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Terrorismo e izquierda

Nicolás Morales, politólogo de la Universidad de los Andes, escribe sobre la izquierda y su actual situación en la coyuntura nacional en la que el terrorismo, los grupos guerrilleros y el nuevo gobierno le han llevado a repensar las "luces en la construcción de un campo de batalla coherente".

Semana
16 de diciembre de 2002

Lo sabe bien la Ciencia Política: en los periodos de ofensiva terrorista armada no es la derecha quien sufre, sino por rebote, la izquierda misma. Esto es lo que parece estar sucediendo en el actual periodo presidencial del Dr. Alvaro Uribe, que es -incontrovertiblemente- un gobierno de derecha. Los actores violentos anti-sistema son, para los sectores conservadores, un problema técnico (cuanta violencia institucional es necesaria para derrotar una guerrilla); para los sectores de centro o liberales socialdemócratas, un problema de identidad (estar con un gobierno de salvación nacional o no estarlo) y para los sectores de izquierda, una catástrofe. Esta tesis fue esbozada hace mas de diez años por un teórico chileno, con extrañamente poca audiencia en Colombia, llamado José Rodríguez Elizondo. La tesis es simple: La ofensiva terrorista desatada por los grupos guerrilleros de corte marxista lesiona los espacios precarios de desarrollo que tienen movimientos, grupos o personas -sean intelectuales o políticos- de izquierda. La razón es que el terrorismo, en su afán por saltar el mundo, y no propiamente por transformarlo, desata una histeria, a veces justificada, que perjudica a todas las opciones críticas dentro del sistema. Los casos son innumerables: sindicatos acusados de conspiración, ONG con restricciones en su accionar, líderes comunitarios asesinados, sea por instituciones del estado, por para-instituciones de éste, o por los ejércitos de izquierda, que ven en los mecanismos disidentes del modelo armado una amenaza para la categorización propia y de sus opuestos.

Así pues todo gobierno que anuncie una solución al problema del terrorismo contará con el respaldo de una opinión pública cansada de descifrar un espectáculo de violencia sin deliberación política ni intencionalidad ideológica. Este es probablemente nuestro caso. De la mano de un nuevo autoritarismo -necesario en cierta medida dado el déficit de autoridad del anterior gobierno- esta administración se ha impregnado de una aura de derecha en casi todos los asuntos. Erosión de los sistemas de protección social, precarización de las condiciones laborales, restricción de libertades públicas, policialización de la institución castrense, flexibilización de los códigos éticos militares etc, están a la orden del día. Es posible que esta dimensión conservadora en lo político y económico sea inherente al proyecto autoritario en sí mismo. En otras palabras, no es posible, en un esquema de confrontación estatal armada, ser autoritario sin silenciar las voces de quienes ponen en tela de juicio el fundamento místico de dicha autoridad.

Ante este panorama, la izquierda civil o lo que queda de ella tendrá siempre poca audiencia. Sus críticas y resistencias son percibidas como poco patrióticas en un momento en que el país exige sintonía con una propuesta de seguridad. Es posible que, como en el Perú, haya que esperar a que el terrorismo sea derrotado, para que la izquierda tenga la interlocución que nunca ha tenido. Pero ello exigirá una separación contundente de ésta del desastre del proyecto guerrillero. Y por otro lado una clarísima delimitación conceptual por parte del estado (y del paraestado) de las implicaciones y manifestaciones de eso que es llamado "terrorismo" y que, cada vez, amplía la cartografía de su territorio. Sólo la suplantación del modelo destructivo/autoritario por uno de carácter crítico/solidario, puede dar las primeras luces en la construcción de un campo de batalla coherente.

* Politólogo de la Universidad de los Andes.

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