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7 Papeleta: Fabio Villa y el futuro de la izquierda como partido

Semana
10 de enero de 2009

Fabio Villa Rodríguez fue el único estudiante elegido constituyente en 1991, por la lista de la Alianza Democrática M-19. Paisa, cursaba sociología en la U Nacional.

Simbolizó la convergencia de la tradición estudiantil 'revolucionaria' de las universidades públicas con un movimiento reformista 'burgués' surgido de las universidades privadas, abanderado por el joven profesor javeriano Fernando Carrillo, también constituyente.

Junto con Antonio Sanguino, santandereano y concejal primíparo de Bogotá, es uno de los "cuadros de reserva" del Polo con antecedente en la 7 Papeleta, que también aporta "cuadros" al lado uribista, como Oscar Ortiz, zar anti-corrupción, y Sergio Díaz-Granados, ex viceministro de desarrollo empresarial.

Villa fue concejal de Medellín, trabajó en la Administración de Lucho Garzón como gerente de la Lotería de Bogotá, con buen resultado, y se lanzará al Senado en el 2010.

Sus respuestas en este diálogo sugieren que podría jugar un papel en el liderazgo de transición hacia una 'nueva izquierda', en términos ideológicos.

Aunque probablemente él prefiera pensar que "es" de la nueva izquierda, y no el eslabón previo, un poco atrapado en el lenguaje de la paz, según mi punto de vista.

DM: A veces parece que la falta de sintonía del Polo con “las mayorías” afectará su futuro como partido…

FV: Hay que aceptar que el Polo es una amalgama de partidos y corrientes con distintas posiciones. Sin embargo, si define con claridad tres cosas será un partido con futuro.

DM: A saber…

FV: Primero, una apuesta definitiva por la paz y un deslinde absoluto con la violencia política.

Segundo: una apuesta definitiva por la democracia y por el Estado Social de Derecho, y un deslinde con las ideas de la lucha de clases y del comunismo.

Y tercero: un modelo de partido democrático, moderno, no clientelista, ni corrupto, abanderado de la igualdad.

DM: Pero perdón, sus puntos "de llegada" uno y dos, son "de partida" para el Partido Liberal, por ejemplo. Y en el punto tres están como iguales. ¿Tanta lucha para esto?

FV: Nosotros somos una representación de la nueva izquierda democrática, el Partido Liberal de la vieja derecha clientelista; por lo tanto, son los transfondos de las identidades políticas y no los discursos los que caracterizan a los partidos.

Sin duda, a esas tres cosas hay que agregar un programa de gobierno y esa será nuestra diferencia con los demás en la coyuntura.

DM: El Polo parece un partido con muchas limitaciones.

FV: El Polo es un partido nacional importante, así le pese a Germán Vargas Lleras, que dice que somos “un partido de Bogotá con una expresión en Nariño”. El Polo es lo que es y su crecimiento sigue. Tiene limitaciones, pero no son de número ni geográficas, sino de ideas y propuestas.

Más difícil la tiene el doctor Vargas Lleras, con sus ganas de ser la reencarnación de su abuelo Carlos Lleras y del uribismo juntos.

DM: Bueno, entremos la memoria generacional. ¿Cuál tragedia le despertó o marcó más la conciencia de pertenecer a un país asediado? Eran los 80s.

FV: El hecho que empezó a marcar mi deslinde con la violencia en todas sus formas fue el asesinato de Oscar William Calvo en 1.985 (vocero del EPL, durante el gobierno de Belisario Betancur).

A partir de allí comencé a debatir en mi Partido y en mi organización de jóvenes el deslinde con la lucha armada, con la cual teníamos una vinculación umbilical.

DM: ¿Por qué precisamente la muerte de Calvo?

FV: Oscar William había sido mi mentor político y fue el primero en proponer desde el 85 la apertura democrática y la Asamblea Constitucional como mecanismo para concretar una profunda reforma política.

Su muerte, acontecida 15 días después de la toma del Palacio de Justicia, me sumió en una profunda tristeza y en una gran reflexión sobre el camino que debían tomar la izquierda y el país.

DM: ¿Y llegó 1989 o 1990?

FV: 1990, cuando me encontré con el movimiento estudiantil en una asamblea de la U Javeriana y desde allí cambió mi vida del todo.

Pasé del activismo de izquierda marginal a un activismo político con posibilidad de incidir en cambios reales para el país, que finalmente se concretó en mi participación en la Asamblea Nacional Constituyente.

