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EL "INDIO" GUERRA

Es el hombre que individualmente maneja el mayor caudal electoral en el país. ¿Cómo lo ha conseguido?

14 de junio de 1982

Puerta a puerta, voto a voto, Bernardo "El indio Guerra", -según se proclama en su oratoria "guasca"- maneja 180 mil votos liberales de Antioquia, que lo consagran ampliamente como el primero y más efectivo "cacique" electoral colombiano.
¿De dónde saca semejante poder en estas épocas abstencionistas y escépticas?, es la natural pregunta, que absuelve, al azar, un "guerrista de La América", tumultuoso suburbio medellinense:
"De dejarse encontrar, hombre, cuando uno lo necesita. P'a mi Dios que no hay mejor amigo. El es capaz de empelotarse pa' ayudarlo a uno".
Y como ese "uno" 180 mil votantes que él llama "socios", dispersos en la arriscada geografía antioqueña, conforman su tribu, agradecida, militante y monolítica.

LOS INDIOS "PEQUES"
Muy adecuado el símil indígena para referirse al silencioso pero eficaz parlamentario de 53 años, natural del remoto municipio del Peque, refugio de una tribu indómita de la "nación Nubate", al occidente de Antioquia.
Y muy apropiado su apellido. Peque está localizado en las estribaciones de la cordillera Occidental; liberal entre pueblos conservadores, fue blanco de la violencia implacable de los años cincuenta. A la persecución política dirigida por el Capitán Mejía (alias "capitán gordo"), los pecunos ofrecieron una tenaz resistencia, encabezados por la familia Guerra, campesina y laboriosa, que debió abandonar su cultivo de fríjol y maíz, para encarar el peligro. Tan aguerridos fueron los pecunos, que hasta destruyeron su acueducto para hacer con los tubos, escopetas de fisto. Tenían que ser fieles a la memoría de la india "Peque", muerta en la lucha contra los conquistadores.

"VOCACION TARDIA"
En ese duro menester gastó su juventud Bernardo Guerra Serna. Por eso, apenas a los 31 años, vino a culminar su carrera de abogado en la Universidad Libre, sin notas relevantes.
Sus condiscípulos lo recuerdan como "un gran liberal", enfrentado al sectarismo comunista con un discreto pasar por las disciplinas de Justiniano. "Diplomado y todo", en 1961 regresó a su tierra para engrosar las huestes emerrelistas que comandaba Jaime Isaza Cadavid, muerto en plena lucha contra los jefes adictos al Frente Nacional. Eran los tiempos de Eduardo Uribe Escobar ("El Compañerito", dueño de "El Diario"), Alberto Jaramillo Sánchez, Hernando Agudelo Villa, Jorge Pérez Romero, etc., hoy con un reducido poder político regional.
Habían tomado el mando liberal, a la muerte de Rafael Arredondo, gamonal de "racamandaca", predecesor de Guerra, amo y señor de toda canonjía, bajo la "república liberal", desde su fortín de Ebéjico. Sólo que Arredondo se dejaba invitar de los "notables" al Club Unión y los metía -sin votos- a las listas parlamentarias,"pa'dale lustre al departamento", como se disculpaba luego ante los seguidores que osaban glosar su arbitrario bolígrafo ("plumero", en aquella época).
Guerra Serna no conoció a Rafael Arredondo ni trabajó con él la política. De soldado raso del MRL, fue ascendiendo en la dirigencia departamental hasta llegar a la Asamblea en 1966.
Si bien no compartía -entonces- los métodos de Arredondo, tampoco aceptaba el manejo de "los notables".
Desaparecido Isaza Cadavid, su comando pasó a otras manos, distintas a las de Guerra, no señalado jurista como Federico Estrada, ni gran agitador, como Estanislao Posada. Apenas un "tropero" de la acción política.

MEMORISTA Y AMIGO
Dueño de una memoria casi electrónica, conocía de nombre y circunstancias a cada uno de los jefes regionales; por eso no le fue difícil ingresar al Directorio Liberal de Antioquia, hecha la unión de 1967, e ir ascendiendo en la apretujada jerarquía, hasta suceder a Jaime Henríquez Gallo, en la Presidencia del Directorio.
Ya de amo y señor, puso en práctica su metodología turbayista en la administración política: la amistad personal de los jefes comarcales y la solución directa de sus problemas.
Sus calidades de "servicial y buen amigo" -reconocido por amigos y adversarios se vieron reflejadas en el aumento paulatino de la votación liberal, que -en los últimos comicios- obtuvo un increible aumento del 20 por ciento.

