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Una orgía deprimente

El economista y profesor de la Universidad Externado de Colombia, Fernando Arbeláez, escribe una crítica a la medida del gobierno que pretende adelantar las utilidades del Banco República y a la posición de ministro de Hacienda, quien durante las campañas presidenciales cuestionó una propuesta similar planteada por el entonces candidato Horacio Serpa.

Semana
3 de agosto de 2003

Tan sólo ha pasado un año, cuando en el fragor de la campaña electoral un candidato presidencial enarbolaba la bandera del "estartazo" es decir, un crédito de un billón de pesos del Banco de la República al Gobierno para generar un plan de empleo de emergencia. La ortodoxia económica saltó entonces a la palestra para condenar la blasfemia keynesiana que proponía el populista candidato, después derrotado. Tal incidente debería haber quedado sepultado en el anaquel de las intervenciones en política de los economistas profesionales neutros, pero varios acontecimientos posteriores obligan a desempolvar la memoria.

Alberto Carrasquilla, entonces decano de economía de la Universidad de los Andes y columnista de El Tiempo, fue adalid de la crítica ortodoxa en memorable artículo denominado UN POLVO TRISTE. Señalaba en tal escrito que la emisión primaria para financiar el gasto público reactivante, así fuera por una sola vez, generaría tan solo una efímera dinámica en el aparato productivo, la cual sería seguida por un desolador período de recesión. Utilizó como símil el despilfarro del comprador de ilusiones que dilapida sus menguados recursos en un burdel para, luego de la faena mercenaria, quedar en un guayabo físico y moral peor que antes de la ejecución del proyecto.

Pocos días pasaron y Alberto Carrasquilla dejó la academia y el oficio de escribidor para ocuparse de la hacienda pública. Su primer debut consistió en prohijar una emisión primaria en la operación que por $507.828,2 millones ejecutó el banco de la República al comprar Títulos de Deuda emitidos por el Gobierno Nacional. A todas luces un crédito al Gobierno de parte del emisor.

Pero a diferencia de la propuesta que semanas antes había combatido con los estandartes de la ortodoxia neoclásica, el destino de tales recursos se dirigió a darle soporte al precio de los TES, afectado por un cambio en la calificación de riesgo del Gobierno colombiano. Y este soporte no fue otra cosa que un salvavidas a los especuladores que habían destinado los recursos captados del público en la compra de títulos de la soberana deuda del Gobierno Nacional.

El doctor Carrasquilla había acometido su primer devaneo mercenario. No es claro que en el contexto de la teoría económica que el profesor predicaba, emitir para solventar especuladores si tuviere una justificación. El cambio de camiseta impregnó el alma del economista puro.

Hoy, un año después, se prepara el país para un segundo debut. Aquí la responsabilidad pedagógica del profesor Carrasquilla peca al no hacerle entender a su jefe que:

- Todo anticipo de utilidades es un crédito del banco emisor, que incrementa los activos del mismo, y que como contrapartida aumenta el dinero en circulación: contabilidad monetaria fundamental.

- No es de recibo que su jefe diga que hay que recomponer las utilidades del banco. ¿Se trata de propiciar prácticas contables creativas? ¿Cómo debe entonces entenderse esta expresión? ¿Habrá que preguntarles a los contadores de Enron?

Pero como ha desaparecido de la faz del debate público sobre temas económicos la independencia de criterio, toda vez que los gremios económicos antes críticos optaron por "alabar en público y criticar en privado", el ministro Carrasquilla ha aprovechado la oportunidad para enturbiar la percepción de la realidad fiscal del país:

Cuando el Contralor General de la Nación advirtió sobre el incumplimiento de las metas fiscales establecidas con los organismos multilaterales se le contestó con negativa vociferante, en tanto se aplaudía la gestión del ministro Junguito.

No pasan tres semanas y el subdirector de Planeación le comunica la país la existencia de un hueco que supera los 3.8 billones. Y como en obra de teatro el alcabalero le dice a su jefe que anuncie una anticipación de la reforma tributaria adoptada por el Congreso Admirable para el 2005. Y así se dijo.

La siguiente semana el hueco va en 10 billones a tiempo que el oficialismo gremial susurra en privado su inconformidad y convergen en público en la obligatoriedad de adoptar el referendo.

El jefe reversa la intención de anticipar impuestos y coincidiendo con el reality show de un Consejo de Ministros por tres cadenas de Televisión, se habla del crédito del Banco de la República -que no es crédito y que tampoco es emisión primaria-.

Las cifras a marzo de 2003, calculadas por Anif sobre datos del Confis, hablan por sí solas: un déficit de caja de 5.8% del PIB y un déficit primario de 2.1% del PIB. Ambos guarismos creciendo frente a lo observado un año atrás.

Esas son las cifras que alguien debe explicar con profesionalismo y pedagogía. Lo demás, sólo son manipulaciones de la opinión que se traducen en manipulaciones del mercado.

Deprimente es el espectáculo del escarceo de quienes se caracterizaron otrora por la ortodoxia pura y hoy cambian las cifras de la contabilidad pública como ayer lo han hecho con la investidura profesional. De quienes cuestionaron el populismo de generar empleo y ocultan el gasto orientado a subsanar pérdidas de quienes especulan. De quienes orquestan el silencio de la crítica, a tiempo que dirigen el crescendo del coro que reclama la inevitabilidad de un referendo cuyo contenido económico es, cuando menos, innecesario.

* Licenciado en ciencias económicas de la universidad de París 8 e Investigador del Cipe (Centro de investigaciones y proyectos especiales) de la Universidad Externado de Colombia.

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