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Gracias Bolillo por darle de nuevo vigencia a la palabra indignación.

Semana
14 de agosto de 2011


Indignación es una palabra que poco se usa en nuestro medio. Si en Colombia, la tuviéramos mas a flor de piel, el asesinato indiscriminado de miles de personas, víctimas de la violencia irracional que llevamos en la sangre, debería haber producido movimientos similares de manifestación a los que, por razones parecidas, o diferentes, hoy se ven en Siria, Inglaterra, España, Chile e Israel.  

Sin embargo, el episodio de agresión del Sr. Bolillo Gómez contra una compañera el pasado domingo en la madrugada, parece que nos volvimos a recordar el significado de  esta palabra. Según el diccionario, la indignación es el sentimiento de rabia que produce un acto que traspasa todos los limites de lo que es aceptable y que genera un rechazo. Lo positivo de sentirse indignado, es que hay una predisposición a actuar para corregir la transgresión de estos límites. Cuando esto sucede a nivel colectivo, se evidencia en una sanción social ejemplarizante.

Hay una estrecha relación entre la indignación y la tolerancia. Cuando una comunidad se vuelve demasiado tolerante de la transgresión de las normas, que le dan coherencia, el resultado es una patente de corso para violarlas sistemáticamente. En este entorno, se pierde la capacidad de sentir la indignación, y por ende, de reaccionar y sancionar al responsable del hecho.

En una sociedad tolerante de la violación sistemática de las normas mínimas de convivencia, normalmente se tiene otro problema mayor: la predisposición del culpable a no asumir su responsabilidad y encontrar siempre una excusa externa para justificar el hecho. Y también, en este tipo de ambientes, la lealtad se confunde con la complicidad. Además, se trastoca y acomoda la escala de los valores y se acepta que "el fin justifica los medios".

En los ocho años de Uribe, la descripción anterior refleja bastante bien nuestra realidad. El haber recobrado en alguna medida la seguridad, sirvió para aceptar que se cometieran todo tipo de atropellos que hoy son grandes escándalos públicos, tema sobre el cual he escrito anteriormente. En este caso lo menciono, porque demuestra hasta que punto bajo se puede llegar, cuando se tolera lo inaceptable y se tuercen los valores para acomodarlos .

Pienso que lo que está sucediendo en estos días, con relación al escándalo suscitado por el entrenador de la Selección Colombia, es un caso que se debe analizar, no como algo puntual, sino como un síntoma de un mal mucho mayor que afecta a la sociedad colombiana. Y para respaldar mi afirmación, voy a recoger algunos de los hechos detrás de la noticia y las posiciones que la misma ha suscitado.

Comienzo por la perla mayor: la declaración de la senadora conservadora Liliana Rendón. Esta señora no se sonrojó cuando afirmó: "! Si mi esposo me pegó es porque me lo gané!". Este comentario debería generar una indignación similar, o mayor, a la producida por la agresión de Bolillo y un rechazo tajante por parte de la sociedad, en especial de las mujeres.

La desafortunadísima declaración de esta señora, en su rol de figura pública, envía muchos mensajes totalmente equivocados. Uno de los mas graves: la mujer colombiana debe seguir manteniendo el silencio cuando es agredida por su pareja. El resultado es la impunidad como lo demuestran las estadísticas: 23 condenas en 7000 denuncias recibidas. La pasividad, la resignación a ser maltratadas, es una situación enfermiza que una mujer, que es a su vez senadora, no puede propiciar con sus declaraciones
irresponsables. Esto debería ameritar una sanción. No es simplemente una opinión por el daño que ocasiona.

Con su declaración, la senadora Rendón le da patente de corso a los cientos de miles de machistas que hay en nuestro país. Es un cheque en blanco para que justifiquen los desmanes que cometen contra personas del otro genero . Según los datos publicados por el diario El Tiempo, cada día, 140 mujeres son agredidas por sus parejas.

Pero mas grave aun, es una falta de solidaridad de genero, que hace mas daño por la posición que ocupa la señora Rendón. Y si es casada y está acostumbrada a que su marido la maltrate, tenemos a una mujer que claramente no debería tener la investidura de senadora.  La señora Rendón puede hacer lo que quiera en su vida privada pero debe ser responsable, por los mensajes que da en su vida pública. Ella es un pésimo ejemplo del modelo de rol que se necesita, en una sociedad, donde la violencia en las relaciones, es la norma y no la excepción.

Pero indignación es la que me produjo el ver que, el 47% de los encuestados en 13 ciudades, sobre el hecho del Bolillo, no están de acuerdo con la renuncia del señor Gómez, decisión que fue presionada por la posición de algunos medios y de Bavaria   , patrocinadora de la Selección. Solo el 42% de los entrevistados consideran que la acción correcta era la de retirarse porque, como figura visible del fútbol nacional, su actuación en función de su posición, amplifica un ejemplo de modelo de rol negativo que no se puede tolerar.

Y mayor es mi indignación, cuando veo la respuesta de los mal llamados "dirigentes" del Fútbol colombiano. En lugar de enviar una señal ejemplarizante, que ayude limpiar la imagen de un deporte donde todo vale, resuelven que es mas importante tener entrenador a pocos días de iniciar la eliminatoria del mundial y sin importar cual es el comportamiento de esta persona, ni su responsabilidad. No hay sino que recordar a los capos del narcotráfico comprando resultados y donde el Bolillo, Maturana y otros ídolos de pies de barro,  construidos por los medios de comunicación, fueron cómplices de esa época nefasta para Colombia y que tal parece, no podemos superar.

Esta tolerancia a lo inadmisible,  transtocada de valores, es la que ha mantenido postrado el balompié colombiano e impedido que como sociedad, superemos los niveles de violencia y de corrupción que nos impiden avanzar. Solo ante la presión externa y el rechazo inicial a su actuación, resuelve asumir su responsabilidad y se declara culpable de la agresión.

Sin embargo y es lo mas grave de este bochornoso episodio que pinta de cuerpo entero a nuestro héroe y a una parte de la sociedad colombiana, el salvavidas de la senadora, de los dirigentes y de las encuestas, seguramente están llevando a Gómez a pensar que, al final de cuentas, si hay tanta gente minimizando su acto salvaje, es porque no estuvo tan mal. Esta relativización de lo inadmisible explica que, una de las personas que llamaron a la W el viernes , haya dicho que lo que lamenta es no haber estado junto a Bolillo para ayudarlo a golpear a la mujer. INCREIBLE...¡¡¡

Por todas las razones anteriores, me uno a la minoría del 42% de los colombianos que nos sentimos INDIGNADOS por el comportamiento de Bolillo Gómez, pero mucho mas por la indiferencia y tolerancia de lo inadmisible que demuestran tantos compatriotas. Y termino con la pregunta que alguien formulara en estos días: ¿Si la agredida hubiera sido su hija o su mamá, cual sería su posición?, ¿ Cuándo será capaz de trazar la linea la sociedad colombiana y decir no más?