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Usted no sabe quién soy yo

El presidente tiene muy poco margen de maniobra porque ya no aporta votos sino que los aleja, ya no tiene mermelada para repartir, pero más peligrosamente, porque se están haciendo visibles los enemigos que están esperando el momento para vengar las traiciones y ofensas.

Mauricio Carradini, Mauricio Carradini
2 de diciembre de 2017

Después de los famosos casos de "usted no sabe quién soy yo" en Colombia, y en otras partes del mundo -porque pasa en todas partes-, también hay que ver los casos en los cuales de verdad las personas no saben con quién se están metiendo y cuando descubren quién realmente es la víctima de sus abusos, atropellos o traiciones, ya es demasiado tarde.

La historia y los estudios de estrategia están llenos de ejemplos en los cuales el ofender a la persona equivocada es el comienzo del final de una aventura política, militar o empresarial. Este error estratégico usualmente va de la mano de la ignorancia de otras lecciones de historia, como el imperativo de conocer al adversario y no subestimar al enemigo.

Desde otras latitudes llegan casos de semanas recientes. En Zimbabue, llevando en el poder 37 años, Mugabe decidió deshacerse de su vicepresidente Mnangagwa con la posible intención de nombrar a la primera dama Grace en su reemplazo. El Cocodrilo, como le dicen a Mnangagwa, reaccionó rápidamente desde un corto exilio en Suráfrica y con el apoyo del ejército, tumbó a Mugabe, quien rápidamente perdió el apoyo de su partido, sus partidarios y los ciudadanos.

En Arabia Saudita, los príncipes Alwaleed bin Talal -uno de los mayores accionistas de Apple, Twitter y Citigroup, y la cara de las finanzas del reino-, y Mutaib bin Abdullah -ministro de la guardia nacional-, hace un par de años se opusieron a que Mohammed bin Salman fuera designado como príncipe heredero. Ahora que Mohammed es el virtual heredero de la corona, los ha puesto bajo arresto en una cruzada anticorrupción junto con decenas de príncipes, ministros y funcionarios del gobierno.

En Colombia, con un presidente que ha hecho de la mentira y la traición la herramienta más útil para lograr sus objetivos, y ya con el cansancio de un gobierno que durante siete años y medio ha hecho poco más que buscar un acuerdo con las Farc -al precio que sea-, la acumulación de traicionados, ofendidos e insultados es numerosa.

En la recta final del período presidencial, empieza a importar más la calidad de los miembros de esos grupos que la cantidad. Ya el presidente no depende del favor de sus ciudadanos -que no lo tiene al rondar el 18% de favorabilidad- sino que necesita más del Congreso, las cortes, y los órganos de control para poder concretar las iniciativas que a pocos meses de terminar siguen en el aire.

Resulta que en todas esas instituciones este gobierno tiene enemigos tanto personales como institucionales. Congresistas y funcionarios que intervinieron para cambiar las cosas después de que Santos perdiera la primera vuelta, están hoy presos o investigados. Poderosos donantes a su campaña -como Odebrecht-, están hoy en la mira de la sociedad y las autoridades.
Jueces y cortes completas que se politizaron para hacerle el juego a Santos con el acuerdo con las Farc, están investigados y cuestionados masivamente -y señalados y acusados por el mismo Santos-. La Fiscalía, en cabeza de uno de sus antiguos aliados, no deja de cuestionar los desmanes plasmados en el acuerdo y va tras los alfiles del gobierno en varios casos de corrupción.

La lista es larga. Uno de sus vicepresidentes, uno de sus ministros de defensa, y hasta periodistas que han recibido los favores del Estado para hablar bien del gobierno, hoy están contra él. El presidente tiene muy poco margen de maniobra porque ya no aporta votos sino que los aleja, ya no tiene mermelada para repartir, pero más peligrosamente, porque se están haciendo visibles los enemigos que están esperando el momento para vengar las traiciones y ofensas.

No habrá un derrumbe fuerte ni traumático porque esa no es la tradición en Colombia, pero sí le espera un camino muy tortuoso a Santos. No nos extrañe que cuando ya Prieto, uno de los Ñoños, Timochenko o Maduro en realidad no tengan nada qué perder, le acaben diciendo a Santos "usted no sabe quién soy yo". Y ahí sí empecemos a saber quién es quién.

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