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Nombren canciller a Dania

Hablamos de una dama con suficiente experiencia en el servicio público como para aspirar a un cargo de erección popular.

Daniel Samper Ospina
12 de mayo de 2012

Quiero decir que estoy del lado de Dania Londoño; que después de oírla en La W sentí que esa mujer valía mucho, literalmente; que, sin querer demeritar a Cristopher, ni mucho menos, por primera vez creo que existe una razón para defender la soberanía sobre San Andrés. Y por eso hago esta columna: para reivindicar a Dania. Y para exigirle al presidente Santos que la nombre canciller de la República.

Y lo hago porque Dania, queridos amigos, sería la única ministra que no se dejaría mamar gallo de los gringos: o quizás sí, pero nunca en la forma en que suelen permitirlo nuestros cancilleres. Hablamos de una mujer que, a diferencia de Hernando José Gómez y quienes negociaron el TLC, no se dejó estafar por los funcionarios de Washington; de una dama con suficiente experiencia en el servicio público para aspirar, incluso, a un cargo de erección popular. Yo voto por ella: a pesar de su trabajo, Dania se deja manosear menos que Juan Lozano; no cambia tanto de posición como Roy Barreras; maneja lo que sucede a sus espaldas mejor que mi tío Ernesto; echa menos paja que el ministro de Hacienda. Y, a pesar de que va a Dubái como quien baja a Girardot, viaja menos que Santos, que esta vez visitó Asia. Hizo bien. Bogotá está insoportable. Y además fue una gira provechosa: en Singapur, por ejemplo, bautizaron una orquídea con su nombre, lo cual fue muy bonito: debe retener bastante líquido ella también. Y la delegación aprovechó que ya estaba en Asia para pasar a la China. No podía ser de otra manera, teniendo el presidente los ojos tan achinados como los tiene. En la numerosa comitiva viajó el ministro Cárdenas, a quien empelotaban y vestían con una sábana de pañal para que hiciera las veces de Buda, cosa que fue del agrado de las autoridades orientales, con cuyo pueblo nos hermanan varias cosas: Marlon Becerra, para no ir muy lejos, parece chino. Mírenlo bien. Y el mismo Uribito era un producto made in China: era un Uribe chiviado.

Faltó que Dania integrara la comitiva para estimular la importación de las bolas chinas, pero, en lugar de eso, la pobre tuvo que soportar a unas escandalizadas damas cartageneras que afirmaron, ofendidas, que "no es necesario ser prostituta para sostener a tu hijo". A menos, agrego yo, que quieras que tu hijo se dedique a la política.

El hecho es que la juzgan por metalizada, como si hoy en día todo no fuera plata. Según la canciller, la Cumbre de las Américas costó 35 millones de dólares, sin incluir los consumos sexuales del Servicio Secreto. Y con 35 millones habrían podido construir 300 colegios, fabricar 1.200 casas o comer dos personas donde los Rausch, con todo y postre.

Pero la inversión se justificó porque gracias a la Cumbre descubrimos a Dania, ejemplo y mártir. Dirán que nombrarla canciller puede ser vulgar, pero ¿qué no es un vulgar en este país? El diputado Rodrigo Mesa dijo, textualmente, que invertir en el Chocó es como perfumar un bollo. Y en un reciente debate sobre la droga el procurador Ordoñez acudía a la metáfora de que le estaban untando vaselina por detrás para legalizar la marihuana, en una descripción tan gráfica que era imposible no imaginárselo en esas. Qué procurador tan bárbaro, Dios bendito: en ese debate pidió aislar a los drogadictos, cosa que increíblemente ha comenzado a suceder: por hablar trabado, Navarro Wolff ya no trabaja en el Distrito, por ejemplo. Y a Wílder Medina ya nadie le hace pases porque todos saben lo que él hace con los pases. Aislar a los drogadictos es una medida fascista, pero si la van a implementar deberían empezar por el procurador, que es adicto a la religión. Y la religión, ya lo sabemos, es el opio del pueblo.

Por lo pronto, yo legalizaría la heroína, que para mí es Dania, y por eso imploro que ingrese al gabinete. Nadie como ella podría organizar la próxima Cumbre de las Américas. Maneja el inglés básico que se necesita para comunicarse con un burócrata norteamericano. Y si, como dice María Ángela Holguín, donde hay un hombre, hay prostitución, la presencia de Dania en los consejos de ministros evitaría que sus colegas femeninas se den por aludidas ante semejante frase.

Nuestro brillo internacional siempre ha sido mediocre: ostentamos la tenencia del colombiano más chiquito del planeta, del huevo más grande del mundo. En cambio, Dania nos regaló un trozo de fama mundial que por primera vez tuvo trascendencia. Es la mujer que desnudó al Imperio: el chiquito más grande del planeta, el mejor huevo del mundo; la nueva Policarpa. No nombrarla ministra sería como perfumar a Rodrigo Mesa. Dania sería la primera canciller que no se entregaría a los gringos: al menos no gratis; la primera canciller que no se arrodillaría ante los gringos: al menos no de día. Haría voluptuosas las aburridas curvas del cuerpo diplomático. Y, a diferencia de María Ángela Holguín, defendería con optimismo la soberanía sobre San Andrés: la isla de Roncador se llamaría así en honor al escolta que la contrató; y los tribunales internacionales fallarían a nuestro favor cuando haga fotos para una revista y muestre todo el archipiélago.

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