MAURICIO BOTERO

Exxon: ¿algo más que un desaire?

Hace unos días Exxon, la principal empresa petrolera de EE. UU., fue retirada del índice Dow Jones el principal indicador por medio del cual es posible conocer el precio y trayectoria de las acciones de las principales empresas que cotizan en el mercado de valores a nivel mundial

Mauricio Botero Caicedo, Mauricio Botero Caicedo
2 de septiembre de 2020

A las acciones que conforman este índice se les conoce como blue chips o fichas azules, haciendo analogía al juego de póker, en el que las fichas azules son las que poseen el valor más alto. Para calcular el Dow Jones Index, se suman todos los valores monetarios de las empresas constituidas, para luego dividir ese valor en una variable que se calcula diariamente.

La pregunta de fondo es si la sacada de la Exxon ¿Es algo más que un desaire? Es decir, que si ¿Es el equivalente a que a alguien no lo hubieran invitado a un almuerzo o a un banquete? La Exxon muy rápidamente sacó un comunicado aduciendo que dicha salida del índice no tenía impacto ni en sus resultados, ni en su patrimonio, ni en su estrategia.

Y visto desde ese ángulo, la Exxon tiene razón. No obstante es una tremenda bofetada para una empresa que en el 2013, hace siete años, era la mayor empresa del mundo por capitalización bursátil.

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En opinión del autor de esta nota, el problema de Exxon no es el retiro de la acción, sino el hecho de que para el principal mercado de valores del mundo, que es la Bolsa de Nueva York, el significado del comportamiento de la acción Exxon (cuyo valor en los últimos cinco años se ha reducido a la mitad) ha pasado a ser irrelevante.

Pero no solo es la Exxon, sino practicamente la totalidad de las empresas petroleras - cuya principal actividad económica está relacionada con los combustibles fósiles - las que han sufrido gigantescos desplomes en los mercados bursastiles.

Cada día son menos los fondos (soberanos, públicos, privados, o de pensiones) que invierten en las empresas que explotan combustibles fósiles; y dicha reticencia a aportar capital fresco lo que hará es a acelerar la eventual desaparición de estas empresas.

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Para dar un ejempo del derrumbe de valor de las grandes petroleras de Estados Unidos, hoy la capitalización bursátil de Tesla, una compañía de carros eléctricos relativamente pequeña (produce solo el 5% de los carros que fabrica la Toyota), es mayor que el de las principales cinco empresas petroleras juntas.

En Colombia no parece que las autoridades hayan entendido que el modelo económico de exportar combustibles fósiles para importar comida y bienes de lujo está mandado a recoger. El carbón térmico, del que tenemos reservas hasta el siglo XXII, muy posiblemente de aquí al 2025 no tenga mayor valor comercial, forzando a las grandes empresas del sector en Colombia a cerrar.

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El petróleo probablemente dure algo más, pero en la década de los 2030 y en adelante, muy seguramente su precio va a bajar al costo marginal de extraerlo en los países árabes, costo que está en el orden de los US$5 a US$10 por barril.

Cuando esto ocurra lo que va a pasar es que, de no tomar las medidas del caso, Colombia no va a tener con qué pagar las catorce millones de toneladas de comida que importa todos los años.

Muy seguramente buena parte de los lectores no está de acuerdo con el panorama apocalíptico sobre los combustibles fósiles que se esboza en este artículo. Sin embargo, el campanazo de la Bolsa de Valores de Nueva York parece ser una señal inequivoca de que la irrelevancia de los combustibles fósiles ha comenzado.