
Opinión
Una verdadera heroína del Palacio de Justicia
Quiero hacerle este homenaje a la juez Clemencia García, que ojalá ilumine el camino futuro de muchos operadores judiciales. Ella fue ejemplo. Ella es razón de esperanza.
Esta historia habla de la decencia, de la grandeza y del sentido de estado y de justicia de una funcionaria pública que dio ejemplo con su decisión, algo que le costó una persecución por más de 12 años. Su nombre, Clemencia García, una juez de la República de Colombia que en 1992 tomó una decisión valiente, clara y que hoy da ejemplo, pero que durante décadas permaneció escondida por esa mirada woke de la justicia en la que el asesino tiene derechos y la víctima no.
La juez García, en mayo de 1992, dictó orden de captura sin excarcelación contra la cúpula del M-19 (eme), pues determinó que los hechos del Palacio de Justicia no eran indultables. El indulto se había dado por rebelión y delitos conexos, pero esta juez dictaminó que, en esa acción, el eme había cometido un hecho terrorista que no era cobijado por el indulto. En su fallo escribió una frase histórica que hoy debería estar esculpida a la entrada del Palacio de Justicia: “Los terroristas no son guerreros nobles”.

Esa decisión no se dio en cualquier momento político. En aquel entonces el M-19 era la tercera fuerza política de Colombia y poco más de un año antes había logrado una tercera parte de la votación para la Constituyente. Hay que tener pantalones, o falda bien amarrada, para una decisión de esta envergadura. Esa decisión habría podido ser el principio del camino de un cierre a este atroz hecho histórico, pero, y entiendo el momento, el Gobierno y el Congreso, reindultaron a la cúpula del M-19.
Hoy, cuando los terroristas de Hamás son unos angelitos o cuando los asesinos, secuestradores y violadores de las Farc no pagan nada por sus crímenes de guerra, esta frase retumba en cada rincón de Colombia. Clemencia García de Useche se había anticipado 33 años a lo que hoy sentimos la mayoría de los colombianos: los terroristas no son “nobles” o, como dicen los jóvenes en su desparpajo sincero, son unos hp.
Ese eme no era la locura esquizofrénica de Petro hoy. Eran unos hombres y mujeres muy urbanos, con un discurso de integración, con empatía hacia Colombia y hacia la democracia, lo que les dio ese auge político que tuvieron en sus primeros años. El presidente de entonces, César Gaviria, al igual que los congresistas de entonces, se dieron el lapo entre otras para no descarrilar las negociaciones que se daban con las Farc y que nunca llegaron a nada. Hay que entender que era otro momento, lo que sin duda le da a esa decisión de la juez una grandeza y una visión enormes. La justicia colombiana debería hacerle un homenaje inmenso a esta servidora pública que defendió la ley y se puso del lado de las víctimas y no de los victimarios.
La otra parte de esta historia es que después de esa trascendental decisión comenzó una persecución brutal contra la juez. Una persecución judicial en primera instancia, pero también atentados y estigmatización que al final la llevaron a renunciar a su empleo público poco tiempo antes de su pensión. Su enfrentamiento, legal obviamente, contra el estamento jurídico de entonces la llevó a tener que confrontar 5 procesos – “una persecución que lideró Marta Lucía Zamora en la Fiscalía de Alfonso Gómez Méndez”, dice su hijo– de los que fue absuelta, el último de ellos por la Corte Suprema. Pasó seis meses de arresto, una juez que condenó a paramilitares y narcos nada más ni nada menos, en una casa fiscal en la cárcel de La Picota.
Mirar para atrás para ver qué habría sido sí, es fácil, pero lo mejor es comparar con lo de hoy. Una juez solitaria se enfrentó a la cúpula de una organización terrorista para hacerlos pagar por la toma del Palacio de Justicia, que el actual señor en la Casa de Nariño llamó una operación genial, y el asesinato de más de 90 personas, incluyendo 11 magistrados de las altas cortes. ¿Qué pensarán los jueces de la JEP, que hoy les lavan las manos a los asesinos de las Farc, sobre esta heroína de la justicia? Un Ramelli, presidente de ese tribunal, no le llega a los tobillos a una juez sin rostro que tuvo las agallas y el coraje, pero con la ley en la mano, de tomar una decisión de esta naturaleza e impopular como pocas.
El indulto de entonces abrió las puertas a los horrores judiciales y a la impunidad de hoy. El único proceso donde se dio cárcel para los miembros de organizaciones criminales como las Farc, el ELN o los paramilitares, fue el de Justicia y Paz, donde todos líderes pagaron entre cuatro y ocho años de cárcel. Es más, los máximos líderes al seguir en el negocio del narcotráfico fueron extraditados y pasaron décadas en cárceles americanas. Petro, hoy los convirtió en supuestos gestores de paz, pero la verdad es para utilizarlos como agentes políticos que neutralicen y ensucien a la oposición.
Quiero hacerle este homenaje a la juez Clemencia García, que ojalá ilumine el camino futuro de muchos operadores judiciales. Ella fue ejemplo. Ella es razón de esperanza. Ella merece ser recordada tanto como los magistrados de las altas cortes asesinados por Petro y el M-19.
