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¿QUIEN LE TEME A LA ELECCION DE ALCALDES?

Nada puede ser peor que el centralismo que impera hoy en el país.

Semana
17 de diciembre de 1984

Cuando esta revista esté en circulación ya se habrá votado en el Congreso la elección popular de alcaldes y, probablemente, si todo sale como lo esperaba el Gobierno, se le dará luz verde al proyecto. Pero, ¡que parto, por Dios! Si una propuesta con tantas cartas de recomendació como ésta vivió tan difícil trámite parlamentario ¿qué puede esperar el país del Congreso en torno a la aprobación de otros proyectos vitales, como los relacionados con el rescate económico del país?
Con el ingenioso y no menos sustancioso slogan de "Hay que ponerle pueblo a esta democracia" Alvaro Gómez había lanzado políticamente en 1980 el proyecto de la elección popular de alcaldes, que alcanzó a dar una vuelta completa en el Congreso, pero que desgraciadamente murió antes de iniciar la segunda ronda. Posteriormente el proyecto formó parte del programa político de Belisario, y en la actualidad constituye uno de los puntos esenciales de la llamada "apertura política", que a su vez representa la única garantía de que los acuerdos de paz con la guerrilla no vuelen sobre Colombia como una paloma pasajera. Puede apreciarse, entonces, que el proyecto de elección de alcaldes tiene más de largo y de ancho de lo que pudiera parecer a primera vista, y su aprobación podría convertirse en el hecho político más trascendental de esta segunda mitad de siglo en Colombia, a menos que antes del año 2.000 nos transformemos, por ejemplo, en una monarquía, lo que es muy poco probable.
No obstante haber surgido de una iniciativa del entonces senador Alvaro Gómez, y por consiguiente constituir una propuesta netamente conservadora, fue del propio seno de este partido de donde surgieron los principales francotiradores del proyecto, encabezados por el senador pastranista Guillermo Angulo Gómez. Este grupo de enemigos de la elección popular de alcaldes había surgido en la época en la que o se estaba con Alvaro o se estaba con Pastrana, por lo que oponerse al proyecto constituía una simple cuestión de "celo profesional". Pero ni aun la unión del partido logró unir a los conservadores en torno a una bandera política tan poderosa. Por eso ahora que el gobierno presentó nuevamente el proyecto con algunas adiciones, como las relacionadas con el referendum nacional y municipal y la creación de nuevas circunscripciones electorales, los enemigos tradicionales se agarraron de ellas como argumento para torpedear el trámite del acto legislativo.
Inspirado y seguramente redactado por el senador Angulo Gómez, la Dirección Nacional Conservadora había expedido en días pasados una declaración equívoca contra el proyecto que produjo una gran confusión. Nadie entendía cómo, si la elección de alcaldes había figurado en el programa de la convención que eligió a Betancur como candidato, la dirección de su propio partido le retiraba ahora el apoyo al proyecto, sirviendole de paso en bandeja de plata al liberalismo la oportunidad de acusar con razón a los conservadores de ser los principales enemigos del gobierno conservador.
Lo más lamentable del episodio es que los argumentos esgrimidos contra el proyecto, que intentaron presentarse entre un empaque altruísta o filosófico (... que si al país le conviene más el sistema federalista que el centralista, que si la democracia local o la nacional), escondían realmente en el fondo la preocupación de que la elección de alcaldes menoscabara el poder político de algunos congresistas en sus departamentos. Como cuando las señoras se niegan a que sus maridos les revisen la chequera por el temor a estar sobregiradas la posición de los enemigos del proyecto era, en últimas, un problema de cuentas. Ellos tampoco querían exhibir sus chequeras políticas.
Contra el proyecto también se esgrimió la tesis de que no era oportuno, en la medida en que muchos municipios colombianos quedarían en virtud de la elección de alcaldes "gobernados" legítimamente por la guerrilla.
Nada puede ser peor que el centralismo actualmente imperante a nivel del poder ejecutivo. Como muy claramente argumentara en su momento Alvaro Gómez a favor del proyecto, los colombianos, a pesar de estar regidos por una democracia, sólo tenemos una oportunidad, cada cuatro años, para realizar una formidable y casi ilimitada delegación de poder en cabeza del Presidente de la Republica. Este puente levadizo, que únicamente en los comicios presidenciales se baja para unir al pueblo con el gobierno, se levanta de nuevo ocho horas después. Y durante cuatro largos años, el pueblo se mantendrá alejado de las decisiones primarias de la vida pública: el alcalde, el juez los agentes de policía, y tódos los demas símbolos humanos de la autoridad municipal seran personajes extraños y transitorios. Estarán ahí por mandato de un superior distante, y sólo a él se sentirán obligados a responderle. Su transito por el municipio es, pues, sólo una escala de una antipática trayectoria-burocratica. Y eso es aún más notorio en el caso del alcalde, que en la actualidad es sólo un funcionario subalterno, desprestigiado, al que se le brinda el mínimo respeto.
La elección popular de alcaldes es la manera de lograr que los colombianos restablezcan relaciones con el Estado. Es la forma de acercar la expresion más elemental de la autoridad, que es la municipal, a la organización más elemental del ciudadano, que es la vida comunal. "Los pueblos, dijo Alvaro Gómez, deben poder darse el gobierno que se merecen".
Al argumentar que la elección de alcaldes es peligrosa, lo que se está haciendo en el fondo es sugiriendo que el pueblo no está preparado para ejercer la función del sufragio, lo que constituye un concepto aristócrata de nuestra vida republicana que repugna con el espíritu mismo de la democracia. Lo único que garantiza la elección de alcaldes es una extensión del ejercicio democrático, que no puede traer nada distinto de una sana renovación política.
Por eso a la elección popular de alcaldes le pasa lo mismo que a Virginia Woolf. La consigna es que hay que temerle, pero nadie sabe en realidad porqué.--