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Colegios en mal estado frenan la educación en Colombia

La Infraestructura educativa incide en la calidad de la educación, en la deserción escolar y en el trabajo de los docentes.

Marcela Peña Guerrero
29 de julio de 2016

En Colombia el deterioro y las condiciones de la infraestructura educativa de escuelas y colegios, en general, son lamentables, y por lo mismo, son un obstáculo para la calidad de la educación, la felicidad y permanencia de los estudiantes en el sistema educativo y, de acuerdo con mi experiencia, afecta las condiciones laborales de los docentes y su capacidad de innovar y mejorar los procesos educativos en el aula.

Un problema del diseño, creación y desarrollo de las políticas públicas en educación de Colombia y de los países Latinoamericanos es que la mayoría de ellas tienen origen en discusiones propias de los países desarrollados, con obstáculos, características poblaciones y ausencia de recursos que no son comparables con la educación de Colombia, de manera especial con la educación oficial. Este es el caso de la calidad de la educación donde las acciones para la calidad de la educación se concentran en tener buenos docentes, sistemas de medición de los resultados de los estudiantes, evaluación docente, seguimiento, y en algunos casos, hasta se preocupan de las condiciones de vida de los estudiantes.

Sin embargo, durante el transcurso de este siglo las investigaciones, análisis y discusiones sobre la calidad de la educación en Colombia dejaron de lado temas que esas sociedades (por ejemplo, los países de la OCDE) ya resolvieron. Por ello, a pesar de que mejorar la calidad de la educación es hoy el principal reto de la política educativa, cuando en el país se diagnostican las causas del bajo desempeño escolar existe poco énfasis en temas como: currículo, alimentación escolar, transporte, uniformes, material educativo, construcciones escolares y sus respectivas dotaciones, variables que inciden en el cumplimiento del derecho a la educación y en la calidad de la educación.

Sin olvidar, que una infraestructura educativa que no ofrezca garantías de reforzamiento estructural frente a temblores, terremotos u otros desastres naturales puede amenazar la vida de los más de 4 millones de estudiantes de la educación básica y media (pública y privada) y de más de 200 mil docentes que a diario asisten y trabajan en las instituciones escolares oficiales y privadas, sin reforzamiento estructural. Los terremotos en Pakistán (2005) y China (2008) demostraron que en las escuelas ocurrieron las más grandes tragedias, en las sedes educativas de estos países murieron cerca de 20.000 niños en sus escuelas. Lo triste es que somos los adultos quienes decidimos dónde y en qué condiciones estudian los niños.

La mayoría de las sedes educativas donde funcionan las escuelas y los colegios oficiales aún en ciudades como Bogotá, surgieron en su inmensa mayoría a partir de esfuerzos comunitarios. En el año 2014 había 12.051 instituciones escolares públicas, las cuales funcionaban en más de 30.000 sedes y atendían a 8.655.079 estudiantes.

En el año 2014 el Ministerio de Educación Nacional realizó a través del Sistema Interactivo de Consulta de Infraestructura Educativa (SICIED) una encuesta que respondieron rectores sobre 9.176 sedes educativas que arrojaron datos como: “el 25.5% de las sedes deben ser reubicadas o deben recibir adecuaciones porque se encuentran en situaciones de riesgo como inundaciones. “La infraestructura reportada tiene entre 40 y 60 años de antigüedad. Además, Cerca del 78% de las sedes que respondieron la encuesta se encuentran en el sector rural. Esto se relaciona con deficiencias en la disponibilidad y prestación de los servicios públicos, donde 2,3% no cuentan con ningún servicio público, 5,5% solo tienen pozo séptico, 2,5% solo cuentan con energía eléctrica, otro 0,4% solo cuenta con un servicio público y al 87,2% le falta al menos uno de los servicios por los que se indagó”. Nótese que los peores resultados de calidad y de deserción escolar se encuentran en el sector rural.

El Investigador Hernando Bayona Rodríguez encontró que “una mejor infraestructura reduce la tasa de repetición en 0.51 puntos porcentuales. Esto es equivalente al 8,03% de la tasa media de repetición reportado en el mismo periodo de estudio”, él identificó que los laboratorios de ciencias o química, laboratorios de computación o tecnología, laboratorio de idiomas y la emisora son componentes que tienen el mayor impacto en la reducción de la repetición.  

Con el proceso de descentralización la competencia de construir y dotar escuelas pasó a los municipios y departamentos, la nación se desentendió de esta responsabilidad. Agrego que para evitar construir y dotar colegios, en Colombia se incluyó la doble y hasta triple jornada escolar en las escuelas y colegios públicos, a partir de los años 70s. Además, el Sistema General de Participaciones y al financiamiento de la educación muestra que el gasto público ha tenido como prioridad el pago de los docentes, el personal administrativo y el funcionamiento muy básico de las escuelas, para el resto no hay plata.

Por fortuna, el Gobierno Nacional obligado por la necesidad de implementar la jornada única propuso al país el Plan Nacional de Infraestructura Educativa, mediante el cual se proyecta construir 30.680 nuevas aulas a 2018 y 51.134 aulas a 2030. Así mismo, el Gobierno Nacional creo el Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa (FIE), entidad que administrará cerca de 4.5 billones de pesos. Sin embargo, subsiste el problema: ¿quién se encargará del mantenimiento y arreglo de las antiguas sedes educativas? Y de dónde saldrán los recursos. En el mundo existe evidencia que la infraestructura y las dotaciones escolares inciden en la calidad de la educación.