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Un proceso de paz sin sentido

Si algo de sensatez queda, el presidente Petro debe ya levantar esta mesa con el Estado Mayor Central. Esta negociación, como lo han dicho analistas a lo largo de la semana, no tiene ningún futuro y solo ha servido para permitir a estos delincuentes hacerse más fuertes.

Diana Saray Giraldo
25 de mayo de 2024

Escuchar a Pedro Ceballos narrar en vivo la toma por disidentes de las Farc de la estación de Policía de Morales (Cauca), el pasado lunes, fue embarcarse en un viaje en el tiempo y regresar 20 años atrás. Mientras el periodista trataba de responder a las preguntas de los periodistas de Caracol Radio, las ráfagas de ametralladora callaban su voz y por momentos hacían temer lo peor. Este periodista contó al aire cómo las disidencias llegaban en camiones y arremetían, con disparos y explosivos, mientras la población pedía una respuesta de las Fuerzas Armadas.

Después de más de una hora bajo fuego, y de la llegada de las tropas, se empezó a conocer la magnitud de lo sucedido: dos policías fueron asesinados, así como dos civiles. Asimismo, 50 millones de pesos fueron robados del Banco Agrario, contiguo a la estación de policía.

Las calles destruidas, la estación entre escombros, las paredes impactadas por las balas, un municipio sin luz y sin agua por varias horas y una población completamente aterrorizada y a merced de las disidencias fue lo que quedó al final del día.

Cuatro días después del ataque, el presidente Gustavo Petro visitó la zona y constató la magnitud de los destrozos. En sus redes publicó un video en el que se le ve caminando entre escombros, acompañado de este mensaje: “Lo que hubo en Morales fue una narcotoma. Visité el lugar y hablé con sus habitantes. La paz implica acabar con las economías ilícitas y para ello se necesita todo el Estado en pos de transformar el territorio”.

Pero los ataques no fueron solo en Morales. Ese mismo lunes, una instalación militar en zona rural de Suárez, también en Cauca, fue atacada por el Estado Mayor Central. Cerca de 350 personas se resguardaron en la iglesia por 72 horas, desplazadas del corregimiento La Toma. Solo un par de días antes, un explosivo sembrado en la vía que comunica a Corinto con Miranda (Cauca) acabó con la vida de un niño de 12 años que caminaba hacia su escuela. “¿Qué fue eso que sonó tan sabroso?”, se escucha celebrar a los miembros de las disidencias, en una interceptación hecha por inteligencia militar, al confirmar la explosión.

El mismo día que acababan con Morales, una motocicleta fue detonada en Jamundí, en el Valle, cerca de un hotel donde se hospedan carabineros, por fortuna sin víctimas mortales.

Muchos han dicho que detrás de todos estos atentados están las disidencias de las Farc de Iván Mordisco y que es él quien está a la cabeza. Néstor Gregorio Vera Fernández, ‘Iván Mordisco’, decidió abandonar la mesa de diálogos que el Gobierno inició con las disidencias. Este criminal era el comandante del frente primero Armando Ríos, de la guerrilla de las Farc, y fue el primer comandante en abandonar la mesa de La Habana en el Gobierno de Santos. Se creyó muerto en 2022, cuando el entonces presidente Iván Duque dijo que había sido dado de baja en un bombardeo. Sin embargo, en octubre de 2022 apareció en un video vivito, y desde allí afirmó que seguía al frente de las disidencias. En 2023, con el inicio de la “paz total” del presidente Gustavo Petro, Mordisco dijo estar dispuesto a avanzar en un proceso de paz y en octubre firmó un cese al fuego con el Gobierno Petro. Luego abandonó la mesa.

Pero tampoco es cierto que Mordisco sea el jefe de todas las disidencias.

Hoy el Estado Mayor Central es una estructura federada, donde cada región tiene su líder y sus estructuras. Y ese cese al fuego no fue más que la oportunidad para que muchas de estas estructuras se expandieran y afianzaran su dominio.

Estas disidencias no son más que una aglomeración de grupos narcotraficantes que pelean por mantener el dominio de los corredores de la droga en Colombia, principalmente en el cañón del Micay, en Cauca. Por eso, desde el inicio se sabía que el proceso de paz con este grupo sería un fracaso. Mientras los bloques liderados por alias Calarcá y Andrey siguen en la mesa, el bloque occidental se paró. Por este motivo, el Gobierno suspendió el cese el fuego en Cauca, Nariño y Valle del Cauca, pero continuó el proceso con los bloques que operan en el Catatumbo, Magdalena Medio, Meta, Caquetá y Putumayo.

El Gobierno mismo se clavó su puñal cuando decidió entregarles estatus político a estas disidencias y abrir así la posibilidad de negociar con ellos un acuerdo de paz, cuando se trataba de estructuras plagadas de disidentes, exparamilitares y narcotraficantes en búsqueda de impunidad. Contra estas disidencias solo procedía abrir la puerta del sometimiento, pero jamás de la negociación. Se sabía de antemano que aquí no había ninguna intención de paz.

Pero este afán del presidente Petro de pasar a la historia de Colombia como el mandatario que logró desarmar a los grupos delincuenciales le está costando al país volver a su pasado de pueblos tomados, estaciones dinamitadas, secuestros y extorsiones. Hoy esta delincuencia se siente valiente porque sabe que el presidente Petro no será capaz de enfrentarla, embebido en su anhelo de paz.

El país no puede permitirse ver cómo los grupos armados escalan su arremetida de violencia, mientras las poblaciones sufren por la inacción de unas Fuerzas Armadas cada vez más debilitadas.

Si algo de sensatez queda, el presidente Petro debe ya levantar esta mesa con el Estado Mayor Central. Esta negociación, como lo han dicho analistas a lo largo de la semana, no tiene ningún futuro y solo ha servido para permitir a estos delincuentes hacerse más fuertes.

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