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Los peligros de la percepción

Quizás el reto más importante que tiene Colombia en 2018 es reducir el pesimismo a sus justas proporciones.

Esteban Piedrahita, Esteban Piedrahita
7 de enero de 2018

Una de las características más notables del año que terminó fue el pesimismo imperante entre los colombianos. Sin duda hubo razones para ser negativos. La dinámica económica llegó a su punto más bajo dentro de la desaceleración que inició en 2015 tras el desplome del petróleo, y ello finalmente se sintió en el mercado laboral. En este contexto, el alza en el IVA fue particularmente sensible. También salieron a la luz escándalos de corrupción sin antecedentes en el país en su escala y alcance. Y todo esto enardeció un ambiente de crispación política que quizás no se veía desde el fin de la violencia partidista hace 60 años.

Resulta normal que eventos negativos de índole coyuntural ensombrezcan nuestra perspectiva sobre realidades más estructurales. En este sentido, la última edición de la encuesta internacional de la firma de investigación de mercados inglesa Ipsos MORI, titulada Los Peligros de la Percepción, resulta reveladora. Este sondeo, que cubre 38 de las economías más grandes del mundo, encuentra que las personas tienden a tener percepciones exageradamente negativas sobre la situación de sus países en temas como la seguridad y la salud, entre otros. Llama la atención que entre el 20 por ciento de países de mayor brecha (negativa) entre percepción y realidad estén tres latinoamericanos (Brasil #2, Perú #4 y Colombia #7) y que las 6 naciones de la región incluidas en el estudio estén todas dentro del tercio más pesimista.

Los datos para Colombia son muy dicientes. Cuando se le preguntó a los encuestados cómo se comparaba la tasa de homicidios actual con la de 2.000, un 51 por ciento dijo que era más alta y un 28 por ciento que era más o menos igual. La realidad es que este indicador ha bajado un 60 por ciento desde ese año y que Colombia fue el cuarto país con la mayor reducción en todo el grupo. Algo similar sucede cuando se les pregunta por el número de muertes causadas por actos terroristas en 2002-2016 versus 1985-2000; 31 por ciento de los colombianos piensan que aumentaron y 37 por ciento que se mantuvieron estables. Lo cierto es que Colombia tuvo la mayor reducción absoluta en víctimas del terrorismo en el período considerado: de 10.300 muertes pasó a 1.800.

En cuestiones de salud también se pifian los colombianos. Cuando se les pregunta por el porcentaje de sus conciudadanos que consideran que su salud es buena o muy buena, estiman que es menos de la mitad (48 por ciento); cuando la cifra real es 76 por ciento. Es notable que el país es el séptimo peor en percepción en esta materia, pero el décimo mejor (y el primero en América Latina) en la calificación que hacen los propios ciudadanos sobre su estado de salud. Los colombianos también sobreestiman considerablemente el porcentaje de sus compatriotas con diabetes, la incidencia del embarazo adolescente y la tasa de suicidio entre jóvenes.

Quizás el reto más importante que tiene Colombia en 2018 es reducir el pesimismo a sus justas proporciones. La fortaleza y celeridad de la reactivación económica dependerá de las percepciones de empresarios y consumidores. La elección de un nuevo presidente debería, al menos por un tiempo, apaciguar el catastrofismo estridente de la izquierda y la derecha más extremas, sobre todo si resulta vencedor un candidato moderado. Tristemente, la polarización y la invectiva con frecuencia tienen réditos en materia electoral, aunque carcomen los cimientos del contrato social. Mi deseo para el nuevo presidente, quien quiera que sea, es que enfrente oposiciones más serenas y responsables.

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