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Por los desplazados

En la Red de Solidaridad, Luis Alfonso Hoyos pone a prueba su destacada habilidad gerencial.

11 de diciembre de 2003

"Es un autentico caballero", dicen al unísono dos colaboradoras de Luis Alfonso Hoyos en la Red de Solidaridad. Y con eso quieren decir que trata a todos con especial cortesía, es ordenado en su trabajo y no se sale de casillas. Hoyos, caldense de 38 años, no se deja decir doctor y hace que todos lo llamen por su nombre. Es sencillo y consagrado porque es de Pensilvania, un pueblo cívico, orgulloso de su identidad. "Cuando el sentido de pertenencia y la política se juntan nace espontánea la búsqueda del interés público", dice. De su tierra también sacó ese pragmatismo de los cafeteros, maestros del buen desarrollo social. Lo cultivó con excelencia académica. Es abogado de la Universidad del Rosario, se especializó en ciencia política en La Sorbona, en París, e hizo la maestría de administración de empresas en Los Andes. De su papá, Alfonso, sacó el carisma político. A los 23 años, con varios coterráneos, fundó el Movimiento Cívico de Pensilvania, que formuló un plan de desarrollo consultado vereda por vereda, y que ha sido guía de muchos alcaldes. Ese modelo de colaboración entre empresa privada, sector público y comunidad -que fue elogiado por las Naciones Unidas y el Banco Mundial- llevó a Pensilvania a tener educación gratuita universal, una cobertura de servicio de energía de 98 por ciento y un servicio de salud ejemplar. A medida que este grupo cívico creció, ascendió Luis Alfonso. De concejal pasó a representante a la Cámara en 1990 y a senador en 1994; sus colegas lo declararon estrella y su unidad legislativa fue modelo. En 1998 consiguió el doble de los votos pero se quemó. Como es un entusiasta desproporcionado, se fue a trabajar a Bogotá con Enrique Peñalosa como coordinador de la desmarginalización de barrios pobres. Su gestión fue admirada por el mismo Peñalosa, quien le confesó a Angel Beccassino: "A Hoyos estaría feliz de cargarle ladrillos en política". Confiado en sus habilidades gerenciales se lanzó a la gobernación de Caldas como independiente y obtuvo un récord: 160.000 votos, pero perdió. Lo derrotó la llave Yepes-Barco, que ha dominado la política caldense por décadas y contra la cual se ha enfrentado siempre. Sin embargo midió su fuerza y eso los asustó. De ahí que a nadie le extrañara que Hoyos terminara con un rebuscado proceso de pérdida de su investidura de senador aunque hacía dos años ya no lo era. El Consejo de Estado falló en su contra. Medio país se escandalizó con la injusticia que Vladdo bien describió con una ironía: "Vladdomanía se pregunta si los parlamentarios honestos como Luis Alfonso Hoyos desacreditan al Congreso". El político resistió el embate y se fue a hacerle campaña a Alvaro Uribe en 2001. Este lo nombró gerente de la Red de Solidaridad, la entidad encargada de indemnizar a las víctimas de la guerra y atender el enorme problema de los desplazados. En los cuatro meses que lleva, Hoyos tiene un primer logro: ha hecho que 12.000 personas retornen a sus hogares. Tiene planes para que regresen otros miles, ha comenzado a movilizar fuerzas regionales para evitar nuevos desplazados y quiere llegar a atender con lo básico a cada uno de ellos. Le espera un largo trecho en esta nueva ruta que ha emprendido. Pero Hoyos, un caminante consagrado que ha atravesado el parque de los nevados desde Manizales hasta Ibagué y se ha recorrido el cañón del Chicamocha a pie, no parece angustiarse y dice con cierta burla de sí mismo: "Si esta noche hay fríjoles ¿de qué me voy a preocupar?".