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No dar papaya

Coincidencialmente o no, los fiscales de varios casos de corrupción de la administración han sido rotados o sacados

Semana
20 de agosto de 2001

Solo tres meses lleva de posesionado el nuevo Fiscal y ya, según un reciente sondeo de RCN, el 94 por ciento piensa que la Fiscalía se politizó.

La verdad es que los primeros días de la gestión de Luis Camilo Osorio no han sido del todo afortunados. Aunque de ninguna manera es un primíparo en la vida pública, al frente de la Fiscalía ha demostrado un cierto grado de inmadurez y una tendencia a hablar demasiado. Ninguna de las dos constituye una falla incorregible. Pero mientras tanto, muchas de sus actuaciones y varias de sus declaraciones han ‘dado papaya’ para que justa o injustamente se le señale.

No había transcurrido el primer día de su posesión cuando ya le había tocado rectificar unas declaraciones suyas que dejaban entrever su intención de ir al Caguán. A los pocos días despreciativamente calificó de “político” el debate del Banco del Pacífico que adelantó el Congreso, inhabilitándose él mismo para investigar el tema. Alegó que lo habían sacado de contexto. Y aunque a todas luces fue absolutamente desmedida la decisión de funcionarios de la Fiscalía de capturar en la madrugada —como si se tratara de un prófugo— al general Rito Alejo del Río, quien en todo momento ha mostrado disposición para presentarse ante las autoridades, Osorio, en este caso, volvió a dar papaya: públicamente dejó constancia de la incomodidad que le produjo la actuación de sus subalternos alegando que había sido a sus espaldas, lo que dio pie a la renuncia del director de la Unidad de Derechos Humanos. Pero la semana pasada volvió a rectificarse, asegurando en una entrevista que los fiscales no tienen porqué consultarle sus decisiones. ¿Al fin qué?

Luego volvió a dar papaya con el caso Leyva. Yo no me atrevo a conceptuar sobre su inocencia o culpabilidad. Pero lo que sí tengo claro es que la duda razonable le correspondía alegarla al juez en su fallo y no a la Fiscalía en el momento de la acusación. Y como si eso fuera poco, antes de ello le había aceptado la renuncia a la fiscal que llevaba el caso, cuando haberla sostenido en su cargo era una garantía de imparcialidad, tan cuestionada en este caso por el engranaje Leyva-Farc-proceso de paz.

Coincidencialmente o no, los fiscales de varios de los procesos por escándalos de corrupción de la administración han sido rotados o sacados. Así como también se le aceptó la renuncia al director de la Unidad Anticorrupción. Y entre los propios políticos ha comenzado a rumorarse que, a nivel regional, la Fiscalía está siendo repartida por cuotas políticas.

Me niego a creer, por cuenta de su trayectoria, que detrás de todos estos episodios exista algo distinto de una tendencia a ‘dar papaya’, a lo que ha resultado tan propenso el fiscal Osorio. En adelante tendrá que cuidarse mucho más para que la Fiscalía, que sin duda alguna es el segundo cargo más importante del país en cuanto al poder y a la trascendencia de sus decisiones, dé la sensación de que está en manos de lo que Osorio es en realidad: un hombre correcto con ganas de estar a la altura de su enorme —y nada envidiable— responsabilidad.

En lo que sí lo acompaño irrestrictamente es en la protesta que les generó a él y a sus funcionarios la irresponsabilidad con la cual la delegada de la ONU para la vigilancia de los derechos humanos, con sólo haber visitado a Colombia por escasos ocho días, concluyó que esta Fiscalía ha fallado en la decisión de castigar su violación.

¿Cuántos expedientes se habrá alcanzado a leer doña Hina Jilani?

La ONU, al igual que la mayoría de organizaciones internacionales, se equivoca con frecuencia al hacer una aproximación superficial a los problemas de nuestro país. La realidad colombiana no es plana: tiene múltiples matices que es imposible captar en una visita de ocho días, y a veces ni siquiera en años.

Amenazar a un funcionario como el Fiscal General de la Nación con que las Naciones Unidas “van a monitorear de manera permanente” sus actuaciones en materia de derechos humanos atenta contra la independencia del Poder Judicial y debe ser inadmisible por parte del país. Además, atenta contra el esfuerzo muy valioso que este gobierno ha hecho para recuperar en ese tema nuestra respetabilidad internacional.

Las oportunidades que necesita el fiscal Osorio para rehacer su credibilidad nos corresponde dárselas a los colombianos, no a burócratas internacionales que se sienten dueños de la verdad.

Pero claro: que la delegada de la ONU haya ‘cogido entre ojos’ al fiscal Osorio, por reprobable que ello sea, sólo tiene una explicación: la de que el Fiscal... dio papaya.

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