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San Faustino y el Catatumbo: del apogeo a la postración

El ignorado territorio de “San Faustino de los Ríos”, fue arduamente disputado entre Colombia y Venezuela durante más de un siglo, por ser la llave de acceso a la región del Catatumbo por la que se llegaba al mar.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
20 de junio de 2019

Pocos saben que 19 kilómetros al norte de Cúcuta se encuentra el pequeño corregimiento de “San Faustino de los Ríos”, fundado en 1662 por don Antonio de los Ríos. Aunque de extensión muy reducida, fue con la Guajira el territorio más disputado durante la dilatada controversia sobre la delimitación de la frontera terrestre entre Colombia y Venezuela   

Era la llave para acceder al río Zulia y por este al Catatumbo que desemboca en Lago de Maracaibo. San Faustino, pletórico de historia, fue la puerta para el desarrollo no sólo del departamento de Norte de Santander sino de gran parte del estado venezolano del Táchira.

Por la vía del Catatumbo ingresaba a Cúcuta y a los municipios aledaños prácticamente todo. Los productos importados de Europa y de los Estados Unidos hicieron de la capital norte santandereana un emporio de progreso que no se veía ni siquiera en las grandes ciudades de nuestro país. A la vez por esa vía se exportaba hacia el mundo cacao, café, tabaco y añil de los que Norte de Santander era gran productor.

La vía era tan importante, que casi simultáneamente se construyeron dos ferrocarriles. En Colombia, el de Cúcuta, que iba desde Villa del Rosario y Cúcuta hasta Puerto Santander sobre el río La Grita. En Venezuela el Gran Ferrocarril del Táchira, que desde el estado Táchira llevaba a “Encontrados” en la desembocadura del río Zulia en el río Catatumbo, por el que se navegaba   hacia el Lago de Maracaibo y el Caribe. Entre Puerto Santander y Boca del Grita se construyó luego un puente que permitió la interconexión entre los dos ferrocarriles, de manera que no era raro observar vagones el ferrocarril del Táchira en Cúcuta y del de Cúcuta en “Encontrados”. Fue un ejemplo de integración sin tratado, que desarrolló extraordinariamente la región fronteriza.  

Sin embargo, poco a poco todo se vino abajo. Un gobierno de Colombia resolvió levantar los rieles y construir por la vía del ferrocarril una carretera, mientras que la Federación Nacional de Cafeteros sólo habilitó a los puertos de la costa atlántica y a Buenaventura para la exportación de café, afectando gravemente a Norte de Santander.   

Ahora en la región del Catatumbo, una de las más peligrosas del país, como dice la ranchera “la vida no vale nada”. Está colmada de coca mientras que grupos armados pugnan por imponer su control, secuestran helicópteros y “retienen” a oficiales del ejército que tratan de cumplir su misión. Para alivio de males, ingresan oleadas de venezolanos huyendo del caos y dispuestos a hacer cualquier cosa, desde raspar coca hasta integrarse a una de las bandas que frecuentan el área.

¿Cómo es posible que una región que hace un siglo fue modelo de desarrollo y ejemplo de integración, haya llegado a esta postración?

Menos mal que en la iglesita de San Faustino, que curiosamente está consagrada a “San Nicolás de Tolentino”, se encuentra una reliquia de San Faustino, un soldado romano de Brescia, Italia, que luego fue presbítero y murió martirizado en el año 122 por predicar el cristianismo. Habrá que pedirle al santo que se acuerde del Catatumbo y que lo convierta en lo que era hace cien años…

(*) Decano de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno, Relaciones Internacionales y de Gestión y Desarrollo Urbano de la Universidad del Rosario            

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