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Politiqueros, sirvan para algo

La relación clientelar que siempre ha existido entre el poder ejecutivo y el legislativo es, sin lugar dudas, uno de los grandes motores de la corrupción estatal.

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
23 de julio de 2018

Ese fenómeno que cambia de nombre en cada gobierno, nunca ha dejado de existir. Llámense cupos indicativos, auxilios parlamentarios, o mermelada, esa dinámica del toma y dame entre las ramas, sí que nos ha salido cara a los colombianos.  

Y no hablo solamente de los chorros de plata que se quedan en manos de los gamonales políticos de siempre. Unos 50 billones de pesos al año que deberían ser invertidos en cosas como la educación y alimentación de los niños, la salud, la infraestructura, o la vivienda, van a parar a los bolsillos de tipos como los Ñoños o los Besaile. Hablo también de la otra cara de la moneda: la  de la desfachatez y el oportunismo político.  

Es que la mermelada ha logrado que para los colombianos sea absolutamente imposible saber qué piensa realmente un congresista sobre cualquiera de los temas. Buena parte de quienes conforman el Capitolio, se han convertido en una especie de notarios que están dispuestos a aprobar lo que sea del gobierno que sea, con tal de que les llegue una buena tajada de la torta de la burocracia. Esto se hizo más que evidente cuando vimos que varios de los congresistas que votaron las iniciativas legislativas del gobierno de Santos necesarias para avanzar en la implementación de la paz, luego se volvieron abiertos contradictores de las mismas, cuando entendieron la inminencia de la victoria del uribismo en la pasadas elecciones. Así las cosas, los senadores y representantes que con su voto le dieron vida y oxígeno al proceso con las Farc, se fueron acomodando en las toldas y en las tesis de la derecha, para quedar bien con quien manejará el poder en el próximo cuatrienio.  

Cualquiera se preguntaría entonces: ¿esta gente en qué cree?; ¿apoyan los acuerdos como están o quieren modificarlos?; ¿son partidarios de consolidar la paz o quieren hacerle reformas que la ponen en riesgo?.

 Lo cierto es que estos “honorables” senadores y representantes que van cambiando de posiciones con la misma facilidad con la que se cambian los bóxers, realmente no creen en nada. Hablan un solo lenguaje, el de los puestos y los contratos. El resto realmente les tiene sin cuidado. 

Pues bien, esta semana acabamos de conocer el que será el circulo más cercano del presidente Duque, a partir del próximo 7 de agosto. Del gabinete escogido por el nuevo mandatario se pueden decir varias cosas. En primera medida, es necesario anotar que, en términos generales, el equipo de gobierno está compuesto por técnicos que conocen de los temas referentes a sus carteras y hay nombres que dan un parte de tranquilidad en ministerios como el de justicia o el de comercio, entre otros. También hay uno que otro de los designados que deja mucho qué desear. Dicho esto, lo que es claro es que los nombramientos de Duque molestaron a la clase política que lo apoyó.  

En su mayoría, quienes asumirán los ministerios no representan intereses políticos. No es prudente todavía cantar victoria, pues aun faltan los nombramientos en las entidades que realmente manejan la plata y los contratos del Estado. Sin embargo, ese primer paso que da Duque de alejar a los políticos de los ministerios, si bien es un acierto, puede poner en riesgo su gobernabilidad y pincharle una llanta a la aplanadora uribista que muchos daban por sentada en el congreso que acaba de instalarse.  

Dos de los partidos más politiqueros, el de la U y Cambio Radical, parecen no estar nada contentos con su falta de representación en el gobierno que entra. Esas dos organizaciones políticas, que de vergüenza tienen poco, paradójicamente podrían convertirse en los salvadores de la paz. Es decir, por primera vez en Colombia, la politiquería y la ausencia absoluta de coherencia política podrían servirnos de algo.  

Me explico. Si esos dos partidos que fueron antes los gestores y los defensores de la paz, para luego atravesársele como mula muerta en busca de réditos burocraticos, se dedican ahora a sacarse el clavo porque los dejaron viendo un chispero, podrían convertirse en la fuerza política más grande del congreso.  

Esa alianza entre los dos partidos ya se está gestando y ya sus jefes están enfilando a sus tropas para conformar ese bloque de unidad. Hoy por hoy, son los politiqueros de siempre los que tendrían en sus manos la opción de ponerle freno a un gobierno que quiere acabar con la columna vertebral del proceso de paz. Esta nueva dinámica, que vamos a ver cuánto dura, puede tener de interesante y de positivo, no solamente que sepamos por fin qué piensa realmente un congresista, sino que los indignados por la ausencia de mermelada, terminen salvándonos la paz. 

En Twitter: @federicogomezla

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