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ANÁLISIS

Un hombre y 4.479 asesinatos

Juan Francisco Prada Márquez, alias ‘Juancho Prada’, es el primer jefe paramilitar en volver a la libertad. ¿Por qué?

Armando Neira
11 de febrero de 2015

A Juan Francisco Prada Márquez, alias ‘Juancho Prada’, no le gusta la prensa y menos los periodistas. De vez en cuando, a través de sus abogados, manda decir que lo excusen por no dar entrevistas, pero es que él no sabe hablar bien. “Debe ser porque sólo estudié hasta segundo de primaria”.

También de vez en cuando, a través de sus sicarios, mandaba asesinar a los comunicadores porque, al contario de él, “hablaban demasiado”. Lo confesó él mismo en Justicia y Paz cuando narró por qué había mandado matar a Martín Larrota Duarte, director de Palma Estéreo, en San Alberto, Cesar.

“Acepto el crimen. Di la orden a Alfredo García, alias ‘Mauricio’ o ‘Arley’, de que asesinara a ese señor, y él me dijo que finalmente lo mataron Pedro Villamizar, alias ‘Pedro Paraco’, y alias ‘Raspaollas’”, dijo pausadamente en su versión libre. “No tuve ningún contacto con él. Le mandé decir con ‘Mauricio’ que dejara de hablar tanta cháchara por la emisora. Él no paró bolas a eso y le avisaron como dos o tres veces. Eso siempre se hacía y la tercera ya no más, se procedía”.

Este miércoles ‘Juancho Prada’ es noticia porque está a punto de convertirse en el primer exjefe paramilitar en quedar en libertad tras cumplir ocho años en prisión desde su postulación por parte del gobierno nacional a los beneficios de la Ley de Justicia y Paz. ¿Qué deberá hacer ahora? Andar con un brazalete electrónico del Inpec, colaborar con la justicia cuando lo requiera, inscribirse en el programa de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), informar cualquier cambio de residencia, no salir del país sin autorización judicial, observar buena conducta y no cargar armas de fuego.

Fueron precisamente las armas las que le dieron un poder inmenso. De hecho, cambió para siempre, como jefe paramilitar de las Autodefensas Campesinas del Sur de Cesar (Ausac), el destino de miles de familias: humildes campesinos que sin querer se cruzaron en su camino, profesores que en clase dijeron una palabra de más, izquierdistas que corearon basta ya, políticos que no se acogieron a sus mandatos, civiles que le olieron a guerrilleros. En Justicia y Paz a las Ausac les atribuyen 5.370 crímenes, de los cuales 565 son desapariciones, 434 desplazamientos y 4.479 asesinatos. En promedio, un muerto diario durante 13 años continuos.

En ocasiones, iban hasta la puerta de su casa. Como ocurrió el 21 de junio del 2000 con la en ese momento favorita para ganar la alcaldía de San Alberto, Aída Cecilia Lasso Gemade. Fue sin ningún pudor: bajo el sol del mediodía y delante de su familia. Su hija, de 13 años, con mordiscos y una escoba, trató de evitar lo inevitable y se enfrentó a los asesinos. Con frialdad, también mataron a la pequeña. A su esposo y sus otros dos hijos los desplazaron.

En otras oportunidades, torturaba a sus víctimas durante horas. Los llevaban a Puerto Mosquito, un caserío de Gamarra, Cesar, a orillas del río Magdalena, en medio del sofoco, y mientras espantaba la nube de insectos, desollaba mujeres y niños. La mayor parte de esto está escrito en documentos producto de los testimonios dados por él y por los hombres con los que conformó su temible ejército que actuó sin piedad en Norte de Santander y Cesar.

Aunque ‘Juancho Prada’ nació en 1953 en Galán, Santander, siempre se ha sentido cesarense. Desde los 11 años fue llevado a Río de Oro, un hermoso municipio desde donde se divisan las vastas llanuras del sur del departamento. Junto con sus nueve hermanos se dedicó a la compra y venta de ganado. Cuando se supo de prosperidad llegaron las guerrillas. Un día extorsionaron a un amigo, en el otro amenazaron a un compadre, luego mataron a otro y después nadie se salvó del secuestro. Incluso, un hermano suyo.

A principios de los 90 dejó de ser un agricultor y se convirtió en paramilitar con la convicción de que había que defender sus tierras. El 4 de marzo del 2006 se desmovilizó en San Martín, Cesar, tras casi 15 años continuos de guerra sucia en los que probó que la maldad no tiene límites. Llegó con 251 de sus hombres, entregó sus armas y se sentó en la mesa con el entonces comisionado de paz Luis Carlos Restrepo.


Alias 'Juancho Prada' (derecha, camisa verde) durante el acto de desmovilización del Frente Héctor Julio Peinado en marzo de 2006 junto a Luis Carlos Restrepo. A la derecha en las audiencias de justicia y paz Foto: Archivo SEMANA

Su puesta en libertad ahora pone en discusión varios temas. “La salida de los paras a la calle le plantea serios retos al Estado colombiano. Las FARC desde La Habana tendrán un ojo pendiente de la suerte que corran sus antiguos enemigos. La credibilidad del Gobierno estará en juego. Y si se llega a un pacto de fin del conflicto con las guerrillas, es obvio que cómo se configure el posconflicto y la construcción de la paz en el país va a depender, en parte, de la suerte que corran y el papel que jueguen rasos, mandos medios y pesos pesados del paramilitarismo como Ernesto Báez, Julián Bolívar, el Alemán, Diego Vecino, Pirata, Juancho Prada, Guillermo Torres, Juancho Dique, Mono Leche, Ramón Isaza, o el Pájaro”, escribió en un análisis SEMANA. Otro tema crucial es su seguridad. Él ya cumplió y su vida debe ser respetada. “Que el Estado logre garantizarles un retorno seguro a la vida civil es esencial. El asesinato de un desmovilizado de Justicia y Paz puede tener un impacto muy negativo en los diálogos de La Habana, donde las FARC encaran con comprensible incertidumbre su eventual futuro en la legalidad”, argumentó la revista.

Y, además, ¿puede un hombre con semejante prontuario irse para su casa tranquilamente? Para la Fiscalía sí porque cumplió su compromiso pactado: asistió a todas las versiones libres a las que fue citado y aceptó su responsabilidad en 628 delitos. Varias de sus víctimas consideran que no porque si bien reconoció todos los crímenes por línea de mando, es decir, se hizo responsable de los delitos que cometieron sus hombres, se negó contar por qué ordenó los asesinatos, para qué, quiénes fueron sus cómplices, cuáles fueron los políticos que lo ayudaron, qué miembros de la fuerza pública le colaboraron, quién le dio instrucciones militares, quién del Ejército o de la Policía lo protegió durante tantos años de violencia. Si los paramilitares que dejaron en esta región 5.370 crímenes, él apenas detalló 628, ¿quiénes fueron los autores de los 4.742 restantes? Nada. Silencio. Él dice que ya contó lo suyo y que lo demás no es con él. No le gusta hablar. Siempre ha querido pasar inadvertido aunque ahora es noticia de primera plana.

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