Lucas Ospina.

EL REVERSO DEL DECORADO

De FILBo a ArtBo: youtubers y avelinos

"Hay una legión de intereses que, en dirección opuesta pero simétrica a la novedad de los 'youtubers', señalan algo por venir y que debería ser explorado y promocionado en igualdad de condiciones".

Lucas Ospina
24 de mayo de 2016

German Garmendia tiene 27 millones de seguidores en Hola soy Germán, su canal de YouTube. En el portal Noches de media, Karen de la Hoz hizo un recuento de la reciente visita de este joven performer chileno a Colombia. En Lecciones del caso del youtuber que colapsó la Feria del Libro ella muestra cómo “nadie lo vio venir”: ni los organizadores de FILBo –con 29 años de experiencia– ni los grandes medios –que no cubrieron su llegada y que no superan los 200.000 suscriptores en YouTube–.

En la madrugada del sábado 23 de abril, cuando comenzó a armarse una fila de niños, adolescentes, eternos adolescentes y adultos responsables, que más tarde terminarían por agotar las entradas a FILBo, era evidente que algo estaba pasando: Garmendia, como lo había anunciado por redes sociales, estaba ahí para firmar su libro #ChupaElPerro, una firmatón donde repitió una y otra vez la misma frase empática de emprendimiento y autoayuda: “Hola amigo/ Foto amigo/ ¡Cuídate mucho!”. Trece horas y cinco mil firmas después, la altura de Bogotá le pasó la cuenta, el ídolo se descompensó y tuvo que ser llevado a su hotel en una ambulancia con máscara de oxígeno.

Este año también vino a FILBo la mexicana Avelina Lésper a presentar su libro El fraude del arte contemporáneo, un breve compilado de cuatro textos editados por la revista El Malpensante y rotulados como “ensayos”, aunque sean poco ensayísticos según las pautas publicadas por Jaime Alberto Vélez en esa misma revista: “El ensayo como un género alejado de la solemne seriedad de quien se cree depositario de la verdad o poseído de una misión superior”.

Lésper tiene frases poderosas: “La gente no ve arte, ve dinero pegado en la pared”, y generalizaciones ramplonas: “El verdadero arte es aquel que resulta del talento y del entrenamiento de un artista en técnicas clásicas como la pintura, la escultura y el grabado”. Es tanta la convicción de Lésper, tan férrea su defensa, su pose solitaria de esfinge, que parece que estamos ante un performance en el que ella, como artista, algún día va a sonreír y revelarse como una obra más del “arte contemporáneo” que tanto le encanta.

Lésper le habló a una tropa mayoritaria de pintores, de todas las edades, que desentonan y son ninguneados por el buengustismo del “arte contemporáneo”, y por árbitros del gusto “contemporáneo” que no los bajan de feos, ingenuos o anacrónicos. Lésper, paradójicamente, dio su charla donde en unos meses tendrá lugar ArtBo, la Feria Internacional de Arte de Bogotá.

La entrada a FILBo cuesta $7000, la boleta para ArtBo cuesta $35000. FILBo dura dos semanas y su apertura a lo que significa leer y su noción de libro se reflejan en un mundo de hechos respaldado por una asistencia masiva. ArtBo, con su boleta de $35000 como filtro de ingreso, tiene varias actividades pero al final todo parece converger en una sola cosa: ser el centro de operaciones de una temporada de caza de 72 horas, un coto privado del “arte contemporáneo” que instala una corte de meseros intelectuales alrededor de un 1% de coleccionistas y actores de poder, venidos por docenas, con todo pago por la Dirección de la feria, y que van de tour por ágapes privados condicionados a las relaciones públicas que tenga cada galería y cada “very important person” criolla.

Volviendo a Garmendia, la escritora Carolina Sanín dijo en su muro de Facebook: “Tenemos que ver qué cosa es eso de los youtubers, de qué se trata, a qué apela, qué muestra. Quienes nos consideramos lectores no podemos solo decir qué vacuo y horrible es, aunque lo sea, sino que debemos mirarlo y criticarlo poniéndole atención, tomándonoslo en serio, como todo. Eso también es la responsabilidad intelectual. Y eso que pasó es también una oportunidad que nos da la FILBo: para leer, para leer la realidad, para leer los productos culturales, para pensar. En eso también la FILBo cumple la función de una feria del libro, que es la de ser una vitrina que muestra lo que hay”.

Críticas como las de Lésper y tantos otros al poder hegemónico de la franquicia del “arte contemporáneo” señalan algo que escapa a una amplia gama de actores del arte (incluidas las universidades y su neoacademiscismo ensimismado). Hay una legión de intereses que, en dirección opuesta pero simétrica a la novedad de los youtubers, señalan algo por venir y que debería ser explorado y promocionado en igualdad de condiciones.

ArtBo, en vez de estar haciendo el calco arribista de otras ferias de arte –Art Basel como modelo cerrado de elitismo–, podría tener el nervio y la imaginación que muestra FILBo con su apertura al mundo.

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