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Todos del mismo lado de la mesa

Gran favor harían las firmas encuestadoras abriendo sus encuestas con la sencilla pregunta de "¿Usted quiere la paz para Colombia?". Eso mostraría que están todos sentados del mismo lado de la mesa y no hay guerreristas ni pacifistas.

Mauricio Carradini, Mauricio Carradini
16 de diciembre de 2017

La campaña de Santos en las pasadas elecciones, en especial después de haber perdido la primera vuelta, se basó en la ilusión de la paz. Hoy, un gobierno cuyo partido se ha desmembrado y que no tiene candidato presidencial, en efecto importa hasta el día de esas próximas elecciones. Así que tiene cinco meses para entregar la prometida paz, pero los medios y la intelectualidad transmiten la sensación de una población en conflicto. La violencia en algunas zonas no disminuye, y, peor aún, parece que entre los colombianos que no se sentían parte del conflicto hay todo menos paz.

De acuerdo con la más reciente medición Yanhaas, el 80% de los colombianos piensa que el país va por mal camino, y solamente el 20% aprueba la implementación del acuerdo con las Farc. En la dualidad entre lo que propuso Santos para ganar -paz gratis en Colombia-, y la realidad que entregó -un acuerdo costosísimo con las Farc-, es que reside el pesimismo de la gente y el rechazo al presidente y su gobierno.

A los colombianos les prometieron una cosa, los llevaron a un plebiscito a responder una pregunta tendenciosa -la cual Santos defendió diciendo que él preguntaba lo que se le daba la gana-, y hoy están comparando con la realidad de lo firmado y los resultados.

Santos prometió paz sin impunidad, sin curules gratis, sin jefes criminales como candidatos a cargos de elección, y generando un dividendo que pagaría grandes mejoras sociales, crecimiento del PIB, la inversión extranjera y el turismo. Él sabía que nada de eso podía entregar porque apaciguar a las Farc distaba mucho de lograr la paz en Colombia. Era condición necesaria, pero no suficiente.

Es un innegable logro la desmovilizaCión de las Farc -al menos formal, si creemos el cuento de las disidencias-, y el desarme -obviando que las cifras de armamento no cuadran-, pero ¿de qué paz y reconciliación se puede hablar -siquiera con las Farc-, si no se les encuentra espacio democrático dónde acomodarlos con una aplicación de las leyes que haga justicia?

Se habla de polarización en torno a la paz, la cual no existe. Hasta durante los gobiernos de Pastrana y Uribe las Farc decían querer la paz. La polarización es en torno a un acuerdo y al costo a pagar por él. Gran favor harían las firmas encuestadoras abriendo sus encuestas con la sencilla pregunta de "¿Usted quiere la paz para Colombia?". Eso mostraría que están todos sentados del mismo lado de la mesa y no hay guerreristas ni pacifistas.

El debate entre paz y guerra solamente favorece a Santos, a las Farc y a la izquierda que las defiende haciendo creer que es lo mismo que defender la paz. Hay que llamar las cosas por su nombre y aprender de la ingeniería y la administración en donde lo que no se puede medir no se puede implementar, arreglar ni mejorar. Hay que enfocarse en lo real y medible, que son los puntos del acuerdo.

¿Usted quiere hacer algo por la paz de Colombia? A menos de que esté en una facultad de filosofía, no se deje enredar en discusiones sobre la paz. Concrete su discurso, su argumento y a su interlocutor y vaya a asuntos tangibles: las cifras de delitos, la disminución en los homicidios, la muerte de niños por desnutrición -según algunas personas la paz va a resolver eso-, el número de desmovilizados, las acciones del Eln, las reglas de la JEP, por mencionar algunos. Todas cosas concretas y debatibles.

Mire con suspicacia a quienes con frases grandilocuentes y ridículas están tratando de alejarlo del debate concreto: "atravesarse a la paz", "robar a los colombianos su posibilidad de la paz", "frustrar los anhelos de paz" son formas de apelar a sus emociones, las cuales no tienen nada qué ver con un tema que es puramente ético, constitucional y legal: Cuál es el costo que como sociedad Colombia debe pagar por desmontar el aparato terrorista y criminal de las Farc. O del Eln o las Bacrim. Eso es todo.

Lo que se está discutiendo no es que las Farc puedan participar en política. Se debe discutir si pueden ir al Congreso asesinos, secuestradores y violadores y además sin pasar por la justicia; si pueden tener candidatos respaldados por dineros del narcotráfico, secuestro y extorsión; si hay garantías de que las curules son para las víctimas y no para las Farc; si se va a ignorar el reclutamiento de menores y las violaciones y abortos forzados.

De acuerdo con las encuestas, al debatir esas cosas empezamos a ver todos los puntos de encuentro entre los colombianos del común, y a ver que la gran mayoría quiere justicia, cree en que castigar el crimen y en respetar las reglas del juego, lo cual los aleja de la paz de Santos pero los acerca a vivir en paz.

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