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Un solo aval verdadero

Mientras las carreteras quedan sin terminar y los puentes se caen al mes de inaugurados, le pagamos a este señor y su conglomerado lo que una parte de su grupo le robó a otra y, además, se mantiene el aval para que siga licitando vías, corrompiendo funcionarios, permitiendo que se serruchen presupuestos.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
29 de julio de 2019

Se dio la prolongación a la maratón de campañas por todo el país. Los candidatos que les van a mostrar su cara y su número en el tarjetón durante los próximos tres meses hasta la saciedad, pasaron antes por el proceso de conseguir el aval de un partido, requisito indispensable para entrar en la contienda electoral. Después de haber conseguido el aval de su partido con forcejeos y zancadillas en el mejor de los casos, o en el peor escenario —el de cualquier partido— con billete o arma en mano; al final 125 mil personas quedaron inscritas en la Registraduría Nacional como candidatos en los 1.122 municipios de Colombia. El aval es el ábrete sésamo de la política. 

Una vez avalados, para financiar sus campañas los candidatos recurren a los ahorros familiares, los bazares y venden la marrana, o también pueden conseguir un préstamo bancario con la garantía de la reposición de votos, el dinero que el Estado devuelve a los partidos para costear los gastos en que incurrió la campaña. Entre la fecha electoral y el desembolso del dinero jamás pasa menos de un año, mientras corren los intereses mes a mes. Nada obliga a un banco privado a prestarle a un candidato a cargo de elección popular, pero los que puntean en intención de voto siempre son apetecibles, es dinero de engorde garantizado. Mientras las autoridades electorales sean lentas, ineficientes y corruptas, el giro de la reposición les llega mejor a los bancos. 

Supongamos el siguiente caso, con la anotación previa de que está basado no en uno sino en muchos casos de la vida real, indistintamente. Supongamos pues, que un candidato recibe el aval del partido para hacer campaña y préstamo del banco para financiarla; el banco, el partido y el candidato le apuestan a un plan de compra de votos que se va a desplegar el día de elecciones. Pero resulta que el candidato, tras de corrupto, ladrón, se embolsilla la plata en efectivo  que el banco le había prestado para pagar los votos, y las autoridades lo capturan en flagrancia días antes de ir a urnas. Entonces, como los votos que el tipo reciba no van a ser válidos, el banco le reclama al gobierno por su plata, la que prestó con la garantía de la reposición de los votos que se iban a pagar a la salida del puesto de votación. Uno diría ¿en serio le piensan pagar al cómplice del delito con la plata de mis impuestos?

Todo lo que se hace público del caso de corrupción en ese municipio, hiede. Ante la reclamación del banco, el gobierno anuncia que hizo un acuerdo amistoso con el banco y va a pagarle toda la plata que el ladrón robó y, además, le permite seguir prestando a otras campañas bajo los mismos términos, sin sanción alguna. Bueno, pues los corruptos son así, en una campaña electoral municipal como en una obra de infraestructura nacional, así es como funciona el andamiaje de las sanguijuelas que se chupan por todas partes los escasos recursos, que son todos. 

En el caso de la Ruta del Sol II —y esa olla podrida montada entre Odebrecht y el Grupo Aval de Sarmiento Angulo— el presidente Duque decidió adelantarse al fallo del Tribunal de Arbitramento y liquidar a la empresa constructora (que no entregó la obra culminada). Dejándole al Grupo Aval el aval para seguir contratando obras de infraestructura con el Estado; y como cereza en ponqué, el gobierno asume la deuda que Odebrecht y Grupo Aval (Sarmiento Angulo) tienen con los bancos tras liquidación de Ruta del Sol,  cuatro de estos bancos propiedad del conglomerado Aval. Es decir, entre todos, le vamos a pagar $1,2 billones a Sarmiento Angulo.

Han pasado 5 años desde que Marcelo Odebrecht entró a la cárcel y comenzó a destaparse la operación más grande de corrupción en América Latina, que ha llevado a la cárcel desde presidentes y delfines, hasta empresarios y banqueros, pero aquí en Colombia todavía la justicia “pega pasito”. Cómo no va a ser así, si Sarmiento Angulo puso a un Fiscal General a cuidarle sus intereses y financió el 66% de la campaña del joven y promisorio candidato del Centro Democrático, Iván Duque; el favor estaba hecho, solo faltaba encontrar la oportunidad para cobrarlo.

Y lo van a cobrar así, con la plata de la nación, de todos. Mientras las carreteras quedan sin terminar y los puentes se caen al mes de inaugurados, le pagamos a este señor y su conglomerado lo que una parte de su grupo le robó a otra, y además, se mantiene el aval para que siga licitando vías, corrompiendo funcionarios, permitiendo que se serruchen presupuestos. En este país, detrás del galimatías de la corrupción, siempre hay un solo aval verdadero. 

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