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Bicentenario, niños e intelectuales. ¿Nada cambió o nada sería como antes?

Semana
25 de enero de 2010

Que los niños no lean a los intelectuales está bien. 

Tiene sentido que su formación básica se nutra de las simplificaciones de los docentes  (y  de sus libros de texto).  El sentido y el grado de la simplificación son las cuestiones que nos deben trasnochar.

La semana pasada dos nuevos talentos columnistas de El Tiempo nos ofrecieron sus  evaluaciones sobre la Independencia.

Ricardo Silva dijo que fue “falsa”.

Para Juan Esteban Constaín “nuestra Revolución fue un episodio del más puro gatopardismo” (que todo cambie para que nada cambie).

Los patriotas o revolucionarios “no acababan con el orden colonial, sino que lo prolongaban y encarnaban en todos sus matices” (citando a Fernando Guillén Martínez). “Dueños por fin del potrero”.

Imaginemos que un niño precoz leyó las páginas editoriales jueves y viernes.  Tal vez concluyó que el Bicentenario es la conmemoración de una farsa.

Entre esa simplificación y la más tradicional, que sólo habla de próceres, es difícil elegir.  Con la segunda, el niño sabe que después aprenderá más y mejor. 

Con la que lee en un periódico de gran autoridad como El Tiempo, probablemente pensaría que el profesor del colegio le estuvo mintiendo vilmente.

La historiografía dominante, incluso luego de la muerte prematura de F. Guillén Martínez en 1975, mantuvo que la Independencia había sido solamente una revolución política (burguesa). 

Una sustitución de los peninsulares por los criollos en el poder, preservando el statu quo social.

Esta visión ha tendido a pasar por alto los efectos de una guerra de más de 10 años,  que cambió y creó muchas cosas (Clément Thibaud).

El pueblo en el ejército patriota interiorizó el valor de la igualdad.

Notablemente, las constituciones provinciales de la Primera República, 1811-1815, prefiguraban un nuevo orden, de república y ciudadanos.

Se plantea ahora que las ideas y la guerra de Independencia impulsaron también un cambio social (y económico).  Sí, creíblemente, “nada volvería a ser como antes”, así no suene "gatopardista".

Las castas de color, los pobres blancos y los esclavos no fueron "gratis" a la guerra. Adquirieron derechos, que hicieron valer en alguna medida para enterrar el antiguo régimen.

Que el pueblo fuera analfabeta no quiere decir que no pensara ni identificara sus intereses. Que los próceres pretendieran ser "hidalgos" no quiere decir que ignoraran las consecuencias (inevitables) de su discurso.

El proceso de la independencia aceleró el cambio cultural, el tiempo, y fue sangriento, imprevisible, complejo.

Sí, sin la invasión de Napoleón a España en 1808, tal vez no habría habido 1810, pero de ahí a que "Napoleón les tuvo que hacer la independencia", hay un trecho grande.

Ese es un buen gracejo, que puede no ser advertido por el docente ni por el pelado precoz, con efectos en la 'conciencia nacional'.

Es grande la responsabilidad de los intelectuales públicos.