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El país que se desangra

Ariel Ávila
15 de abril de 2020

El país ha entrado en una especie de letargo producto del nuevo coronavirus o covid-19, esto ha ocultado otras agendas del debate nacional y sobre todo, la realidad de la seguridad que vive el país. En las últimas horas se han producido tres hechos de violencia, que demuestran que varias regiones de Colombia se están desangrando.

El primero se presentó en Argelia, Cauca, hace apenas unas horas. Allí, hace 15 días, llegó un grupo disidente de las Farc que se autodenominó Carlos Patiño, era la tercera vez que lo intentaba, en las anteriores, el ELN u otra disidencia de las Farc los había expulsado. No se debe olvidar que Argelia fue una de las casas históricas de la exguerrilla de las Farc. Sin embargo, esta vez fue diferente. El Frente Carlos Patiño llegó buscando desmovilizados de las Farc, casa por casa, allí les decían que debían reincidir o debían irse del municipio o morirían. Los desmanes se dieron por varios sitios del municipio y al final, en las últimas horas, un grupo armado desconocido, al parecer los emboscó. El saldo serían más de una decena de muertos. Los siguientes videos muestran el saldo de la batalla. (imágenes sensibles)

 

El segundo hecho se presentó en el departamento del Guaviare. En dicho lugar, el grupo armado de Gentil Duarte emitió un comunicado amedrentado decenas de familias. Les decía que no podían recibir ayuda de ONG o de cooperación norteamericana. Allí, este grupo parece amo y señor, andan en varios caseríos y nadie los combate. Convocan reuniones con cientos de personas y no se hacen operativos militares.

El tercer hecho, ocurrió en el Bajo Cauca antioqueño, el grupo neoparamilitar de los Caparrapos o Caparros amenazaron a Eder Narváez, un periodista de la región. No debe olvidarse que allí se libra, desde hace meses, una de las guerras más violentas en el país. El Clan del Golfo se disputa metro a metro el territorio con los Caparrapos. Incluso, a principio de año se conocieron imágenes de decapitaciones a la orilla del río en toda esa subregión. Igualmente, las comunidades hablan de descuartizamiento, como en las viejas épocas paramilitares.

A estos tres hechos se les suma la fuerte disputa en el Bajo Putumayo entre el Frente Carolina Ramírez y el grupo de La Mafia Sinaloa, que ha dejado decenas de muertos. Igualmente, la guerra en la costa pacífica nariñense y caucana no se detiene, todo el pacífico vive una de las olas de violencia más fuerte en décadas. 

Aquí me podría quedar explicando lo que pasa en Buenaventura, donde en solo algunos días se han producido 8 homicidios, o lo que se vive en el Catatumbo, o en la zona metropolitana de Cúcuta, donde también hay descuartizamientos. Lo cierto es que la seguridad en el país se deteriora a un ritmo increíble. Y parece, como si las autoridades estuvieran en shock, no dan pie con bola. La pregunta, en este punto es, por qué sucede eso. La respuesta no es clara.

Análisis que van desde que el nuevo coronavirus se ha tragado la atención de las autoridades, hasta situaciones de división en la fuerza Pública, así como temas de corrupción se dan como explicación. Sin embargo, ninguno es totalizante y concluyente. Lo cierto es que algo pasa en la fuerza pública y particularmente en las Fuerzas Militares. Hay guerras en múltiples sitios del país y las autoridades de seguridad parecen espectadores. 

En medio de esta guerra caen líderes sociales. Poblaciones campesinas, indígenas o negras están confinadas o se ven obligadas a desplazarse y el sueño de paz se escapa entre las manos en una mezcla de sectarismo ideológico, ignorancia y prejuicios. Lo cierto es que al Gobierno de Iván Duque la seguridad le hace agua.

   

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