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Sencillamente inmoral

Las 85 personas más ricas del planeta logran beneficios de casi medio millón de dólares cada minuto. El secuestro de la democracia por parte de las poderosos es el gran generador de la desigualdad.

Germán Uribe, Germán Uribe
14 de noviembre de 2014

Cualquiera pensaría que cuando los gobiernos hablan de crecimiento y desarrollo económico están incorporando en ellos consecuenciales beneficios para toda la población, incluida aquella que vive en la pobreza, tanto en la mal censada, como en la incuantificable extrema. Pero no es así. Golpean a la sociedad y a ritmo creciente, la concentración de la riqueza a la par con la injusticia social en medio de los cantos de sirena de un ilusorio crecimiento económico.

Aquí en Colombia, por ejemplo, en donde se ha ensayado de todo y no se ha hecho nada, en los ocho años del azaroso gobierno de Uribe, todas las baterías se pusieron al servicio de lo que se llamó “política de seguridad democrática” que en últimas no fue otra cosa que la protección a la producción y a la inversión por encima de cualquier interés del orden social. Y una de las tantas secuelas de ello fue la brecha cada vez más amplia que se hizo sentir entre los productores e inversionistas privilegiados y el resto de la sociedad. Los ricos se multiplicaron… pero los pobres también. Este señor, una especie caricaturesca de Robin Hood moderno, resolvió poner patas arriba la mítica leyenda del hábil arquero que combatía la injustica robando a los ricos para darle a los pobres. Con él, eran los pobres quienes debían sostener al Estado mientras los ricos amparados en la seguridad prometida explotaban las riquezas y acumulaban fabulosas ganancias.  

Por estos días se dio a conocer un turbador informe de la ONG Intermón Oxfam, producto de una amplia investigación dirigida a establecer las causas y consecuencias de la persistente desigualdad social que golpea a casi todos los países del mundo, acentuada peligrosamente, como sabemos, en Asia, África y América Latina.   

No se requiere ser especialista para convenir en que es casi un axioma el señalamiento que se hace de que al origen de esta gran injusticia social y política están la dominación concentrada del mercado con tácticas despóticas y el monopolio del poder político por esas mismas fuerzas de élite que son sus especuladoras.
 
Para dar muestras de querer combatir la desigualdad vemos como todos los gobiernos, incluido el nuestro, la vienen incorporando como asunto destacado de su agenda, aunque en la práctica terminan por reducirla en la mayoría de los casos a engañosas reformas tributarias. Ni siquiera en las etapas de mayor prosperidad los gobiernos y los dueños del poder económico han querido volver la mirada sobre este drama que, por su egoísmo y ceguera, va a terminar por golpearlos con la probabilidad de destruir sus castillos de ensueño y su “buena suerte” transitoria.

La dictadura del comercio en unas pocas manos y el uso abusivo que hace del poder político apropiándose de gobiernos e instituciones, ha hecho que la desigualdad vaya en aumento con el efecto inmoral de beneficiar hasta extremos inimaginables a aquellos que poseen una mayor riqueza, haciendo caso omiso de la corrupción política que se deriva de ella, del incremento de la delincuencia, de las fisuras que le causa al mismo crecimiento y en general, a la desaceleración  del progreso y la movilidad social.

No pocas veces hemos hemos oído decir que enfrentar la desigualdad iría en perjuicio del crecimiento. Ya ese argumento perdió peso desde cuando algunas personalidades del FMI se atrevieron a afirmar que la desigualdad en cambio ha contribuido notoriamente a alimentar la crisis financiera.

Como los detalles que desnuda este sondeo de Oxfam son por sí solos elocuentes, mi intención no es la de darles piso racional y reflexivo, sino servirlos escuetamente al lector que ya ha percibido o quiere conocer de este fenómeno con tintes de epidemia que golpea peligrosamente la estabilidad de la democracia en todo el mundo.

En palabras de tales investigadores, son el “fundamentalismo de mercado” y el “secuestro democrático por parte de las élites”, con sus privatizaciones inherentes, los verdaderos promotores de la desigualdad.

Veamos lo más destacado. Desde el inicio de la crisis económica en 2008, la cifra de multimillonarios o milmillonarios se ha duplicado y en el último año las 85 personas más ricas del mundo “lograron beneficios de casi medio millón de dólares cada minuto y tienen más que la mitad de la humanidad más pobre". Y, entre 2008 y 2014, de 793 milmillonarios se pasó al escandaloso número de 1645.

En fin, reproduzco literalmente estos concluyentes datos cuya difusión y resonancia deberían cubrir de vergüenza a quienes promueven o amparan el sistema capitalista imperante, empotrado en un mundo en donde el término democracia no pasa de ser una simple mascarada.   

“Si cualquiera de las tres personas más ricas del mundo gastase un millón de dólares al día, tardaría 200 años en acabar con su riqueza. Bill Gates tardaría 218 años y el español Amancio Ortega, 172 años.”

“Si los milmillonarios del mundo aportasen tan sólo un 1,5 % de su riqueza, se podría recaudar suficiente dinero para asegurar que todos los niños de los países más pobres vayan a la escuela y que haya asistencia sanitaria en los 49 países más pobres del planeta.”

“De 2013 a 2014, sólo en Latinoamérica y el Caribe, el número de personas que acumulan más de mil millones de dólares creció un 38 %.”

“Los ricos latinoamericanos atesoran cerca de dos billones de dólares en paraísos fiscales.”

Y naturalmente que el informe no se queda ahí. Nosotros sí porque nos parece que lo dicho ya es suficiente para tomar conciencia del injusto y aberrante mundo en el que estamos viviendo. En plena era global, la sociedad y el poder político parecen desentenderse del más grave de los problemas del siglo XXI, viendo impasibles cómo millones y millones de personas están siendo marginadas del consumo, de la toma de decisiones, del acceso al mercado y al bienestar y de la aproximación beneficiosa a la tecnología.

Sencillamente inmoral. 
guribe3@gmail.com