A LA ALCALDIA
Esas condiciones se pusieron a prueba al designársele Alcalde de Medellín, en los albores de la administración Turbay. No obstante una gestión controvertida en el aspecto administrativo y financiero, los resultados políticos están a la vista. Guerra extendió a la capital una influencia política que era únicamente provinciana. Actualmente tiene en Medellín 40 mil votos, que son el 28 por ciento del total.
Su fuerza electoral metropolitana se comprobó en los comicios de 1980, cuando venció impecablemente a Hernando Agudelo Villa, candidato al Concejo de Medellín.
Después de 15 meses de Alcaldía, volvió a la brega política, no sin prever la financiación adecuada y la culminación de su programa de "puentes" al estilo Durán Dussán.
Prácticamente allí sacó su máster de "acabado clientelista" que dicen sus adversarios y de "gran elector", que indican sus admiradores.

GIRA PERMANENTE
Horas después de las elecciones, "El Indio Guerra" y su esposa (Lucía Hoyos), ya estaban de gira por el departamento, para agradecerle al electorado el esfuerzo del 14 de marzo mientras sus adversarios seguían pegados al escrutinio. Y es que Bernardo Guerra se mantiene en gira permanente.
Su familia (en la que se destaca la hija mayor, estudiante de Ciencias de la Comunicación), la actividad política y la ganadería, son sus máximas predilecciones.
No fuma, no bebe en exceso, no es parrandista ni mujeriego.
"Vive arriando ganao y votos", afirman sus conocidos: cuando no está en el "puente de mando" del Directorio, se le localiza al pie de la báscula en la Feria Ganadera, rodeado de "socios" políticos o pecuarios.

VIDA MODESTA
Picado de la vena "negociante" de todo antioqueño, no es, sin embargo, un codidioso del dinero.
Vive modestamente en una casa hecha en serie, en el barrio Estado No. 2 y pasa los fines de semana en una casa de campo llamada "El Tirol", en las afueras de Medellín.
Son estos sus puntos fijos, donde el electorado sabe que lo encuentra, de día o de noche, siempre dispuesto a "ayudar en lo que sea": un puesto, una beca, un servicio cualquiera.
Casi por aguero, Bernardo Guerra no pisa el Club Unión, en cuyo bar "El Compañerito" (así bautizado en honor del desaparecido Uribe Escobar), los antiguos jefes naturales siguen estudiando estrategias anti-guerristas.
Guerra no los combate ni los acepta. En sus listas no figuran notables de Medellín. "El único blanco que aparece en los cuadros guerristas es Jorge Valencia Jaramillo, montañero y provinciano, blanqueado en las capillas de Bogotá, pero sin anclaje en la oligarquía de "El Poblado"", dice Horacio Jaramillo, minucioso observador de la política antioqueña.

PROMOTOR DE LA CLASE MEDIA
Pero si es cierto que Guerra no adula "a los blancos de Medellín", también es evidente que a su amparo se han formado sólidos cuadros de clase media, capacitados y probados en la política y el gobierno, como Víctor Cárdenas, respetado higienista y dermatólogo, o Guillermo Gaviria (el "negro Gaviria"), ingeniero de amplia trayectoria.
Si su oratoria es descuidada, carente de citas y elocuencias, limitada apenas a la divulgación de consignas electorales, su "staff" cuenta con disertos oradores y agitadores de vuelo.
Los "más sabidos" en política antioqueña reconocen que Guerra carece de ambiciones personales, pero es un empecinado impulsor de su equipo, que está repartido en todos los niveles de la administración pública: desde barrenderos hasta grandes ejecutivos.

"HASTA LA CAMISA"
En sus giras políticas, Bernardo Guerra es capaz de dar hasta la camisa. Y efectivamente, varias veces se ha despojado de su guayabera para regalarla a un elector "pedigueño". En campaña por el suroeste, se encontró con unos indios de "Cristianía", borrachos en el mercado, que lo reconocieron, alborozados. Guerra le dirigió algunas palabras en dialecto indígena al cacique, se abrazó con él y le regaló su reloj pulsera, al notar que el indio lo miraba con ávida curiosidad. Ese día los indios ingresaron al "guerrismo" irreversiblemente.
Su carisma popular y su destreza en el manejo de la cosa política se magnifican en las convenciones regionales, donde ha molido a los más duros adversarios. Célebre fue la convención del 78, cuando la Banda de Zaragoza -de "guerristas" puros. acalló, entre pasillos montañeros, las voces disidentes.
Como un confesor en gira misional, Guerra llega a los pueblos para oír, anotar y resolver caso por caso a sus seguidores, en jornadas fatigantes de ocho horas, sentado él en una silla grande, libreta en mano, y el "penitente" al lado, en una pequeña.
"¡Listo socio!", exclama al terminar la audiencia.
Con ese sistema ha logrado involucrar a 180 mil "socios" para su singular empresa política, la más próspera del país.