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OPINIÓN

Saade: el apóstol del caos

La falta de capacidad operativa y técnica de los funcionarios del Gobierno es una constante.

Wilson Ruiz Orejuela
31 de julio de 2025

Si hay algo que ha caracterizado al gabinete de Gustavo Petro es la falta de tecnicismo. El presidente acude a su torpe liderazgo y elige personas sin la más mínima preparación y experiencia en la gerencia pública, convirtiendo al poder ejecutivo en lo que hoy se refleja en los televisados consejos de ministros: una burda caricatura de lo que debe ser la instancia ejecutiva de mayor importancia en el país, donde lo último que se escucha es una solución a los problemas que afronta nuestra sociedad y se limitan a reproducir sandeces que el jefe de Estado expresa de forma reiterativa y decadente.

El nombramiento de Alfredo Saade como jefe de despacho de la Presidencia de la República es propio de esa particularidad. Este polémico personaje llegó con una misión puntual: destruir todo a su paso. La llegada de Saade a la alta esfera gubernamental es muestra clara de lo que ha sido la administración Petro, donde prima el pago de favores políticos por encima de las capacidades profesionales requeridas para los altos cargos de gobierno, instancias en las que se adoptan las decisiones de mayor impacto para el país.

Las expectativas de los colombianos frente al “gobierno del cambio” han resultado un fracaso total. Basta con revisar la gestión pública, donde la ejecución presupuestal a la fecha es del 37,7 %, muy por debajo de la media histórica del 42 % desde el año 2000.

Adviértase que este no es meramente un dato, sino un reflejo de la incapacidad y falta de voluntad política para cumplir con las promesas realizadas durante la campaña, cuando la eficiencia y la gestión pública debían ser los pilares.

En lugar de avanzar en la implementación de políticas públicas que respondan a las necesidades más urgentes de la ciudadanía, la actual administración ha centrado sus esfuerzos en la construcción de una narrativa populista que desatiende las demandas sociales y económicas más apremiantes, comprometiendo gravemente el bienestar del pueblo.

El hasta ahora trabajo del nuevo jefe de despacho se ha hecho visible al extralimitarse en la Cancillería por el tema de pasaportes, participar e intervenir en política, gritando “reelección” en el Congreso de la República, justamente el día de la instalación de la última legislatura de este período constitucional, ignorando que sus conductas constituyen un reproche disciplinario y penal, de acuerdo con el Código General Disciplinario y el Código Penal.

Este comportamiento, además de transgredir el marco normativo, demuestra una vez más la intención del presidente de perpetuarse en el poder, desconociendo la separación de poderes y el respeto por la Constitución. Y el encargado de la tarea no es más que el célebre contratista-corbata de la UNGRD.

Las actuaciones del Ejecutivo al colocar a Saade en esa posición parecen orientarse a la creación deliberada de un clima de caos y desestabilización nacional. Las presiones constantes e injerencias sistemáticas en temas coyunturales han configurado un escenario propicio en el que, según su perspectiva, la reelección se presenta como una solución viable para el progreso del país.

Aferrados a ideas incendiarias y de corte radical, vinculadas con posturas dogmáticas, fomentan una narrativa que insinúa que la permanencia en el poder es la única vía para asegurar el futuro del país, a expensas de los principios democráticos y constitucionales. Este enfoque recuerda la dependencia enfermiza de quienes buscan aferrarse al poder sin importar las consecuencias para la Nación.

La falta de capacidad operativa y técnica en los funcionarios del Gobierno es una constante. No más fuimos testigos del derroche de los recursos públicos y el uso indebido de las aeronaves de nuestra Fuerza Pública para enviar a la nueva “consentida” del presidente a una misión que no era otra que influir en las decisiones del Consejo Superior de la Universidad Popular del Cesar —UPC—.

Por lo demás, el grupo élite de funcionarios de Presidencia y del Ejecutivo es, en su inmensa mayoría, personas que carecen de la preparación académica y profesional necesaria para ocupar cargos de alta responsabilidad. Incluso Saade, quien en su momento se autoproclamó “pastor”, cuando ello también es una falacia y una manifiesta intención de dañar la fe.

Esto último provocó un pronunciamiento de la Confederación Evangélica de Colombia —CEDECOL—, que manifestó no conocer siquiera al usurpador de la fe, Alfredo Saade, quien pasó de una simple corbata en la UNGRD a vestirse, para nuestra desgracia, con la indumentaria completa de jefe de gabinete.