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Fajardo, saber hacer

Mi voto en la primera vuelta (y ojalá también en la segunda) será por Sergio Fajardo, y no es difícil recopilar las razones por las que quiero que Colombia tenga un presidente profesor, como dice el estribillo de campaña.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
20 de mayo de 2018

Mi voto en la primera vuelta (y ojalá también en la segunda) será por Sergio Fajardo, y no es difícil recopilar las razones por las que quiero que Colombia tenga un presidente profesor, como dice el estribillo de campaña.

Sergio Fajardo ha sido copiosamente votado en dos elecciones, primero para la alcaldía de Medellín y después para la gobernación de Antioquia, sin que ninguna maquinaria partidista lo avalara y sin haber hecho una carrera política tradicional; no fue concejal, diputado ni congresista, ni ha hecho discursos en sesiones de 10 horas de parlamento, porque para él la política tiene solo un significado: ejecutar. Llegó sin clientelismo ni corrupción a los cargos para los que fue elegido; en consecuencia, gobernó planeando la ejecución del plan y sin pagar favores.

Gobernar sin ofrecer gabelas #SePuede. Por ahí puede empezar la recuperación de los 50 billones de pesos que los corruptos nos roban al año, el mayor impuesto que pagamos, como unos idiotas, todos los colombianos. 4 años de gobierno que no le ponga precio al voto de cada congresista, comenzaría a cambiar las dinámicas siniestras en la relación del ejecutivo con el legislativo, de los contratistas con los gobernantes, de los jueces con los implicados, y así.

Fajardo demostró saber gobernar sin negociar cupos, auxilios ni mermeladas con los parlamentarios, diputados y concejales con los que le ha tocado en suerte ser interlocutor. Como él mismo dice: “El que paga para llegar, llega para robar”, por eso, en principio, sus campañas (incluida esta) son austeras, se endeuda poco, gasta poco.

Pero, además de cortar vías a la corrupción, Fajardo ha sido un administrador eficiente. Solamente dos de los candidatos en contienda han sido elegidos para gobernar, Gustavo Petro y Sergio Fajardo, de manera que quien quiera hacer una comparación de la capacidad de administrar, tiene a mano la demostración en los resultados de ejecución conseguidos al final de los mandatos de cada uno. La gente califica a Fajardo de ‘tibio’, cuando lo compara con las pasiones que despierta el discurso de un gran orador como Gustavo Petro. “Tibio si, pero templado”, dijo con humor Fajardo en una entrevista; tiene la experiencia, argumentos y razones de un matemático que ha ejercido en dos ocasiones como ejecutor y administrador estricto de los recursos públicos, con resultados positivos (y con sus lunares, que nunca faltan). Esa es la diferencia entre saber decir y saber hacer, y no me cabe duda qué clase de presidente prefiero.

Fajardo tiene una virtud insólita en un político, e incluso inconveniente en campaña. No habla de lo que no tiene absolutamente bajo control, no especula, como se dice en los juegos “no caña”. Lo suyo no es botar cifras para hacer creer que lo tiene todo bajo control, ni mostrarse como experto cuando no tiene todas las fichas en la mano. A esa prudencia la llaman tibieza, falta de compromiso, escasez de emocionalidad. A mi me parece más una virtud, no mentir ni comprometerse con lo que no sabe si podrá cumplir. Fajardo, a diferencia de sus contendores, no alardea con el nuevo país que se comenzará a construir el 8 de agosto; él sabe que no gobernará otro país: es este mismo, con sus inercias corruptas, sus acuerdos pactados, sus congresistas elegidos, sus contratos firmados. Estratega no es el que planea la mayor cantidad de reformas, sino quien hace lo mejor con lo que tiene a mano, y eso es lo que ha hecho Fajardo al heredar procesos tan complejos como la desmovilización de los paras y sus consecuencias en Medellín o la obra de HidroItuango, que no diseñó ni contrató, pero tuvo que administrar.

Su plan de gobierno, que ya a estas alturas ha sido analizado con lupa, contiene las propuestas mejor ranqueadas en educación, economía y medio ambiente, y los analistas resaltan no solo la relevancia de la promesa sino, sobre todo, su viabilidad técnica.

Fajardo respalda el proceso de paz y está comprometido con su implementación; tiene enfoque territorial en sus propuestas; busca reducir la inequidad por la vía de la universalización y mejora de la educación, y no por la ruta de hacer más ricos a los ricos; sabe rodearse de profesionales, técnicos y científicos que pueden planear para administrar este desmadre de país.

Voy a votar por él porque respeto profundamente y creo y confío en dos personas que tiene muy cerca. Su esposa Lucrecia, siquiatra y feminista, dedicada a trabajar por las mujeres y sus derechos; y su vice Claudia, comprometida a fondo con la igualdad y la lucha contra la corrupción. ¡Ah! y porque es el único candidato que le gana a Duque en segunda vuelta. ¿Alguien necesita más razones?

@anaruizpe

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