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SE "PERRATEO" NUESTRA T.V.

Semana
1 de abril de 1985

Es cierto que la vida es un valle de lagrimas. Pero resulta un poco absurdo que la T.V. colombiana esté programada para refregárnoslo permanentemente, a través de un "boom" de telenovelas que vienen descendiendo sobre el país tan amenazadoramente como los marcianitos de los juegos de video.
Bip, bip, bip, bip... las tragedias se ofrecen a la carta, y hay de todo. Desde la extraña aventura de Sor Cascabel quien, aunque pueda sonar un poco rebuscado, abandona el convento para trabajar de trapecista en un circo perseguida por el amor de un "hombre", hasta niños autistas, malos de látigo y quinceañeras que sueñan con ser reinas de belleza; madres solteras, madres casadas, o simplemente madres, Conchas Child, Carrintongs y nazis. Y ahora se anuncia el estreno de "Leonela", una mujer que en un solo dia vive las más contradictorias experiencias de amor: se gradúa, la despiden de soltera y la violan... mientras a través de una propaganda de T.V., una mujer con sospechoso acento venezolano promueve la telenovela advirtiendo que hay de todo: celos, amor, "¡hasta golpes! ".
Tenemos, pues, que la famosa licitación de la cultura, tan criticada en un comienzo por haber llenado la T.V. de espacios didácticos, ha caido en la tentación de nivelar la programación por lo bajo: Y de las tres telenovelas-que inicialmente figuraban en sus horarios hemos pasado, en cuestión de pocos meses, a la exagerada suma de diecisiete (incluyendo nacionales, extranjeras y espacios colombianos dramatizados), que consumen 24 horas de la programación actual. Eso significa que los colombianos pasan prácticamente un día completo de la semana viendo telenovelas, compenetrándose con los dramas de Sor Cascabel, El Puma, La Señorita Flo y Gloria y próximamente también con los de "Viviana", que habla sido suspendida en Colombia por inmoral y por ramploma.
Pero, ¿qué es lo que define exactamente a una telenovela? ¿El hecho de que se pase todos los días, o los elementos melodramáticos que la componen? Si sólo la primera característica fuera determinante, Dinastía, que en realidad lo es, no podría considerarse una telenovela. Eso significa que el género realmente lo determinan los ejes y puntos de convergencia que son típicos del melodrama.
No hace muchos años que en Colombia las telenovelas eran consideradas con animo peyorativo. A medida que los libretistas colombianos fueron domesticando los elementos del melodrama y perfeccionándose en el arte de combinarlos, mas y mas telespectadores, de todas las clases sociales, se fueron aficionando a las teletragedias. Pero me atrevería a asegurar que se le debe a "Pero sigo siendo el Rey", que irónicamente era una típica anti-telenovela, el destape de tantos colombianos que eran consumidores vergonzantes de telenovelas, y que finalmente se atrevieron a confesar su amor incondicional por el género.
Si, una telenovela es fundamentalmente un melodrama. ¿Cuales son esos elementos básicos que, sumados matemáticamente, producen lagrimones geométricos. Son infinitos, pero por lo general no hay telenovela sin triángulo amoroso sin hijo, sin mujer abandonada u hombre sin sentimientos, sin rico y pobre o sin débil y poderoso. Pero cuidado: jugar a combinar estos elementos sin tener conciencia sobre sus explosivas consecuencias, puede resultar desastroso.
México fue el primer pais donde los elevados ratings de las telenovelas obligaron a muchos a tomar muy en serio el género. Entre otros al gobierno, que deliberadamente se propuso explotarlo con fines didácticos (aunque pueda sonar aburridoramente antipático). Comenzaron entonces por dramatizar temas como el aborto, el control de la natalidad o la historia de Benito Juárez, que presentados de otra manera habrían tenido muy bajos ratings.
Pero el ejemplo anterior no significa, de ninguna manera, que todas las telenovelas deban ser didácticas. En Colombia ha habido estupendas telenovelas que han explotado subgéneros igualmente válidos como el histórico ("Revivamos Nuestra Historia"), el literario ("Flor de Fango", de Vargas Vila), o el humorístico ("Pero sigo siendo el Rey"), y el simplemente rosa con gran éxito y poco de ramplonería. Intento más bien llamar la atención sobre las ventajas del género, pero también sobre los riesgos que trae consigo una dosis excesiva de telenovelas, que parece ser el caso de la T.V. colombiana. El primero de estos riesgos es la satu!acion del televidente. Pero es menos grave pues el segundo es su idiotización.
Las telenovelas crean conceptos absolutos sobre ciertos valores. La gente tiende a omnubilarse con las tajantes diferenciaciones que se crean entre buenos y malos, y con las definiclones deliberadarnente superficiales sobre la tristeza o la felicidad.
En últimas, los mensajes involucrados en las telenovelas son entregados al espectador tan herméticamente empacados, que resulta mas cómodo sentarse a mirarlos que tomarse el trabajo de analizarlos.
Lo anterior no significa que deba declararse una guerra sin cuartel contra las telenovelas. Ellas forman indudablemente, parte del género televisivo, y poseen condiciones francamente envidiables para ganarse la atención incondicional del televidente. Pero deben ser pocas, escogidas y tan ajenas como sea posible a la ramplonería. Lo que está sucediendo actualmente con nuestra programación de T.V. constituye una aventura demasiado arriesgada, hasta para una monja trapecista.-

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