Hay un mito que cada vez nos engaña más en Colombia: ‘Todo se resuelve con leyes y normas escritas’. La irresponsable subida en 23,7 % del salario mínimo que acaba de decretar Petro, un presidente con pena y sin gloria, es un arroyo más en el río enorme de ignorancia que nos inunda.
En la China antigua, durante el legalismo de Shang Yang que dominaba en el Estado Qin, se creía que la ley lo resolvería todo, pero como lo llegaron a criticar en el confucianismo y en el taoísmo, una ley sin virtud crea problemas, no soluciones. Y vaya problemas que vienen ahora con este decreto. Me duele que haya personas que celebren este aumento como una victoria, y no como lo que es: más pobreza.
Yo no creo que esta subida sea apenas una muestra de ignorancia por parte de Petro, sino una perversa táctica electoral-populista que explota la ignorancia de muchas personas ante las elecciones del 2026. Está más que demostrado que una subida desproporcionada del salario mínimo conlleva inflación si no sube la productividad. Que los pobres se vuelvan más pobres y la clase media sufra desmedidamente no le importa a un populista, cuyo objetivo es perpetuar su influencia en el poder.
Luego de que el país observara que las mesas de negociación fueron una pérdida de tiempo, no creo que podamos hablar de un debate productivo en Colombia. De qué nos sirve todo lo que tratamos de explicar en la academia, si al final se ignora en pro de proyectos de dominancia política. Por eso, en esta columna, a diferencia de otras, no me pondré a listar la evidencia que hay a favor y en contra de subidas ‘leves’ del salario mínimo.
La inmediatez narrativa es lo que impera, no la verdad. Entonces, el populismo fatídico de Petro lleva a que se regocijen algunas personas en el engaño y la ilusión. Porque como seres humanos, caemos en lo que Keynes llamaba la ilusión monetaria: más dinero, más capacidad adquisitiva.
El populista sabe que cuando se empieza a sufrir en una sociedad por la inflación, le puede echar la culpa a sus contrincantes y puede sacar su otra varita mágica nacida en la ignorancia de la economía: ‘El control de precios’. Este, tristemente, lleva a problemas peores. Y así suene como un disco rayado, miremos el desastre venezolano, en donde el dictador de turno, ya fuese Chávez o Maduro, decretaba aumentos estrambóticos del salario mínimo, perpetuando la ruina de lo que otrora fue un país rico.
Lo que acaban de decretar es tremendamente preocupante. Es un sello de más pobreza, pero, sobre todo, una táctica para que la derecha no pueda criticar al petrismo, so pena de aparecer como defensores de las empresas y no de las personas. Nos encontramos con un caso más en el que el populismo de izquierda está dispuesto a hacer sufrir a los más pobres con tal de perpetuarse. No se les olvide que con este descarado aumento, también tendrán que subir artificialmente los salarios del sector público, todo en un contexto de desfinanciación del Estado. Ay de esta pobre Colombia, que ahora será más pobre gracias al ‘defensor de los pobres’.










