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PANTALON CORTO Y PIERNAS PELUDAS

En su última novela, la autobiografía "Jóvenes, pobres amantes", Oscar Collazos ahoga al adolescente que una vez fue, en el chorro de reflexiones trilladas y paternalistas del adulto que es hoy.

Semana
31 de octubre de 1983


Una novela que tenga este subtítulo: "Sensual y entrañable aventura juvenil" está condenada de antemano, a menos de que sea una pieza de literatura rosa. Sin embargo, en este caso no se trata de una aventura de Corín Tellado, ni está editado por la empresa de fotonovelas La Foca, sino que es un libro del conocido escritor colombiano Oscar Collazos. Se llama Jóvenes, pobres amantes, fue editado recientemente por Plaza & Janés en Barcelona y tuvo buena acogida por parte de la crítica española.

En un arranque autobiográfico, el autor intenta volver sobre sus conflictivos pasos de adolescente, rememorando incursiones en pandillas juveniles y toscos pinitos amorosos en los burdeles de Buenaventura. Pero como en ese chiste malo y viejo que dice que un boy-scout es un niño vestido de idiota y su líder un idiota vestido de niño, en esta oportunidad Collazos se puso exactamente en el papel del líder. ¿A quién se le puede ocurrir que un quinceañero que se sueñe con una muchacha desnuda se despierte exclamando; "¡Oscuros pelos sedosos y una entreabierta cueva de emanaciones rosáceas! ", que cuando se dedique al deporte de corretear mujeres por la calle se vea a sí mismo como "diestro perseguidor de muchachas o perseguidor del viento que alzaba sus faldas", o que cuando entre a un cine pornográfico se haga esta reflexión: "entraba a la gelatinosa ensonación de los hombres: satisfechos hasta reventar con su artificio de celuloide". Eso sólo se lo puede inventar un adulto, un seudointelectual o un mal poeta. O Collazos, quien en vez de intentar ver el mundo a través de los ojos de un adolescente, ve al adolescente a través de los ojos de un adulto, distorsionándolo con el lente de su paternalismo y congelándolo en los lugares comunes de sus reflexiones tardías.

Otro escritor colombiano, Andrés Caicedo, muerto a los 26 años, sí supo qué tan difícil era hacerse adulto, y lo supo hasta reventar ahogado en pepas. Hay una novela corta suya, El Atravesado, que coincidencialmente tiene una serie de elementos en común con la de Collazos. El tema es el mismo, aunque tiene como escenario a Cali, y el protagonista es un adolescente que para hacerse hombre le destroza a pedradas los vidrios de la casa a la mujer que le hace el primer desdén amoroso; que tiene por biblia a "Rebeldes sin causa" y a Elvis Presley por ídolo, y que tras ver asesinar uno por uno a todos sus compinches de gallada después de una noche de pelea, corre a su casa sabiendo que el joven violento que lidia con la vida a patadas y cuchilladas sólo es otra cara del niño que todavía puede esconderse en los brazos de su mamá: "(Ella) me bañó el ojo izquierdo con el trapito de agua caliente, y yo me le acerqué mucho y le dí un montón de besos en la cara y le acaricié el pelo, y le dije que olía rico, ella alzó los ojos y yo en aquellos tiempos me perdía en sus ojos, no era sino mirarlos y me iba en barco, viento a favor..."

Este es un retrato, hecho por un maestro, de un muchacho de carne y hueso, mientras que el protagonista de Collazos con sus forzadas reflexiones intelectualosas y sus crisis de cajón, parece un muñeco pintado por un aprendiz. Caicedo narra la adolescencia, Collazos la comenta Caicedo la revive, Collazos trata de inventársela.

Curiosamente, los críticos literarios en España --país donde reside Collazos-- se desbordaron en elogios. El Diario de Barcelona calificó a Amantes de "verdadera novela de crisis", y le reconoció al autor "magnetismo especial" y "modo natural de contar" entre otras cien virtudes. Ana Basualdo, del diario "La Vanguardia", dijo aún más entusiasmada que se trata de una "síntesis explosiva de lo bello y lo bastardo, lo sublime y lo siniestro". Otro comentarista más habla de "libro intenso, escrito con gran nervio". Si no fuera por esta sorprendente andanada de elogios en otro país, uno simplemente guardaría el libro después de leerlo sin otro pensamiento más profundo que "Otra novelita mala de Collazos". Desgraciadamente, aún después de conocer tanta flor, y del pensar la cosa dos veces, no queda más remedio que hacer exactamente el mismo comentario.