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Secuestro: El fracaso de una estrategia cruel

El secuestro político se extendió en Colombia como arma de guerra de distintos grupos y actores y el listado de personas que lo han padecido o nunca regresaron es tan prolijo como doloroso.

Semana
10 de abril de 2012

El recuento del secuestro como arma de guerra en el conflicto colombiano es no solo extenso sino particularmente cruel. Del mismo pocos sectores de la vida nacional han escapado, ya estos hayan sido dirigentes políticos, funcionarios públicos, miembros de las fuerzas armadas, ciudadanos con algún supuesto o real poder económico (legal e ilegal), o figuras de algún tipo de la llamada “vida nacional”. Además de su naturaleza extorsiva el secuestro o “toma de rehenes” adquirió un perverso sentido político. Baste recordar lo que en los inicios del M19 significó el sacrifico de José Raquel Mercado o lo que en las postrimerías de ese mismo grupo significó el secuestro de Álvaro Gómez Hurtado, que paradójicamente, articuló a ese grupo a la posibilidad de una negociación de paz. El secuestro político se extendió en Colombia como arma de guerra de distintos grupos y actores y el listado de personas que lo han padecido o nunca regresaron es tan prolijo como doloroso.

Casi en la mayoría de los casos el secuestro ha sido una práctica circunscrita especialmente a motivaciones económicas, incluyendo las mal llamadas “pescas milagrosas”, pero más recientemente despuntó la de secuestros masivos con fines políticos. En todos los casos y mediando situaciones trágicas y dolorosas y algunas más afortunadas, puede decirse que además de una tragedia nacional, la estrategia de secuestros colectivos con supuestos fines políticos ha resultado en una estrepitosa derrota moral, política y militar para la guerrilla. Dijo el Nobel José Saramago celebrando la liberación de Sigfredo López, único sobreviviente de la muerte de los doce Diputados del Valle a manos de las FARC: “Nadie en el mundo que se considere humano, aprueba el secuestro de personas para alcanzar objetivos políticos”.

En el caso del ELN sus dos secuestros masivos en Cali (La Maria y Km 18) terminaron, además de militarmente cercados, levantando una masiva ola de repudio que dio origen a las primeras grandes movilizaciones contra el secuestro. Pero en el caso de las FARC el fracaso es aun mas estruendoso: apuntalando su idea de un “canje de prisioneros” las FARC se embarcaron en la insensata tarea de hacer “crecer” su “botín”, y cuando no pareció suficientemente importante tener miembros de la fuerza pública optaron por tocar al establecimiento político. Y el secuestro de los diputados de la Asamblea del Valle constituyó el punto más alto de ese empeño, pero también su más grande fracaso cuando por cuenta de su propia paranoia los asesinaron en Junio de 2007.
Una combinación de exitosas y a veces fracasadas operaciones militares de rescate; el descrédito por la inhumanidad de las condiciones del cautiverio junto a la inamovible actitud arrogante e insensible de la guerrilla (en que con una liberación podían marcar una “diferencia”), terminaron por llevar al fracaso moral, político y militar de esta cruel estrategia.

¿Un gesto insuficiente?

Todos hemos celebrado la reciente liberación de diez miembros de la fuerza pública que aún estaban en poder la guerrilla. También el anuncio de las FARC de proscribir el secuestro como arma de financiamiento. Pero todos esperamos más de la guerrilla. El presidente de la Republica, en sintonía con ese sentimiento generalizado, ha dicho que ambos gestos, aunque en la dirección correcta, son insuficientes en el camino de poder iniciar un diálogo de paz.

El secuestro ha marcado de manera profunda y dolorosa la vida nacional y hoy existe una presión creciente para ponerle fin de manera inmediata. Todos quisiéramos que el tema del secuestro quede resuelto de una sola vez y para siempre jamás. Eso incluye la información de miembros de la fuerza pública de quienes no se sabe su paradero (varios de ellos descubiertos por la guerrilla en misiones de inteligencia); la libertad de casi 500 civiles que se presume con buenas razones en poder de la guerrilla y la proscripción total, no parcial del secuestro como arma de guerra.

La solución del tema del secuestro (algo que nunca debió ocurrir), en las actuales condiciones, está inevitablemente atada a la posibilidad de un proceso de paz. Entonces una pregunta valida, aunque “políticamente incorrecta”, no fácil de hacer ni de responder y con el respeto por las víctimas y sus familias es: ¿ya hechos unos gestos iniciales, no son justamente estos otros asuntos los que deberían resolverse de primero, pero en el marco de un diálogo de paz, no antes como una precondición?

*Excombatiente del M19
Co-gestor del “Mandato Por la Paz, La Vida y la Libertad” y las Movilizaciones NO MAS ¡ contra el Secuestro.