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El atractivo irresistible del poder

En la pasada semana observamos tres casos en América Latina en los que los mandatarios buscan perpetuarse en la dirección del estado. Eso se va volviendo una costumbre en nuestro medio.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
2 de diciembre de 2017

América Latina no se diferencia mucho de otras regiones del mundo en el afán de algunos de sus primeros mandatarios de continuar, con cualquier pretexto y por cualquier modalidad, ejerciendo el cargo más allá de los períodos establecidos en el ordenamiento legal del país.

El ejercicio del poder tiene un atractivo irresistible y siempre hay pretextos para justificar la pretensión: “el clamor incontenible de las muchedumbres”, “la obligación de defender a la nación de las amenazas que la asechan” o “culminar los logros de la revolución”. Para esos efectos, también habrá una corte, un juez o un tribunal dispuesto a facilitarlo.

Esta semana mientras que sigue la polémica por el resultado de las elecciones en Honduras en las que el presidente Juan Orlando Hernández busca la reelección, nuestro vecino Nicolás Maduro “notificó” que seguirá gobernando a Venezuela partir del 2018. Al mismo tiempo Evo Morales se dio las mañas para que su reelección pueda darse, no obstante que un referendo y la constitución se lo impiden. Por su parte Rafael Correa, que logró tres reelecciones sucesivas y abrió la posibilidad para una nueva reelección, ha regresado al Ecuador para “rescatar al partido de la traición”, aunque se adivina que va para la cuarta.

Lo que habría que preguntarse es, por qué en el caso de la desastrosa situación económica, política y social que existe en Venezuela, Maduro pretende la reelección ¿Será que teme verse una vez salga del poder en el trance del general bosnio croata Slobodan Praljak en la Corte Penal Internacional? ¿O acaso que los papeles cambien y tenga que afrontar un juicio ante el congreso como ha sucedido con varios de sus predecesores? ¿O será que de pronto que le han susurrado al oído que debe seguir para mantener el socialismo del siglo XXI?

Evo Morales por su parte, afirmó "Si el pueblo dice ‘vamos con Evo‘, ningún problema” y que su reelección en el 2019 será un hecho. Sin embargo, es un caso especial basado en el consabido lema de “el poder viene de Dios”. En su última posesión usó un camisón bordado hasta los pies, una corona, sandalias, un reluciente grabado en oro del Tata Inti (Dios Sol) en el pecho y un bastón de mando con incrustaciones doradas. Es pues una especie de monarquía constitucional, pero diferente a las europeas que son simplemente simbólicas.

Los monarcas han optado por hacer periódicas peroratas ante sus áulicos en escenarios seleccionados, en las que desde un trono lanzan denuestos contra otros estados y sus gobernantes, desafían a los “imperialistas” y amenazan a sus opositores que de inmediato deben esconderse o apresurarse a salir del país.

El problema es que semejantes situaciones pacientemente tienen que soportarlas los vecinos, ya que las fuerzas de seguridad del estado, tratando de seguir los lineamientos de su patrón no dudan en hacer incursiones armadas en el país vecino, como sucedió la pasada semana cuando unidades de la guardia nacional de Venezuela penetraron impunemente en el departamento de Norte de Santander.

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