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Odio (7). La religión como máscara

Esta religión no tiene nada que ver ni con Dios ni con los creyentes y son perversas per sé en cuanto levantan muros de odio mientras destruyen la grandeza que el hombre ha construido en la historia de la evolución.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
11 de diciembre de 2017

Las crisis también necesitan su momento exacto para estallar. Muchos le apuntamos al proceso de paz con la fe del montañero, pero al parecer el conflicto con las Farc no estaba aún lo suficientemente maduro para resolverse y ni Santos, ni Timochenko, ni el país estaban preparados para este momento. El primero, porque le cabe tanta soberbia que parece un autista que pisa la estratosfera; el segundo, porque salió del monte cargado de tigre y firmó la paz sin abandonar el cinismo o la peleadera. ¿Y Colombia? Porque una gran parte de la población cree que “la paz” es un premio a las Farc, que solo a la guerrilla se le dan oportunidades (y casas y dinero) y que los ciudadanos del común que la han luchado honradamente desde siempre nada ganan con este proceso (“eso creen”, no digo que esto es cierto). No es esta una idea gratuita. Es el veneno que ha regado la religión del odio. 

Esta religión no tiene nada que ver ni con Dios ni con los creyentes y son perversas per sé en cuanto levantan muros de odio mientras destruyen la grandeza que el hombre ha construido en la historia de la evolución. A muchos, creer en Dios les ayuda a encontrar la espiritualidad o a sobrellevar esta cosa tan difícil que es tener que vivir. Pero en muchos casos también, ya no Dios sino la religión, resta energías, confunde y usa a los fieles y seguidores para lograr los fines propios: llaman la atención por estos días los titulares de las “iglesias” -entre comillas porque me refiero también a esas otras- para las que sus fieles son solo votos. Los trastean de un lado a otro como si fueran muebles usados (y ellos se dejan trastear). Les dicen “Hay que votar por el que yo diga” y ellos dicen que votarán solo por el que diga el fulano porque asumen que no tienen criterio propio y que su voluntad pertenece a ese que los ha hipnotizado.

En todo este odio hay mucho de narcisismo, pues los que odian se creen en el deber de “liberar” a los infieles, a los que no creen como ellos. A quien está en paz consigo mismo, ¿de qué lo “liberan”? La religión es solo una máscara del odio. Quizás por eso las redes sociales están inundadas de insultos y peleas y sangre, y al mismo tiempo en ese mismo muro están repletas de amén, de aleluya, de alabado sea Su nombre. Presumo que por aquello de que “el que peca y reza empata”.
“Uno ama porque ama. No entiendo cómo pueden amar a alguien porque le temen”, es una frase de James Baldwin que tiene otro sentido en Colombia: son muchos los que aman justo a ese que tanto les produce pavor. Dicen frases como “Si fulano llega a la Presidencia, ahora sí se jodió este país”, pero al final votan por ese fulano quizás con la ilusión de que el día de mañana puedan enrostrarle ese voto: “No me hagas daño a mí que yo voté por ti”. Hemos trasladado a la política el miedo y las culpas de la religión. Cada “iglesia” ha creado un dios propio de acuerdo a sus intereses porque el hombre no fue hecho a imagen y semejanza de Dios: Dios fue hecho a imagen y semejanza de cada creyente. Ese por el que votamos, ese al que tanto le tememos, es a nosotros mismos. Vamos a joder al país pero no nos importa, porque nos odiamos demasiado. Ese es el plan: el autosaboteo.

El mensaje de perdón y reconciliación del papa en su paso por el país caló justo hasta el instante mismo en que se fue. El odio que aparentemente había desaparecido durante su visita, volvió. Y volvió recargado. Como Matrix. Los próximos meses correrán mucho más fuertes estos vientos de odio a lo largo de Colombia, a menos que cada uno de nosotros entienda que no tenemos que dejarnos envenenar con el odio de los políticos, pues con las frustraciones propias ya es suficiente. Y que tampoco tenemos que masacrarnos a insultos sabiendo que los únicos que ganan son ellos (y aquellos medios que hacen zafarrancho con el odio y luego voltean la vista para responsabilizar a otros).

@sanchezbaute