayala me expulsaron de la Universidad Libre de Barranquilla se armó un lío en casa porque mis padres eran liberales. Para evadir las reprimendas familiares y la mala cara de los viejos, pasaba más tiempo en la calle que en casa. Fue entonces cuando conocí a BK, una mujer que había estudiado cine en Londres. La relación duró meses y transcurría entre las salas de cine y la cama de su apartamento. Fue por BK que me aficioné al cine.

En el monte no había cine, de modo que YC, una entrañable amiga caucana, llevó hasta el campamento guerrillero los dos volúmenes de Textos costeños y Entre  cachacos para que me entretuviera con los comentarios que Gabriel García Márquez escribió sobre el cine que se proyectaba en la Bogotá de los 50. Años después YC fue sacada a empellones de su casa y asesinada en la calle con un tiro en la nuca por unos “salvadores de la patria” que decían luchar contra el comunismo.  

No veía cine. Leía cine. A veces cerraba el libro y levantaba la mirada hacia una enramada en la que un caballo roano, con algunas mataduras en el espinazo, halaba el yugo que ponía en marcha la mecánica del trapiche de caña. El rocín recorría kilómetros sin tener conciencia de que no iba a ninguna parte porque la faena que le había encargado el labriego, quien vivía de la venta de panela y guarapo, era dar vueltas sobre un mismo eje. Un solo actor. El caballo. Era testigo de la película perfecta. El Mito de Sísifo. El hombre abrumado por el destino. Ocurría en un lejano paraje del Patía.

Me gusta el cine y no me dejo llevar por los críticos. Basta que una película me guste y punto. Y el cine colombiano cada vez me gusta menos. Antes había imaginación pero no había plata para hacer cine y las películas tenían problemas técnicos. Ahora hay plata y resolvieron los problemas técnicos, pero no hay imaginación. Algunos cineastas hacen películas para su propia complacencia y otros tomaron las tragedias del país y las convirtieron en comedias bastante flojas. En Colombia todo se hace desde los extremos.

Un poco de cine cae bien en diciembre. Los que tienen con qué pagar una entrada o comprar películas en línea no tienen problemas. Para los que no tienen plata están los truquitos mediante los cuales pueden ver cine gratis por internet. Sugiero unas cuantas películas:

1. Para el general Luis Mendieta y todos aquellos que fueron –fuimos- hechos prisioneros por largos periodos, propongo Un largo viaje (2013), la película australiana interpretada por Colin Firth y Nicole Kidman recrea el drama del oficial británico Eric Lomax, quien cayó en manos de los japoneses en Birmania durante la Segunda Guerra Mundial. Hago peregrinaciones para no olvidar la tragedia de la guerra, dice su antiguo carcelero.

2. Insinúo a mis más radicales amigos de izquierda, que creen que todo lo que brilla es oro, una película china titulada Un toque de violencia (2013), de Jia Zhangke, quien ganó en el 2006 el León de Oro del Festival de Venecia con Naturaleza Muerta. El film muestra lo que hay detrás del “capitalismo con valores asiáticos”, como  usualmente lo llama Slavoj Zizek, el divertidísimo filósofo esloveno a quien leo con la alegría de quien va a un estadio de futbol.  

3. A los negociadores del Gobierno y la guerrilla en La Habana, lo mismo que a los periodistas colombianos que cubren el conflicto y el proceso de paz, los invito a ver Asier ETA biok (Asier y yo, en euskera). El documental (2013), dirigido por el actor vasco Aitor Merino y su hermana Amaia, es una forma versátil para entender un conflicto. Asier y Aitor, amigos desde la infancia en Pamplona, tomaron distintos rumbos sin perder sus valores y su humanidad.

4. A quienes gustan de seguir los pasos de la CIA, las operaciones encubiertas, el secretismo y el mundo del espionaje, les recomiendo dos películas: Guerras Sucias (2013), documental nominado al Oscar y galardonado en el Festival Sundance, descubre el agudo trabajo del reportero norteamericano Jeremy Scahill. El remake británico de El Topo (2011), basada en la novela de John Le Carré, es una de las películas más tensas y absorbentes sobre la Guerra Fría, el espionaje y el contraespionaje.

5. A nuestros cineastas y productores que no encuentran historias que contar o el foco de las ideas no se les enciende, les propongo una película argentina. Sí, siempre los argentinos: Relatos Salvajes (2014), candidata por Argentina para competir por el Oscar, es un ejemplo de que no se necesitan grandiosos recursos para hacer una película buena y que a su vez enganche al público común y corriente. Basta ya de películas autistas para jurados flemáticos que creen que el mundo es como lo tienen concebido en sus cabezas. Pellízquense.
 
*@Yezid_Ar_D

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