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CRÍTICA DE CINE

'Anna', la bipolaridad colombo-francesa

'Anna' es una película sobre una esquizofrénica y también un film esquizofrénico. Drama psicológico que se permite mostrar el sube y baja emocional de un personaje encarado con credibilidad por la actriz Juana Acosta.

Revista Arcadia
23 de marzo de 2016

Anna es, como su personaje principal, un film a la deriva. Según el cristal con que se mire puede resultar una película demasiado francesa en Colombia y demasiado colombiana en Francia, y terminar así siendo víctima de esos recortes que imponen los prejuicios y las expectativas sobre lo que debe ser una obra dependiendo de su origen. El segundo largometraje de Jacques Toulemonde tiene su mayor riesgo en caminar sobre esa cuerda floja, contradiciendo los rígidos cánones de circulación de productos audiovisuales; un espacio de opresión donde la procedencia geográfica y las etiquetas nacionalistas parecen lejos de ser erradicadas.

Toulemonde es colombiano y francés, y ha hecho una brillante carrera como asistente de dirección en películas de Franco Lolli (el corto Como todo el mundo), Ciro Guerra (Los viajes del viento) y Rubén Mendoza (La sociedad del semáforo); fue también coguionista de El abrazo de la serpiente. Su vínculo con la renovación formal y narrativa del cine colombiano contemporáneo y con su lento pero firme posicionamiento internacional son notables y quizá no suficientemente reconocidos. Las películas que Toulemonde dirigió, entre ellas el corto Un juego de niños (2010) y Anna, señalan búsquedas y formulan preguntas, pero no terminan de ser tan personales y osadas como para imponer su identidad en un cine que, tristemente, busca mesías o, al menos, personajes que jueguen a ser rockstars.

Anna es una película sobre una esquizofrénica y también un film esquizofrénico. Drama psicológico que se permite mostrar el sube y baja emocional de un personaje encarado con credibilidad por la actriz Juana Acosta. Y road movie que se desplaza entre dos países y dos lenguas para llevar a esa protagonista que vive en París, destruyendo todo aquello que ama, al cumplimiento de su mayor deseo: regresar a Colombia y empezar de nuevo convirtiendo la casa familiar de la playa en un hotel para turistas. En sus talones arrastra no solo a su nuevo novio, un alcohólico lleno de deudas, sino a su pequeño hijo Nathan, a quien legalmente solo puede ver dos veces por semana.

Contrario a su personaje, siempre al borde de estallar, Anna es una película estética y narrativamente contenida que siempre sabe para dónde va, y que exhibe en cada detalle un saber ordenado del oficio de hacer cine. Pero una acumulación de gestos seguros a veces puede ser el mayor enemigo de una producción. Si las emociones del espectador, su identificación o antipatía, son conducidas por terrenos comunes, la experiencia termina siendo frustrante. Quizá, aquí y ahora, y de forma no del todo consciente, queremos ser sacudidos y transformados por un desorden iluminador.

El cine de este joven director se protege justo donde otros realizadores se lanzan desnudos al agua. Anna, con su bien templado arco narrativo, aterriza en una época en que, tal vez, se demanda de las películas que tengan su fuerza en otro lado: en una actitud y una mirada. Sus decisiones a la hora de escoger actores o situaciones son correctas pero conservadoras. Mientras directores como el muy cercano Franco Lolli, en su camino por llevar los dramas familiares a un nuevo lugar, se la juega por actores no profesionales y por una dramaturgia de lo cotidiano con su carga de desafío para el espectador, Toulemonde prefiere hacer una película más previsible.

Suena tremendamente paradójico que a un film colombiano se le demande un poco de caos y descentramiento. Durante mucho tiempo, la ausencia de personajes sólidamente construidos y que despertaran identificación con el espectador fue el talón de Aquiles de nuestras películas. Cuando un film como Anna finalmente consigue poner en cintura esa dificultad para desarrollar dramas psicológicos y nos entrega una delicada narración sobre un personaje en busca de su lugar en el mundo y que no sabe qué hacer con la fuerza excesiva y desbordante de sus sentimientos, la sensación que deja es que su logro llega demasiado tarde.