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SOS por la reincorporación

Es la segunda columna que escribo sobre el tema, y sobre el terreno, la situación sigue siendo desastrosa como hace un mes.

Ariel Ávila, Ariel Ávila
13 de septiembre de 2017

En materia de reincorporación de las Farc no hay nada. Absolutamente nada. Más de mil guerrilleros han salido de lo que eran las zonas veredales, ahora llamadas espacios transitorios de capacitación y reincorporación. La mayoría han salido para donde sus familias y sus zonas de nacimiento, pero también varios se han ido para las mal llamadas disidencias.

No hay proyectos productivos, no hay tierra para que estos exguerrilleros trabajen y no hay una articulación institucional. Si bien existe el dinero de emergencia, es decir, los 690.000, en lo práctico los exguerrilleros no saben qué va a pasar con ellos en el futuro. La idea era que para esta fecha ya existieran los proyectos productivos o al menos el material básico para comenzar. Pero no hay nada.

El desastre de la reincorporación desató un debate público con lo sucedido con Rodrigo Cadete, uno de los mandos medios más importantes de las Farc, quien al parecer habría reincidido y volvió al monte. La oposición a la paz dijo que se trataba de una estrategia de las Farc de crear una retaguardia armada y que todo estaba planeado. Las Farc insinuaron que se trataría de un secuestro. Pero todo parece indicar que la situación es más compleja. Cadete se habría ido al monte porque no veía futuro o prospectiva en la vida civil. El día del concierto en la plaza de Bolívar con motivo de la clausura del congreso constitutivo del partido político de las Farc, Cadete manifestó “yo que hago en este peladero”. Además dijo… “aquí no van a cumplir nada… solo tenemos unas mudas de ropa y no hay plata ni para comprarse algo”. Otro guerrillero en las zonas de capacitación manifestó: “No hay nada que hacer, ni enseñan, nada que signifique plan de choque  para vivir en la vida civil… eso sí, la mayoría de la gente que se ha ido es para donde su familia a hacer una vida  en medio de la nada”.

Durante los diálogos de La Habana el tema de reincorporación se negoció en solo algunas horas, se hizo en ese famoso cónclave en el que se abordaron cerca de ocho temas en apenas tres días. De esa negociación quedaron varios vacíos, por ejemplo, no hubo ningún plan especial para mandos medios, tampoco nada claro sobre el modelo de reincorporación y menos del paso a paso para lograr esa reincorporación efectiva. Desde mucho antes de firmar los acuerdos de paz se sabía que el modelo de reincorporación con las Farc debía ser rural, colectivo y  codirigido, mientras que el modelo que venía utilizando el Estado desde la desmovilización paramilitar, era como para rehabilitar alcohólicos, donde el reincorporado debía ir a reclamar plata de acuerdo a la cantidad de cursos y preparación que hubiese tomado, pero no había construcción de un proyecto de vida. Era un modelo urbano, individual y dirigido dispersamente por el Estado. Es decir, dos modelos totalmente opuestos.

Uno de los objetivos básicos de  cualquier proceso de paz es realizar el derecho a la garantía de No repetición y una de la partes fundamentales para lograr este derecho, además de verdad, perdón y reparación, es conseguir una buena reincorporación de la gente que deja las armas. Evitar que se devuelvan al monte, y garantizarles un proyecto de vida digno que provea un mínimo de sustentabilidad. Cadete llegó a manejar más de 500 personas, y a administrar miles de millones en presupuesto para la guerra, era un mando al que la comunidad le obedecía. Y ahora lo único que la sociedad colombiana le ofrece es vivir en un cambuche y dos mudas de ropa, es obvio para cualquiera determinar qué oferta es mejor.

Gran parte del fracaso del proceso de reincorporación de los paramilitares fue producto de que cerca del 80 por ciento de los mandos medios reincidieron en el crimen y gracias a que nunca hubo un programa especial para ellos. El Estado colombiano ya sabía qué errores no podía volver a cometer.

A la falta de un programa de reincorporación se suma el fracaso de la amnistía, aún centenares de guerrilleros siguen en las cárceles. En esta materia lo ocurrido parece un chiste, se saca una ley en diciembre de 2016, luego un decreto en febrero de 2017 para explicar la ley, y luego otro decreto que explica el decreto que explicaba la ley. Para cerrar, la rama judicial saboteó el proceso y han tenido que nombrar a muchos de estos exguerrilleros como gestores de paz. Y si a esto se le suman problemas de seguridad. Pues entonces la conclusión es que todo va mal. Aun se puede corregir, pero falta voluntad.   

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