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Opinión

La soberbia es mala consejera

Es conveniente señalar que los servidores públicos, elegidos o nombrados, sean de derecha, centro o izquierda, tienen el deber ético de llegar al Estado para servir a la gente sin cálculos políticos.

Angelino Garzón
13 de noviembre de 2025

La esencia universal de la democracia radica en la existencia de una justicia pronta y en una política, a nivel del Estado, de control recíproco, de pesos y contrapesos, donde la población, como constituyente primario, sin duda desempeña un papel muy importante.

Últimamente, observamos, en varias instituciones del Estado, en los partidos o movimientos políticos, en organizaciones sociales y en sectores empresariales, el comportamiento negativo y prepotente de algunas personas que parecen olvidarse de que, en la vida, la soberbia es mala consejera.

La verdadera sabiduría de los seres humanos, por más poder político, económico o social que tengan, radica siempre en su generosidad, en saber escuchar y entender las razones del otro, y en procurar ser ecuánimes. Tener siempre la fortaleza de la guadua o el bambú, que por más que crezcan, saben doblarse, pero no romperse.

Además, los seres humanos tampoco debemos olvidarnos de que nuestro paso por la Tierra es demasiado efímero para malgastarlo en comportamientos prepotentes, descalificadores y llenos de soberbia.

Como los seres humanos no somos infinitos, es preciso tener en cuenta que el mejor legado que podemos dejar en los cargos públicos o privados es el de haber enseñado siempre con nuestro ejemplo de vida, y de manera especial con valores éticos como la cero tolerancia con la corrupción, el despilfarro, la violencia, la discriminación, las desigualdades sociales, así como con los contaminadores ambientales y con todas aquellas personas que ven al Estado como una entidad para su beneficio personal o que pretenden ser, posiblemente, los más ricos del cementerio.

En ese orden de ideas, me preocupa el comportamiento de algunos servidores públicos del actual gobierno, así como de otros sectores políticos, económicos y sociales, tanto de Colombia como de otros países, que se creen intocables.

Es conveniente señalar que los servidores públicos, elegidos o nombrados, sean de derecha, centro o izquierda, tienen el deber ético de llegar al Estado para servir a la gente sin cálculos políticos, para cuidar y proteger los bienes públicos, y para perseguir todo tipo de actividades delictivas que van contra el bien común y el derecho de la ciudadanía a vivir decentemente, libre de violencias, de corrupción y en convivencia pacífica.

Ese tipo de comportamientos de todos los servidores públicos —a nivel nacional, regional, local o en otros países— debe estar acompañado por la exigencia de la población, de los organismos internacionales y de los medios de comunicación, entre otros, de una política permanente de rendición pública de cuentas, tanto sobre las obras realizadas como sobre el manejo de los recursos públicos.

No olvidemos que la política de rendición pública de cuentas es un derecho democrático de la ciudadanía y un deber ético, de obligatorio cumplimiento, de los servidores públicos y de todas las personas o instituciones políticas, sociales o internacionales que manejan recursos del Estado.

Solo así lograremos avanzar en la construcción de una sociedad solidaria y de paredes de cristal; pero, ante todo, una donde las personas enseñemos, con nuestro ejemplo de vida, que la soberbia siempre será una mala consejera.

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