DM: ¿Qué hizo el domingo 11 de marzo de 1990 y, en general, en el movimiento estudiantil?

FV: Fui al principio un entusiasta activista y luego uno de sus líderes. Me moví por todo el país haciendo asambleas, reuniones y mítines; corté y empaqué papeletas; me reuní con candidatos presidenciales y con líderes de organizaciones sociales. Me reuní tres veces con el presidente Barco, y muchas veces con el Ministro de Gobierno Horacio Serpa.

Me enamoré en el grupo varias veces y disfruté como un niño de cada minuto. Aprendí de mis compañeros y compañeras como no había aprendido de nadie y amé intensamente a ese grupo maravilloso que jugaba con fervor, devoción y enorme conciencia, a cambiar el país.

DM: ¿Se enamoró varias veces? Creía que sólo de Claudia López ...

FV: Varias veces. Mi corazón es enorme.

DM: ¿De qué forma y en qué medida su vida posterior se relaciona con ese hecho de la juventud? (el movimiento estudiantil, no Claudia)

FV: Comencé mi vida pública con la Asamblea Nacional Constituyente. Todo lo que he hecho después tiene como punto de partida ese hecho. He fortalecido mi amistad con los que estuvieron allí y mi vida cambió en todo sentido después de esos años.

No sobra recordar que en medio de la Asamblea Nacional Constituyente, el EPL se desmovilizó y mis amigos de entonces entraron a la legalidad; además allí me hice amigo de Antonio Navarro y de muchos otros hombres y mujeres que siguen marcando mi camino.

DM: ¿A qué compañeros activistas estudiantiles recuerda?

FV: Los recuerdo a todos, pero especialmente a Catalina Botero, Alejandra Barrios, Claudia López, Ana María Ruiz, Alfonsito Gómez, Carlos Caicedo, Omer Calderón, Alfredo Cadena, Mauricio Rodríguez, Carlos Rojano, Oscar Guardiola, Oscar Ortiz, Alexandra Torres, Fernando Carrillo; a Pilar Chiquillo, a Crispiniano Duarte y a Cástulo su amigo; bueno, y a muchos otros que me encuentro todos los días, y nunca olvidaré a "Il Duce" (líder anarquista de la Nacional asesinado años después).

DM: ¿En qué situación quisiera que esté Colombia el 20 de julio de 2010?

FV: Quisiera que esté sin violencia y desarrollándose hacia una democracia plena y hacia una sociedad más justa.

Sin embargo, me contentaría con que Uribe no esté más en el Gobierno, y que seamos capaces de colocar un Presidente de centro izquierda.

Que la sociedad colombiana vuelva a retomar el camino de la paz como único camino viable para el país, sin debilidad pero con confianza en el futuro.

DM: ¿Cómo se relaciona ese “sin debilidad” con una eventual negociación para la desmovilización de las guerrillas?

FV: La Constitución dice que el monopolio de las armas es del Estado y que estas deben usarse con sujeción a la Constitución y a la ley. Yo creo en ese principio elemental del Estado de Derecho.

No reconozco, por tanto, como legítimo a ningún otro actor armado y consecuentemente creo que el Estado debe desarmar a los ciudadanos y desmontar todos los ejércitos privados con el uso legítimo de la fuerza.

De allí que creo que el Estado debe ofrecer y mantener siempre abierta la posibilidad y la propuesta para un acuerdo de paz, pero no debe renunciar por ello a sus deberes de orden legal y constitucional.

Si el PDI quiere ser opción de gobierno este es un asunto en que sin vacilaciones tiene que hablarle al país.

DM: A ver si entiendo bien: usted comparte que para conseguir la paz hay que librar la guerra, y en ese sentido el Gobierno de Uribe básicamente ha estado en lo correcto.

FV: Yo no he dicho eso. La paz es un derecho y un deber de todos los colombianos (artículo 22 de la Carta). La paz es un propósito irrenunciable sobre el que debe trabajar permanentemente el Estado y el medio para conseguirla es la negociación política, no el uso de la fuerza.

Sin embargo, el Estado tiene el deber institucional de mantener el orden público y la seguridad y allí opera el uso legítimo de la fuerza como su elemental mecanismo, no el único.

Nosotros tendremos que hacer uso de ese mecanismo, sin duda y sin vacilaciones, pero en el marco de un concepto de seguridad ciudadana y no en la idea de la seguridad democrática de Uribe.

Finalmente, hay que decir que Uribe nunca ha sido un defensor ni ha perseguido la paz en este gobierno.

DM: Gracias, y suerte en el 2010.