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Las cumbres poco borrascosas

Como no quiero aguar la fiesta, digamos que todos estamos muy contentos de haber tenido a tanta gente importante comiendo en La Vitrola y en el Club de Pesca.

María Jimena Duzán
14 de abril de 2012

Me perdonarán los que piensan que estas cumbres sirven para algo sustancial distinto al show social, hasta cierto punto intrascendente, en que se han convertido. Por eso me temo que, a no ser que pase algo fuera de lo previsto, la noticia más novedosa de esta cumbre va a ser el enfrentamiento que se dio entre el presidente Santos y el presidente de Bolivia Evo Morales en un campo de fútbol. Al menos ahí se vieron diferencias explicitas entre nuestros gobernantes: quedó claro que el presidente boliviano tiene mejor cintura que el presidente Santos y que la figura atlética del vicepresidente Angelino Garzón es casi tan imponente como la de Shakira. A falta del presidente Chávez y sus impertinencias, la facha del vicepresidente Garzón nos dejó a muchos sin palabras.

En materia informativa no hay nada más predecible y aburrido que estas cumbres americanas en donde las verdaderas discusiones, si es que se llegan realmente a dar, nunca salen a la luz pública y terminan siempre tamizadas por un cúmulo de declaraciones tremendamente convencionales que apelan a ese mundo de lo políticamente correcto en que se ha convertido la diplomacia multilateral. Por eso, a los empresarios no se les ve hablando de negocios, sino hablando de su compromiso social; a las mujeres, de sus avances en materia del liderazgo empresarial y político, así muchas de ellas aún sigan sintiendo los embates de una sociedad patriarcal; Shakira habló de la niñez, no de su noviazgo con Piqué, y los indígenas, que viven en el olvido, recuperaron de pronto un espacio en nuestro imaginario y salieron en los medios a hablar en foros sobre la dignidad de los pueblos y el respeto a nuestro medio ambiente, mientras las mineras socavan los recursos humanos en casi todas las latitudes de la región. Y aunque no soy chavista, sí le reconozco al presidente venezolano que su presencia en estas cumbres las ha vuelto menos acartonadas y que su papel de bufón en estos encuentros le impone cierto toque tropical a estas aburridas citas diplomáticas.

Algún canciller pedirá de nuevo, y por enésima vez, que se frene el bloqueo a Cuba y por enésima vez los Estados Unidos se hará el de la vista gorda. Otro pedirá por enésima vez que las Malvinas vuelvan a la Argentina sin que nada suceda. Hasta el tema de la revisión a la política contra las drogas, propuesta valientemente por el presidente Santos, quedó sepultada antes del inicio de la Cumbre cuando el propio presidente Obama afirmó en una entrevista para El Tiempo, horas antes de llegar a Cartagena, que ellos no estaban dispuestos a cambiar nada en esa materia. Para no hablar de las concesiones que hemos terminado haciendo los colombianos para recibir a Barack Obama, como sucede con la aprobación de una ley -de la cual nadie se atreve a hablar- que protege los derechos de autor, pero que restringe la utilización del internet.

Pero como no quiero aguar la fiesta, digamos que todos estamos muy contentos de haber tenido a tanta gente importante en Cartagena comiendo en La Vitrola y en el Club de Pesca. Y que nos sentimos muy agradecidos con el presidente Barack Obama por haber accedido a pasar no una sino dos noches en Cartagena, cuando hasta hace poco los presidentes norteamericanos solo venían por unas horas ante el temor de ser víctimas de un acto terrosita. Gracias por ese voto de confianza. La próxima vez, si las cosas mejoran, como parece, es posible que vaya a bucear con la asesora presidencial Sandra Bessudo en el Pacífico colombiano. Por lo demás, y si eso llega a producirse, ese será otro gran éxito de nuestra diplomacia colombiana.