Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

¡Váyase, señor ministro!

No han sido pocos ni menores los desaciertos de este accidentado inicio de gobierno. Pero haber nombrado al señor Alberto Carrasquilla en el Ministerio de Hacienda fue, sin lugar a dudas, una de las decisiones más torpes del nuevo mandatario.

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
17 de septiembre de 2018

Con esta imposición burocrática, su jefe político le metió al presidente un golazo de chilena y en el ángulo. Y Duque, quien debió haber tenido la destreza y los pantalones para atajarlo, se quedó inmóvil y perplejo viendo la entrada triunfal del balón en su portería.

La cosa con Carrasquilla empezó mal desde el principio. Desde el punto de vista puramente político, la jugada de Duque fue un desastre. Recordemos que una de las críticas más recurrentes durante la campaña de los adversarios del hoy presidente fue la de que por cuenta de su falta de experiencia y trayectoria, sería un títere de quien lo puso en el Palacio de Nariño. Pues bien, los nombramientos eran una buena herramienta para empezar a desmontar esa afirmación. Sin embargo, Duque puso a la cabeza de las carteras más importantes a personas de la entraña de su jefe.

En el caso del Ministerio de Hacienda, tomó la desafortunada decisión de entregarle el cargo a quien jugó ese mismo papel en el primer gobierno de Uribe y, así, Alberto Carrasquilla llegó por segunda vez a manejar los destinos económicos de Colombia. ¡Flaco favor le hizo ese nombramiento al intento de parecer independiente del señor presidente!

A partir de ese momento, el nuevo ministro se estrenó en el cargo con un puñado de declaraciones salidas de tono, que dejaban la impresión de que, para él, los pobres están muy ricos, y los ricos están muy pobres. Hasta aquí, no hay nada fuera de lo común. Simplemente, un presidente inexperto que le debe esta vida y la otra a su mentor y tiene que complacerlo, y un ministro dedicado a proteger a los ricos. Ese fue el gobierno que elegimos...

No obstante, las rigurosas investigaciones del siempre lúcido periodista Daniel Coronell y del senador Jorge Enrique Robledo, nos dan hoy una luz de esperanza y tienen a Alberto Carrasquilla al borde de llegar a donde debería estar: afuera del ministerio.

No voy a entrar en la minucia de la desfachatez y el descaro de Carrasquilla. Estos hechos ya han sido explicados y evidenciados con todo el rigor por Robledo y Coronell. Pero, en resumidas cuentas, sin meterle mucho complique, lo que hizo el flamante ministro fue usar su condición de jefe de la cartera de Hacienda para endeudar hasta el cuello sin necesidad a 117 municipios, y luego montar una empresa con una estructura accionaria que huele a podrido y aprovechar la ley que había dejado lista para llenarse los bolsillos de plata.

Hasta donde se sabe, por el momento el ministro no está en un problema legal. Pero el problema ético es más que evidente. Este señor es un aprovechado y un aventajado que jamás debió haber recibido el premio de ser ministro de Hacienda por segunda vez.

El debate de si el ministro se benefició o no con este tema es, por decir lo menos, estúpido. ¿O es que en un país donde el salario mínimo no llega a los 900.000 pesos puede alguien dudar de que percibir ingresos por 8.000 millones es un tremendo beneficio?

Aquí pueden pasar cuatro cosas:

1- Que Duque lo eche.

2- Que el tipo renuncie.

3- Que prospere en el Congreso la moción de censura.

4- Que se haga el pendejo y se quede campante esperando que, con el siguiente escándalo, este se nos olvide.

Aun cuando creo que la cuarta opción es la que se impondrá, hoy voy a apelar al optimismo para pedirle al presidente que considere la posibilidad de echarlo. ¡Ese tipo no debe ser ministro, presidente, y tampoco puede usted defender lo indefendible! Lo que ha pasado hasta ahora a usted poco lo salpica. Simplemente se despistó y le metieron un gol... Es normal que usted quiera evitar el golpe político que implica que se le caiga uno de los ministros mas importantes cuando apenas lleva un mes en el cargo.

Pero ponga las cosas en una balanza: para su gobierno será mucho más costoso mantener a un ministro metido en semejante lío y herido de muerte. Su reforma tributaria será un desastre y su imagen empezará a caer como coco. Lo ideal seria que Carrasquilla tuviera un mínimo de dignidad y renunciara. Pero si eso no pasa, no se le olvide que usted es el presidente y que, a decir verdad, echarlo es apenas su deber. ¿No nos dijo usted que el que la hace la paga?

En Twitter: @federicogomezla

Noticias Destacadas