ÁNGEL PÉREZ MARTÍNEZ

Presidente Duque, se requiere un ministro de Educación con conocimiento y experiencia

De alguna manera todos tienen razón, la discriminación y la escasa importancia al sector educativo empieza por a quién se nombre ministro de Educación.

Ángel Pérez, Ángel Pérez
25 de junio de 2018

En Colombia la educación importa tan poco que los presidentes, gobernadores y alcaldes, de manera general, nombran ministros y secretarios de educación sin experiencia, sin conocimiento y sin ningún compromiso con los niños, jóvenes y docentes, menos con las instituciones públicas, privadas, sindicatos y las ONG del sector.

Dos meses atrás, en una reunión con expertos en educación superior, realizada en la sede de Bogotá de la Universidad del Tolima, el profesor de la Universidad Nacional Gabriel Misas manifestó que en los últimos treinta años mientras el país improvisaba en el nombramiento de los ministros de educación, en el Ministerio de Hacienda era todo lo contrario. Allí se han nombrado técnicos con amplio conocimiento y experiencia en política fiscal, macroeconómica y crecimiento económico, entre otras cosas porque con su designación el presidente manda un mensaje de tranquilidad y experticia a organismos internacionales como el FMI y la banca multilateral, así como a inversionistas, empresarios y banqueros nacionales y externos. Allí no hay lugar a la improvisación, la economía y sus expectativas no lo permiten.

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En cambio, en educación sucede todo lo contrario, durante los últimos treinta años solo dos ministros de educación conocían del tema: Jaime Niño Diez y Cecilia María Vélez, ambos con amplios e importantes aportes al sector educativo del país. El primero más cercano a los docentes, a las organizaciones sindicales y a los temas pedagógicos; la segunda enfocada en mejorar la gestión del sector, el uso eficiente de los recursos y, de manera especial, en los sistemas de información y de evaluación.

Jaime Niño Diez, antes de ser ministro de Educación, fue profesional y luego jefe de la División de Educación del Departamento Nacional de Planeación, DNP, de donde pasó a ser el secretario de Educación de Bogotá. Además, dirigió la Campaña de Alfabetización Simón Bolívar, fue rector de la Universidad Piloto y Autónoma, director del Icetex y del ICFES, viceministro y ministro de Educación. Además fue senador, actuando en la comisión encargada de los temas de educación y ciencia. También, fue asesor en temas educativos en países como Perú y Nueva Guinea.

Por su parte, antes de ser ministra de Educación, Cecilia María Vélez trabajó en el Departamento de Planeación Nacional en temas de descentralización, incluyendo la gestión de recursos y la organización del sector educativo; además, ella fue promotora de la Ley 60 de 1993. Luego fue secretaria de Educación de Bogotá durante 5 años, de donde pasó a ser ministra de Educación.

Excepto los dos anteriores, con todo respeto para quienes han sido ministros de Educación en Colombia, algunos de ellos funcionarios inteligentes, brillantes y con probado éxito en otros campos, todos llegaron al Ministerio a improvisar y deberían ser los primeros en reconocer que no conocían y que el proceso de aprendizaje de lo básico del sector toma más de un año. Administrar el sector es más complejo y delicado de lo que parece.

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Por lo anterior, a través de la plataforma change.org, más de diez mil personas han solicitado al presidente elegido, Iván Duque, la siguiente petición: “El Ministerio para alguien que conozca la educación del país”. En la sustentación de dicha petición se expresó un docente: “sin educación no habrá un mejor país, porque soy docente y creo en la educación y la investigación”, otra persona sostuvo: “en educación no improvise, nombre un ministro que conozca el sector.”

De alguna manera todos tienen razón, la discriminación y la escasa importancia al sector educativo empieza por a quién se nombre ministro de Educación. Basta citar las cifras donde de manera directa esa carteras tiene incidencia: más de trece millones de estudiantes, diez millones en educación oficial y cerca de tres millones en edad escolar (4 a 22 años) por fuera del sistema educativo. Más de quinientos mil docentes, de los cuales cerca de cuatrocientos mil trabajan en la educación básica, media y superior, en instituciones oficiales y un presupuesto que se acerca a los $40 billones.

Pero también, el ministro de Educación y su equipo de gobierno tienen incidencia en las condiciones en las que estudian los niños (jornada escolar, infraestructura, dotaciones, alimentación, transporte, útiles escolares, entre otras), así como en las condiciones salariales y de bienestar para los docentes, y más grave aún, en los temas curriculares y pedagógicos, para no mencionar las competencias cognitivas, socioemocionales y de ciudadanía, áreas con las que no se meten los ministros. Este es sin lugar a dudas uno de los factores por los que se reduce la calidad de la educación a los resultados de las pruebas Saber.

Colombia requiere un ministro de Educación creíble, que por lo menos maneje el lenguaje del sector, que al igual que el ministro de Hacienda ofrezca garantías a las instituciones del sector, a los docentes, a las familias y a los estudiantes. El Ministerio de Educación no debe servir para tapar huecos en el gabinete o para el cuadre político de última hora; con este sector, al igual que con la economía, el país no debería improvisar.

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