OPINIÓN

Jorge Barón

Un año más agrio que dulce

La democracia es, precisamente, el método para tramitar desacuerdos sin convertir al contradictor en enemigo existencial.
31 de diciembre de 2025, 10:20 a. m.

El año 2025 fue un periodo lleno de acontecimientos; logramos ayudar a muchas personas, alegrando la vida de quienes más nos necesitan mediante conciertos, eventos y proyectos. Pudimos llevar a cabo el ejercicio más valioso que muchos políticos olvidan: la escucha. Sin embargo, como colombianos, también sufrimos grandes pérdidas; perdimos valiosos amigos, mentores y, de cierta manera, una parte de nosotros mismos. Esta columna representa mi reflexión personal sobre el año 2025, con sus altibajos y, especialmente, sobre la fragilidad de la vida humana, que más que nunca me afectó de manera profunda.

Durante la primera parte de 2025, dediqué mis esfuerzos a la cohesión social, escuchando a las personas y desarrollando propuestas integrales de política pública para jóvenes, veteranos y trabajadores. Siempre he creído que, para diseñar un proyecto comunitario, no basta con considerar la teoría, las leyes o los datos, sino que también es fundamental tener en cuenta las opiniones de las personas, con el fin de crear iniciativas verdaderamente inclusivas y libres de egos. De igual manera, me reincorporé a la campaña presidencial de Miguel Uribe Turbay, siendo anfitrión de un conversatorio que realizamos en la Universidad de los Andes.

No obstante, esa euforia por trabajar por Colombia fue interrumpida por la violencia que, aunque siempre presente en nuestro país, yo consideraba alejada de mi realidad. Un 7 de junio, le dispararon a mi mentor, Miguel Uribe, cambiando así el futuro de Colombia. Fueron dos meses tortuosos, durante los cuales comprendí que una bala podía desencadenar la destrucción de la esperanza y la muerte de un sueño.

El segundo semestre lo iniciamos con más dolor; tras incontables marchas orando por su vida, Miguel Uribe Turbay falleció un 11 de agosto. En medio del ruido político, cuando los lagartos hablaban de contratos y estrategias políticas, que a día de hoy eran palabrería barata, frente al ataúd de mi maestro, conviene detenerse en lo esencial. No hace falta coincidir con las ideas de alguien para reconocer que el asesinato de un líder político empobrece el espacio público. La democracia es, precisamente, el método para tramitar desacuerdos sin convertir al contradictor en enemigo existencial.

Sin que la herida haya sanado, el 19 de ese mismo mes estrené mi documental titulado Galán siempre adelante, el cual se lo dediqué a Miguel. A pesar de que el documental tuvo un impacto bastante grande en la sociedad colombiana, debido a la crisis que estábamos viviendo, el dolor de la pérdida me siguió afectando. No obstante, la tragedia seguiría presente en mi vida, ya que solo un mes después de la pérdida de mi mentor perdí a un querido amigo, Juan Diego Barrera, víctima de la imprudencia vial de Bogotá, brillante estudiante de Derecho y uno de mis primeros amigos de la universidad. Es fascinante pensar que cuando la muerte toca a alguien joven y visible, nos confronta con una ilusión compartida: la de la invulnerabilidad ajena. Uno piensa que es inmortal o invencible hasta que ve a quienes fueron cercanos caer en una milésima de segundo.

Durante esos instantes de melancolía, sumado a las 250 masacres que se han desarrollado en el país, un aumento histórico de los homicidios y extorsiones y unas Fuerzas Armadas humilladas por un presidente que defiende la criminalidad, era necesario que aportara a la paz de Colombia.

Es así que tomé la decisión de que quería brindarles a los colombianos una serie de conciertos, cuyo objetivo es el de fomentar la paz para la ciudadanía. Es así que nació el proyecto ‘Colombia, vamos por la paz’, una serie de eventos que buscan conversar sobre paz, a la par que brindamos un concierto en diferentes localidades de Bogotá, empezando por Ciudad Bolívar. Concluí este año recorriendo Bogotá, entregando regalos de Navidad y desempolvando el traje blanco de mi padre para usarlo como un símbolo de paz en la ya reconocida Novena de las Estrellas, en la que le di a más de 1.000 niños un regalo de Navidad, dedicando el evento a Miguel Uribe y a Juan Diego Barrera.

Es así que, en el último día del año 2025, invitó a los colombianos a ser más solidarios: debemos abrazar con más conciencia, discutir con menos crueldad y amar con menos cálculo. No porque el calendario lo ordene, sino porque la fragilidad humana puede llevar a que nuestra existencia misma pueda ser apagada por un destello. Esa verdad se hizo más evidente este 2025, y aunque dicha evidencia nos asusta, también nos da fuerza para ser mejores personas este 2026.



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