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Los gobiernos del coronavirus

En el caso de Colombia, cuando apenas estamos ad portas de los días más complejos, va quedando claro que la agenda pública, estratégica, política y electoral del país en los próximos años estará permeada por el coronavirus.

Semana.Com
2 de abril de 2020

“Nos enfrentamos a la peor crisis global desde la Segunda Guerra Mundial”. La sentencia, realizada por el secretario de la ONU, es una evidencia más de que la página que nos tocó escribir en la historia de la humanidad a quienes vivimos en este momento, tendrá un impacto y unas consecuencias que aún no dimensionamos.

Especialmente, cuando una crisis de esta magnitud la estamos viviendo por primera vez detrás de una pantalla en tiempo real, donde la cifra de contagiados, muertos y pérdidas no solo se actualiza cada minuto de manera ágil, sino que se entremezcla con las historias de esperanza, las noticias falsas y los memes que tratan de sacar una sonrisa en medio de tanta fragilidad.

En el caso de Colombia, cuando apenas estamos ad portas de los días más complejos, va quedando claro que la agenda pública, estratégica, política y electoral del país en los próximos años estará permeada por el coronavirus. Además, que todos aquellos que tienen que ver con los asuntos gubernamentales y la administración pública, tendrán, sí o sí, que redefinir sus prioridades, reajustar sus presupuestos y aterrizar nuevamente sus metas y objetivos.

Es decir, el programa de gobierno por el cual fueron elegidos los actuales mandatarios locales y regionales, y el anteproyecto del plan de desarrollo que presentaron el pasado 28 de febrero, tendrá que sufrir una reingeniería profunda que se adapte a la nuevas realidades, necesidades y prioridades, ya que estarán gobernando para una sociedad distinta a la que los eligió.

Si bien cada territorio tiene sus propias dinámicas, sufrirá el impacto de manera distinta y resolverá los problemas derivados de la crisis con los recursos y capacidades que tenga, será importante proyectar desde ahora si obras estratégicas como el metro de Bogotá, la línea del metro de la 80 en Medellín, el pacto del golfo de Morrosquillo, los trenes de cercanía, las autopistas 4G, el plan de vivienda y servicios públicos del Gobierno nacional, los programas sociales que tienen todas las entidades públicas, entre los miles de proyectos que tienen las 32 gobernaciones y 1.102 alcaldías del país, se verán afectados por la reducción de las transferencias, la recaudación de impuestos y la redistribución de presupuestos que tendrá que hacerse.

¿Qué asuntos tendrán más relevancia durante el tiempo que dure la crisis y su posterior recuperación? Considero cinco asuntos clave que deberán tenerse en cuenta: la salud, la economía, las finanzas públicas, los asuntos sociales y la virtualidad.

Y aunque los cinco son cruciales, diversos estudios sobre el comportamiento humano han referenciado que son dos la salud y la economía los que resultan esenciales porque tienen que ver con el instinto humano de sobrevivir, para luego cumplir los sueños y ser felices. En ese sentido, las personas establecen una escala de prioridades que podría resumirse en cinco intenciones: vivir sanos, vivir tranquilos, vivir con un propósito, vivir con los otros y vivir para cooperar. Cuando una de ellas no funciona, afecta a las demás, sobre todo si están en la base como la salud, la economía y la seguridad.

Una buena referencia a esto no solo la vemos cuando estudiamos la pirámide de Maslow o las investigaciones psicológicas a nivel mundial sobre el miedo en los humanos, sino que también se puede evidenciar en mediciones de percepción ciudadana como el Gallup poll que desde 1994 lleva encuestando a los ciudadanos sobre sus principales preocupaciones que siempre aparecen dentro del primer bloque de intranquilidades: las asociadas al miedo a la muerte (salud), al miedo a no tener lo mínimo para subsistir (economía) y al miedo al daño (seguridad).

Por eso, gran parte de los esfuerzos de los gobiernos tendrán que apuntar a garantizar estas dos premisas: vivir sanos y vivir tranquilos.   

En la salud, la gente buscará sentir que tiene un sistema sanitario que puede responder a las situaciones críticas, mientras que los mandatarios deberán mostrar que están haciendo los mayores esfuerzos para salvar vidas. A su vez, a mediano plazo, los programas de prevención en la salud pública tendrán que fortalecerse para propiciar en la población mejores hábitos de vida, de higiene pública y de cuidados ambientales, hasta la realización de acciones de control en la manipulación de alimentos, la comercialización de animales y otros.

También desempeñarán un papel muy importante los programas de salud mental para el manejo de las afectaciones que se deriven de la crisis (depresión, ansiedad, miedo) y pérdidas (muertes, quiebra, otros), así como estrategias de resiliencia y recuperación emocional.

En el plano económico, será fundamental la implementación de estrategias donde se prioricen los sectores productivos más afectados, así como aquellos que son motores clave para jalonar la recuperación y dinamización de la economía, como el impulso de la obra pública, la construcción de vivienda, el turismo, el comercio, la ciencia, la tecnología, entre otros.

Cumplirá también un papel importante la generación de apoyos estatales y privados (subsidios, préstamos, créditos blandos, plazos moratorios, refinanciación de pagos y deudas), así como las estrategias que garanticen la canasta básica, la seguridad alimentaria, los servicios públicos y el mínimo o bono vital a las familias más vulnerables.

Tener claridad en estos dos frentes salud y economía nos permitirá disminuir el riesgo de conflictos familiares y sociales que se puedan producir, así como ir resolviendo con el paso de los días la gran pregunta: ¿qué ser humano, qué país y qué mundo tendremos después de esta crisis que estamos viviendo?

*Director de BioGobierno y Estrategia DC

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