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Verdaderos creyentes y creyentes en la verdad

Ese acceso al conocimiento, relacionado con el derecho a educarse e informarse, ha generado un derecho implícito: el derecho a creer y decir cualquier cosa.

Mauricio Carradini, Mauricio Carradini
16 de junio de 2018

La masificación y socialización de las plataformas de divulgación han traído importantes beneficios a la educación y a la democracia. De la misma manera, ese acceso al conocimiento, relacionado con el derecho a educarse e informarse, ha generado un derecho implícito: el derecho a creer y decir cualquier cosa.

Hace un mes, Héctor Abad en su columna de El Espectador hacía referencia a un movimiento de ignorantes que proclaman que la tierra es plana, y mencionaba otros grupos que ejercen su derecho a decir lo que se les da la gana, aún en contra de la evidencia histórica o científica. El columnista conectaba esto con el comportamiento de los seguidores de Petro al ignorar y negar la evidencia de la simpatía y vínculos del candidato con el chavismo.

Semanas después, Moisés Wasserman en Twitter, cuestionaba el derecho a insultar en contraposición al derecho a disentir. Realmente lo que en parte ha sido la democratización del conocimiento y la digitalización de las formas de comunicación –ahora cualquiera con un celular es fotógrafo, reportero y opinador profesional- se ha convertido en mayor medida en la banalización y vulgarización de la discusión política y científica.

La exclamación de cualquier idiota que tenga la fuerza digital –seguidores, clicks, likes—se confunde con peso de opinión. Puede hacer más ruido el adolescente encerrado en su cuarto publicando profanidades que el académico divulgando y debatiendo conocimiento. Petro lo sabe, y es por eso que su estrategia digital no ha estado orientada a pago de publicidad en plataformas, sino a la contratación de cuasi-robots. Estos promueven falacias, atacan a los contradictores –ahora en especial al voto en blanco-, y distraen el debate de los serios problemas que tiene Petro: su incongruencia, irrespeto por las instituciones y la ley, y sus peligrosas simpatías y vínculos con regímenes dictatoriales e ideas de revolución continental.

Esto no tendría importancia si pasado el período electoral se solucionara el ruido que tanto distrae y cansa, pero no será así. Es que ¡está de moda ser ignorante! Daniel DeNicola ha publicado un libro de filosofía –Understanding Ignorance: The Surprising Impact of What We Don‘t Know—en el cual desarrolla la idea de que la ignorancia va mucho más allá de lo que no sabemos, y explora la abundancia, persistencia y consecuencias de ella y su relación con el conocimiento.

Una de las ideas interesantes del libro, es cómo la ignorancia se usa como defensa: "Yo no sabía", "Me acabo de enterar". Entonces, he aquí algunas ideas para combatir la ignorancia de la época electoral.

La primera y más importante: esto es Petro contra Duque. Si quiere desviar el debate y se fundamenta en su molestia por la participación de Uribe en política: De todos los expresidentes y de la gran mayoría de "figuras políticas", es el único que tiene un espacio formal en la democracia colombiana pues es un senador en ejercicio y dirigente del único movimiento político con disciplina partidista. Cada una de las palabras de Uribe está respaldada por los votos que lo llevaron al congreso.

Se empeña en su derecho a ser ignorante comparando peras con manzanas. Su problema es que Uribe es el mentor y rol a seguir de Duque; sea coherente y hable de lo equivalente en Petro: Chávez. No hay más que decir al respecto. Pero si quiere seguir por esa línea argumental, entonces se compara la Colombia que recibió Uribe con la que entregó, con la Venezuela que recibió Chávez con la que entregó.

Le preocupa que gane Duque porque el Centro Democrático va a controlar el legislativo y el ejecutivo. El CD tiene el 17% de los senadores y el 18% de los representantes, y si cree que si Duque no gana, cambia en mucho la capacidad del CD de pasar leyes, entonces usted ignora cómo está diseñada una democracia, cómo funciona el congreso y cómo se hacen las leyes. Hay una gran diferencia entre ser el partido mayoritario y tener mayorías en el congreso. El proyecto de Duque es un proyecto democrático, con propuestas a discutir en el Congreso. El proyecto de Petro se basa en llamar a una asamblea constituyente el primer día de su gobierno. Eso en efecto es cerrar el Congreso.

Ahora dizque Petro se compromete públicamente a respetar las leyes y las instituciones y por el camino renegó de su asamblea. Será como cuando Chávez negó su plan dictatorial socialista antes de hacerse al poder. Ahora Petro hace lo que sea por ocultar su socialismo chambón y su anhelada revolución. Si las elecciones fueran en dos semanas, por este camino alcanzaría a renegar de tantas cosas que ya sería uribista.

Si a usted le preocupa que Duque sea presidente y Uribe jefe de la bancada en el congreso, pero le parecía bien que Santos comprara a las cortes y a los congresistas, así fuera en nombre de la paz, entonces usted no solo es ignorante sino hipócrita también.

Su falacia favorita es comparar el problema de las basuras en Bogotá con los falsos positivos. Tenga en cuenta que Petro ordenó ejecutar su política de basuras a pesar de advertencias de organismos de control con respecto a la legalidad, viabilidad administrativa y presupuestal. Ha sido sancionado por su incompetencia y soberbia en distintas instancias. El asunto de los falsos positivos no fue una política de estado, y Uribe como presidente exigió y desde entonces ha pedido públicamente que se investigue y sancione a los responsables militares, administrativos y civiles del caso. Más aún, si hubiese sido una orden de Uribe, no tendría validez ni hubiera podido ser ejecutada sin la firma del ministro del ramo –en este caso el ministro Juan Manuel Santos. No parece que haya que profundizar en que claramente Santos no le está cuidando la espalda a Uribe en este tema.

Le incomoda que Duque proponga al congreso reformar la justicia pero le parece perfecto que Petro decretara el POT de Bogotá saltándose al concejo y las advertencias de la procuraduría con respecto a su movida ilegal, entonces de nuevo usted está siendo un hipócrita. Porque claro, seguramente a usted también le parece perfecto que Petro avance políticamente apoyado por fallos de cortes extranjeras para evitar sanciones administrativas, penales y económicas que dictan las leyes colombianas.

Hay todavía muchos más ejemplos de falacias usadas por el petrismo, y evidentemente esta columna no pretende que sus adeptos renuncien a su dogma, porque en el caso de ellos son de verdad creyentes, que es muy distinto a ser creyentes en la verdad. Lo que sí al menos se busca es que no se escuden en su ignorancia para defender lo que no tiene defensa.

Al fin de cuentas es un derecho votar por quien uno quiera, sin justificación alguna. Pero si vota por Petro no se avergüence del proyecto socialista, de su candidato que no respeta las leyes ni las instituciones colombianas, no se avergüence de su plan autoritario revolucionario. De la misma manera, respete a quienes han decidido votar en blanco y debata las propuestas de Duque desde la verdad.

Tampoco se avergüence de su admiración por los logros del chavismo en Venezuela pero no ignore el hecho de que Venezuela es ahora uno de los cuatro países del mundo donde se propaga la poliomielitis. Ese es otro de los logros de la revolución que usted con su voto puede ayudar a importar. Habrá que ver si las instituciones colombianas son suficientemente fuertes para evitar este otro contagio mortal para los colombianos.

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