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“¡Se lo tengo!”

Estos difíciles tiempos se han traducido en la posibilidad de consolidar nuevas estrategias de negocios o de emprendimiento en los que con anterioridad no hubiéramos siquiera apostado.

Marco Tulio Gutiérrez Morad, Marco Tulio Gutiérrez Morad
11 de mayo de 2020

Debo confesar que frente a la angustia generalizada que nos ha transmitido la covid-19, empieza a vislumbrarse un país en el que siempre hemos creído y vivido; el país de la informalidad, del rebusque, del desvare. Durante los últimos cincuenta años, esta es una realidad innegable de nuestro contexto económico, al punto que dicha informalidad laboral y empresarial representa cerca del 33 por ciento de nuestro PIB y que para el año 2019, representaba cerca de 310 billones anuales, suma superior al presupuesto anual para 2020, esta realidad está incrustada en la espina dorsal de nuestra sociedad, durante los últimos gobiernos este ha sido asunto generalizado de análisis económico y fiscal, sin embargo la informalidad hace parte de nuestro ADN, quién no recuerda la venta en los semáforos de toda suerte de artículos; cigarrillos al menudeo, chocolatinas importadas, bebidas energizantes, traperos, extintores, juegos de mesa e incluso sofisticados adminículos que parecen sacados de un comercial de televentas, es incuestionable que nuestra marca cultural está adobada siempre por el caluroso “¡se lo tengo!” del informal vendedor, quien incluso sin tener el producto solicitado ya ha aceptado la eventual y futura transacción, y de manera inexplicable con un par de gestos o señas en cuestión de segundos logra materializar la entrega del producto, que seguro ese día jamás imaginó que iba a vender, eso somos, ese es el contexto de la informalidad, de esa realidad que durante años ha traído a miles de hogares colombianos el sustento para los ”tres golpes”, esa misma que ha servido para pagar cánones de arrendamientos y luego para pagar cuotas de créditos hipotecarios, esa que ha servido para pagar matrículas de universidades y sacar adelante profesionales, esa que ha logrado que familias enteras hayan podido sortear la pobreza e incluso en muchos casos la extrema miseria.

Esta crisis sanitaria, que ha obligado a un confinamiento al menos hasta ahora indefinido, ha logrado en menos de tres meses cambiar circunstancialmente las condiciones que hasta marzo eran apenas impensables en nuestra cotidianidad, hoy estamos a merced de las pantallas de ZOOM, Hangouts o Microsoft Teams, nuestro día a día laboral se tuvo que ajustar a los vehículos tecnológicos que ante la cuarentena y la prohibición de libre circulación, nos permiten interactuar como si estuviéramos frente a frente en cualquier sala de juntas u oficina, estas circunstancias han permitido crear en ciertas empresas la posibilidad de alargar las jornadas laborales, obteniendo muy buenos indicadores de eficiencia, e incluso incrementando sus ingresos, sin duda, estos ejemplos nos muestran cómo será el cambio que tendremos que afrontar; productos que antes de la covid-19 estaban en el mercado y no eran considerados de primera necesidad, pero que ante los desafíos sanitarios han adquirido un papel preponderante, por ejemplo, las toallas de papel cuyo uso era limitado, hoy son un producto indispensable, relegando a un uso casi que suntuario las toallas de tela; la industria detrás de los jabones para el lavado de manos, si bien, siempre han existido, está científicamente demostrado que la exhaustiva higiene en las manos con un recurrente lavado cada tres horas, es uno de los elementos más certeros para la lucha contra el coronavirus, los geles antibacteriales se tornaron en un elemento obligatorio en cada  automóvil, en cada mesa de noche, en cada cocina, licoreras departamentales vendiendo más alcohol antiséptico y gel antibacterial que aguardiente y ron parecieran una película nunca imaginada; los vendedores de comida a domicilio nos muestran que va ser muy difícil regresar a los sitios tradicionales que no tendrán la forma de cumplir los mandatos del distanciamiento social.

