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Tratados secretos e infidencias: Nicaragua

Colombia, con la costumbre de “filtrar” y dar “chivas”, ha estado al borde de hundir tratados fundamentales para el país.

Juliana Londoño
8 de noviembre de 2018

En negociaciones internacionales a veces es indispensable la reserva para que éstas tengan buen suceso. Sin embargo, en ocasiones han estado al borde de fracasar o se han frustrado como consecuencia de una inocente indiscreción o lo de una deliberada “filtración”.

Una de ellas se registró con la concertación del tratado Esguerra-Bárcenas de 1928, mediante el cual Nicaragua reconoció la soberanía de Colombia sobre el archipiélago de San Andrés.

El tratado fue firmado después de un dilatado proceso de quince años de negociaciones, en el que la opinión de los Estados Unidos, a quien el gobierno de Nicaragua consultaba incluso las notas que enviaba a Colombia, fue definitiva. En Nicaragua se consideraba que el archipiélago le pertenecía, aduciendo que no era posible que unas islas pequeñas mucho más cercanas a la costa nicaragüense que a la de Colombia, pudieran pertenecer a nuestro país.

En el epílogo de las negociaciones, el departamento de Estado expresó al gobierno de Nicaragua que las bases a las que se había llegado, eran satisfactorias.

En esas condiciones, el presidente y el canciller de Nicaragua resolvieron firmar el tratado, bajo la condición de que éste se mantuviera en secreto, ya que, de otra manera, el gobierno podría perder las próximas elecciones presidenciales en las que el canciller, Carlos Cuadra Pasos, era precisamente el candidato gubernamental. Colombia accedió.

Cuadra Pasos de todas maneras, al estilo de algún gobierno reciente de Colombia, resolvió sacarle el cuerpo a la responsabilidad y viajó a una conferencia a La Habana y dejó que el Tratado fuera suscrito por su viceministro, Bárcenas Meneses.

Ni en Colombia ni en Nicaragua la firma del tratado trascendió a la opinión pública. Sin embargo, varios meses después, el 18 de septiembre de 1928, el gobierno colombiano, se vio abocado a presentar el tratado a consideración del congreso.

La necesidad de la presentación del tratado al congreso, al parecer se derivó de que había trascendido que se había firmado un “tratado secreto” con Nicaragua. Incluso se dijo que el presidente Miguel Abadía Méndez, que durante su presidencia mantuvo su cátedra de derecho, le había confiado a sus alumnos “bajo promesa de reserva”, que el tratado secreto se había firmado seis meses atrás.

La noticia llegó a Nicaragua y se generó una crisis interna de serias proporciones que puso en jaque al gobierno. Este solicitó urgentemente al Departamento de Estado una declaración en la que expresara que los Estados Unidos habían contribuido con sus buenos oficios a la concertación del tratado y que éste era equitativo. Dicha manifestación acallaría las críticas.

Así lo hizo el Secretario de Estado Kellog el 21 de septiembre de 1928. En efecto, ante la manifestación norteamericana los ánimos se calmaron, aunque el tratado fue “engavetado” por el gobierno y no se volvió hablar de él por cerca dos años, hasta que nuevamente los Estados Unidos en 1930, le recomendaron que iniciara el proceso de aprobación en el congreso…

(*) Profesor de la facultad de Relaciones Internacionales de la universidad del Rosario.   

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