Estos difíciles tiempos se han traducido en la posibilidad de consolidar nuevas estrategias de negocios o de emprendimiento en los que con anterioridad no hubiéramos siquiera apostado, la consolidación de sectores que si bien han estado ahí, han comprendido la naturaleza del cambio y han logrado apalancarse en él para lograr obtener más clientes, por ejemplo, el boom de los cursos y clases en línea, webinars; seminarios dictados a través de plataformas tecnológicas, si bien, la educación virtual venía en un decantado proceso de maduración, estas circunstancias edificaron un sistema que permite a abogados, ingenieros, arquitectos, médicos y cualquier profesional profundizar sus conocimientos en aspectos modernos y actuales, que tal vez antes del confinamiento, por la misma dinámica de la cotidianidad eran impensables. Hoy puedo decir que cerca de cumplir 70 primaveras, he logrado en estos tres meses aprender de normas de law compliance, seguridad del trabajo y estrategias de comercio electrónico, esto en la comodidad de mi casa y sin incurrir en gastos onerosos.

Quien iba a imaginar que el año 2020 pasara a la historia como el año en el que se acabaron los conciertos y los eventos masivos, sin embargo, el entretenimiento ha tenido que evolucionar y reinventarse a fin de mitigar estos momentos de apremio, en ese entender han aflorado las aplicaciones en las que se logra interactuar con artistas, músicos, conferencistas, en fin, se ha logrado crear una nueva industria de entretenimiento sustentada sobre la base del distanciamiento y la interacción directa de la audiencia con el protagonista del evento.

Esta pandemia le ha dado irónicamente el espaldarazo a cientos de emprendimientos de comercios electrónicos, es claro que ese concepto que en otras latitudes ha imperado durante muchos años, en este momento se convirtió en la forma más segura de desarrollar el intercambio de bienes y servicios,  existen comercios de toda índole, productos alimenticios, farmacéuticos, textiles, autopartes e incluso de lujo, que han logrado a través del fortalecimiento de los medios de pago activarse como nunca antes se había logrado, casos de incluso tiendas de barrio que han apostado a montar sus inventarios en páginas web adaptando plataformas de pago para que el cliente ni siquiera tenga que interactuar con el domiciliario.

Ni qué hablar de las plataformas de streaming, aquellas que han suministrado nuestro entretenimiento durante estas oscuras horas, es vital analizar que estas cada día crecen más y que la interacción con los ciudadanos es mayor, no solo como televidentes sino como fuente de ingresos, pues los contenidos audiovisuales, sonoros y de edición se están realizando con el auspicio de una red de cientos de colaboradores freelance que están ubicados en sus hogares a lo largo y ancho del planeta.

Estas circunstancias nos ubican en un nuevo orden mundial, en el que desafortunadamente ante la abrupta brutalidad de lo que tuvimos que sortear desde el confinamiento en nuestras casas, abrieron el cerrojo para que adaptaramos cambios que en otros lugares ya hacían parte de la cotidianidad, nuestro país ha de adoptar políticas estatales tendientes al fomento del comercio electrónico y de la consecución de ecosistemas cashless, en Colombia estamos en mora de generalizar las soluciones de pagos inteligentes, nuestros sistemas de transporte, de pagos y de adquisición de bienes deben volcarse hacia la tecnología. Es una apenas elemental consecuencia de la epidemia que atravesamos, el dinero en efectivo, que siempre ha sido un caldo de cultivo de todo tipo de infecciones está condenado a su muerte, incluso, antes de esta crisis en países más cercanos a nuestro contexto, como Brasil o México, entendieron esta situación y giraron hacia la efectividad digital, desestimulando el uso del efectivo en prácticamente todos los sectores.

Sabemos las complejas dificultades que muchos sectores han tenido que enfrentar y con las que han tenido que lidiar en medio de esta inusual circunstancia, pero consideramos que las condiciones de cambio y de reactivación están por llegar, es una oportunidad irrepetible para que todos como sociedad podamos decir sin reparo: “ ¡Se lo tengo!”

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